miércoles, 25 de enero de 2017

TLCAN: se acabó la fiesta .- Carlos Fernández-Vega

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México no se va; lo corren
¿Dónde quedó el amigo?

C
on más entusiasmo queapego a la realidad, el sonriente aprendiz de canciller asegura que siempre existe la posibilidad de abandonar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte ante condiciones desfavorables para el país. Y el coro va por cortesía de otro novicio, el secretario de Economía, Ildefonso Guajardo: México se retirará de ese mecanismo comercial si no logra obtener mayores beneficios en una renegociación.
Bien por los defensores de la patria, pero el planteamiento del dúo dinámico parte de un supuesto equivocado, porque en los hechos México no se va del TLCAN, lo corren. Y la referencia es plural, porque si bien Donald Trump es quien lo echa, Canadá ya dijo que si nuestro país sabe contar, pues que simplemente no cuente con la nación de la hoja de arce, por la simple razón de que no piensa arriesgar un milímetro, en el entendido de que nuestros intereses nacionales están primero y la amistad viene después(La Jornada), y en este caso el orden de los factores sí altera el producto.
Es claro que el energúmeno de la Casa Blanca no quiere a México ni en pintura. Todo lo que huela a esta nación va para atrás, y esa es la parte que en Los Pinos se niegan a aceptar o de plano no entienden (pégame pero no me dejes). En el TLCAN el gobierno mexicano siempre jugó el papel de gato de Estados Unidos, pero ahora cree que con un simple cuan hueco discurso patriotero todo lo resolverá.
El gobierno peñanietista ya dijo lo que no hará con la administración Trump (no habrá confrontación ni sumisión, sino todo lo contrario), pero no ha dicho qué es lo que hará: ¿adónde enviará sus exportaciones? ¿Cómo abrirá nuevos mercados? ¿Cómo se sacudirá la brutal dependencia del mercado gringo? (80 por ciento de las exportaciones terminan allá) ¿Qué va a hacer con la República maquiladora armada a gusto del patrón?, etcétera, etcétera. El punto es que se acabó el modelito y no tiene la menor idea de cuál debe ser el siguiente paso.
Lo único que Trump quiere –ya lo dijo– es que los gringos compren productos gringos, elaborados por gringos en territorio gringo, pero el inquilino de Los Pinos insiste en preservar el libre comercio entre México, Estados Unidos y Canadá. Bien, pero si dos de los tres integrantes de dicho mecanismo ya dijeron que no, entonces ¿con quién comerciará nuestro país?
Como en este espacio se ha comentado, poco antes de que el TLCAN fuera ratificado por las tres naciones participantes, el gurú de Carlos Salinas, Rudiger Dornbusch, del Instituto Tecnológico de Massachusetts, gritaba a los cuatro vientos que si no se ratificaba ese mecanismo la economía mexicana sufrirá un derrumbe similar al de 1982, con grandes fugas de divisas, que forzarán una devaluación y una recesión importantes. Otros más atinados simplemente advertían que con o sin tratado lo más probable es que la economía mexicana fallará de todos modos.
Pues bien, el TLCAN fue aprobado y de cualquier suerte la economía mexicana se ha derrumbado en varias ocasiones y a estas alturas no termina de levantarse, la devaluación del peso es cosa de todos los días y la recesión está a la vuelta de la esquina, como en tantas otras etapas del México teleciano, es decir, el modelo al que cinco gobiernos al filo (de Salinas a EPN) apostaron y decidieron meter todos los huevos en la misma canasta. Y ahora el energúmeno se las patea con toda la intención de romper mucho más que el cesto.
Dice el aprendiz de canciller que en las reuniones que, a partir de hoy, sostendrá con funcionarios del gobierno de Trump “se establecerán los tiempos y procedimientos para realizar la negociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte… No vamos a aceptar cualquier renegociación; siempre existe la posibilidad de abandonar el tratado y entonces regir el comercio entre México y Estados Unidos a partir de las reglas de la OMC; esa no es nuestra preferencia y tampoco será nuestra propuesta inicial. Nuestra propuesta es trabajar para tener un mejor TLCAN para México y también para Estados Unidos”,
Y el aprendiz de secretario de Economía –que le hará segunda al otro novicio– asegura que México no irá por algo menor a lo que ya tiene; no tendría sentido quedarnos; se trata de que todos ganen. Ajá, sueñen defensores de la patria, que Trump no les dará con la puerta sino con el muro en las narices, como ya lo hizo con el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (ATP).
De cualquier suerte, dicen los aprendices, México podría buscar acercamientos con las otras naciones firmantes del ATP para recuperar el mecanismo. Así es, de lo perdido lo que aparezca, pero de entrada debe descartar a Canadá, Chile y tal vez Perú, cuando menos.
Canadá ya dijo que primero sus intereses y después los amigos, y Chile, por medio de su canciller Heraldo Muñoz –quien no es un aprendiz de la diplomacia– despejó cualquier duda: el ATP, tal cual lo conocíamos, ya no está sobre la mesa; no hay posibilidad de mandar un proyecto (al Congreso de su país) que no incluye a Estados Unidos.
A su vez, el presidente peruano, Pedro Pablo Kuczynski, anunció que su gobierno trabajará con China y otras naciones asiáticas (hasta donde se sabe México no pertenece a ese continente) con la finalidad de rescatar los buenos elementos del ATP. En el mismo sentido colaboraría con India, Australia y Nueva Zelanda, pues con ellos tenemos tratados que se pueden mejorar. Entonces, ¿con qué países recuperará México el ATP?
Con el ATP México, según Ildefonso Guajardo, se pondría a la vanguardia del comercio internacional, porque se uniría a un bloque de naciones que (versión oficial) representan 40 por ciento del producto interno mundial, alrededor de 25 por ciento del comercio internacional y 28 por ciento de la inversión extranjera directa mundial.
Lo que la propaganda evitó mencionar fue que casi dos terceras partes de ese gran pastel corresponden a Estados Unidos (62 por ciento del total) y una gruesa rebanada adicional a Japón (17 por ciento). El 21 por ciento restante se reparte entre las otras diez naciones participantes, y el peso específico de México apenas es de 1.3 por ciento del total, y con eso, presumía Guajardo, se pondría a la vanguardia del comercio internacional.
Las rebanadas del pastel
Que el megagasolinazo no tendrá un impacto inflacionario en la economía mexicana, no tendría por qué, aseguraban en la Secretaría de Hacienda. Pues bien, en la primera quincena de 2017 la inflación resultó ser la más elevada de los últimos 18 años… por el aumento en el precio de los combustibles (y vienen más).
Twitter: @cafe-vega

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