lunes, 24 de julio de 2017

La verdadera cara de la violencia en Venezuela

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Miguel Pizarro: de rockero a líder opositor promotor de sicarios 

Caracas, Venezuela. La verdadera cara de la violencia en Venezuela, desde hace más de 100 días, instigada por sectores de la ultraderecha reaccionaria que pretenden presentarla al mundo como manifestaciones pacíficas, sale a flote a diario en esta nación suramericana.
Las recientes declaraciones hechas por un joven a la cadena Telesur, cuya identidad no se reveló para garantizar su seguridad personal, develan las verdaderas intenciones de los líderes de la oposición derechista, que buscan imponer el caos y el terror a través –incluso– de la muerte.
“Se drogaban y destrozaban todo lo que se les atravesaba. Vi muchas cosas feas, como cuando le cortaron el cuello a un  hombre en Altamira”, confesó a las autoridades el joven venezolano que afirmó haber sido reclutado por grupos vinculados a la derecha opositora para generar actos de violencia en el país.
El testimonio de este joven se suma a las denuncias de las autoridades venezolanas y a las confesiones de otros arrestados, sobre el plan de golpe de Estado impulsado desde abril por la coalición opositora Mesa de la Unidad Democrática (MUD), que hasta ahora acumula ya más de 80 muertos, cerca de dos mil heridos y cuantiosas pérdidas económicas.
Refiriéndose al diputado derechista Miguel Pizarro, del partido Primero Justicia, el joven arrestado confesó que les decía “que nos preparemos y acabemos con todo, que fuéramos para adelante sin miedo”. Acabar con todo significa destruir el alumbrado público, sabotear las principales vías de acceso y autopista, incendiar edificios gubernamentales y asesinar a quien apoye al gobierno bolivariano.
Añadió que recibían también implementos para elaborar los morteros artesanales y los cocteles molotov (bombas caseras), y que fue testigo de otras acciones violentas, entre ellas, la quema de autobuses del sistema público de transporte.
Esta situación, que afecta sin dudas la estabilidad familiar en Venezuela, por involucrar a jóvenes y adolescentes, ya tiene reacciones entre padres alarmados de algunos de estos muchachos reclutados por la derecha para sus fines violentos.
Se conoció del caso de un padre, al comprobar que su hijo acumulaba más de 60 inasistencias a clases –a pesar de no haber sido notificado por la escuela–, y percatarse que estaba involucrado en las guarimbas(grupos violentos y vandálicos), decidió entregarlo voluntariamente a las autoridades.
“No es fácil entregarle a un hijo a un cuerpo policial, pero mi hijo no es un delincuente, sino que lo embaucaron. Es un muchacho, un niño”, enfatizó el padre, a quien también se le protegió su identidad.
Como estos y otros casos, hay miles de denuncias presentadas ante los tribunales de justicia por el uso de niños, jóvenes y adolescentes en esta oleada violenta, muchos de ellos procedentes de las capas más pobres de la sociedad, que sirven –en la mayoría de los casos– de carne de cañón para agredir, atacar y causar el terror.
Para esto, la derecha activó las guarimbas, que tienen un fuerte componente de elementos delictivos procedentes de las zonas marginales de la capital, que por unos cuántos bolívares, ropa, comida y drogas –principalmente la fenetilina Captagon, que llega a Venezuela a través de la frontera con Colombia–, están listos para imponer el caos.

Qué son las guarimbas

Las guarimbas, como se le conoce aquí a esta forma violenta de protestar en las calles, no son nuevas en el espectro político venezolano y constituyen un arma recurrente para una oposición que no se cansa de aspirar a llegar al poder, a pesar de sus continuos fracasos en las urnas, en los últimos 18 años.   Según expertos, esta estrategia “insurreccional” nació en las calles de Caracas en febrero de 2004, alentada por los opositores a la Revolución Bolivariana que encabezaba en ese momento el comandante Hugo Chávez, y cuya finalidad es la de atentar de manera violenta y sistemática contra la paz y tranquilidad pública.
Detrás de estas acciones violentas, por momentos vandálicas y  terroristas, está el propósito de provocar una intervención “represiva” de las fuerzas del orden, instigar una sublevación cívico-militar, deslegitimar al gobierno bolivariano y forzar una intervención extranjera.
Un plan perfectamente diseñado por los líderes de la derecha opositora, que lo han repetido insistentemente sin lograr sus propósitos, que incluye –como afirman algunos de sus principales cabecillas dentro y fuera de Venezuela– bañar en sangre al país para derrocar al gobierno.
Entre sus principales formas de actuar las guarimbas, que casi siempre aparecen -coincidentemente- detrás de las marchas de protestas que convoca la oposición, está el cerrar las principales vías de acceso en calles y autopistas, impedir el libre tránsito de la población e imponer el miedo como forma de “convencimiento”.
También apelan al uso de barricadas, atentar contra los servicios esenciales como la energía eléctrica, el agua potable y los abastecimientos de alimentos y otros productos de primera necesidad, la quema de almacenes y el ataque sistemático a edificios gubernamentales.
¿Guarimbas callejeras o grupos armados violentos?
En todo este entramado violento, que sin lugar a dudas responde a una agenda de golpe de Estado, detrás de las guarimbas callejeras se oculta algo mucho más peligroso, que son los grupos armados violentos, cuyos planes apuntan a objetivos más estratégicos.
El pasado 9 de mayo, el vicepresidente ejecutivo venezolano, Tareck El Aissami, presentó a la opinión pública nacional e internacional, pruebas que evidencian el vínculo entre estos grupos y la derecha más reaccionaria venezolana, y que tienen una data más allá de las actuales protestas.
En ese momento, los cuerpos de seguridad en Venezuela lograron desarticular una banda que operaba como célula armada, responsable de las principales acciones vandálicas ocurridas en el este de Caracas y en el estado Miranda.
Entre los más de 15 arrestados destacó Nixon Alfonso Leal, uno de los principales cabecillas de estos grupos armados, con estrechos vínculos con el partido opositor de extrema derecha Primero Justicia, y que participó activamente en el plan La Salida, activado por la derecha en 2014, el cual dejó un saldo de 43 personas muertas.
Nixon Leal -según las autoridades venezolanas- es uno de los más cercanos colaboradores del diputado Julio Borges, actual presidente de la Asamblea Nacional (Parlamento), uno de los principales instigadores a la violencia antigubernamental en Venezuela.
El vicepresidente venezolano explicó que Leal estructuró la insurgencia armada que operaba en las zonas capitalinas de Altamira, Chacao y Bello Monte, en el este de Caracas, y logró articular grupos armados en Catia, al oeste de la ciudad capital.

Votos si, balas no

Como respuesta a esta escalada de violencia, el gobierno bolivariano llamó a todos los sectores del pueblo a integrar una nueva Asamblea Nacional Constituyente, como fórmula de paz ante los redobles de los tambores de la guerra que anuncia la ultraderecha.
Con la Constituyente se buscará abrir una gigantesca mesa de diálogo entre todos los venezolanos, a pesar de los llamados a sabotearla que hace la MUD y sus principales cabecillas políticos.
De ahí la importancia de mantener la unidad cívico-militar de los venezolanos en torno a su Revolución, que con la aplicación del Plan Zamora 200 y el Plan República, enfrentará cualquier intento de devolver a Venezuela a las transnacionales y a las oligarquías.
Miguel Fernández Martínez/Prensa Latina
[BLOQUE: OPINIÓN][SECCIÓN: ARTÍCULO]

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