sábado, 12 de noviembre de 2016

Muere el caricaturista Rogelio Naranjo


Ciudad de México. Rogelio Naranjo, el artista que durante  más de 50 años retrató a través de sus cartones a  la política y los políticos mexicanos y a los movimientos sociales más destacados, como el estudiantil del 68,  falleció anoche víctima de un paro cardíaco.
El pintor y  caricaturista, de 79 años,  comenzó a publicar en 1965 en el Gallo Ilustrado, del Periódico El Día y y en el Mitote Ilustrado, que dirigía Rius y desde entonces no paró de publicar sus cartones, en revistas y diarios de circulación nacional.
“A través de Naranjo los mexicanos pueden reconstruir la magnificencia irrisoria, como la llama Marco Antonio Campos, “de los gobiernos priístas y de sus presidentes megalómanos que cavan el abismo del país (…) Seguramente la tarea desacralizadora de la figura presidencial empezó entre los ‘moneros’ con Rogelio Naranjo, pero nadie, en los últimos, ha hecho una labor tan sistemática de piqueta”, escribió Elena Poniatowska, durante un homenaje al artista.
Nacido en Morelia, Michoacán, Naranjo recibió diversos premios en México y en el extranjero.
El  Nacional de Periodismo de México en la rama de caricatura, en 1991, la  Bienal Internacional del Humor de La Habana, Cuba. En 1982 resultó ganador del Concurso de Caricatura Antiimperialista de Nicaragua. Recibió el premio a la trayectoria periodística Manuel Buendía.
A principios de 2011, donó a la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) una extensa colección de 10 mil 307 caricaturas para su resguardo, conservación y difusión y se concretó la primera exposición itinerante con parte de ese acervo, denominada “A ti te hablo”, en la que, por medio de 225 imágenes, se conduce a los visitantes por un viaje a la historia y presente del México contemporáneo.
En julio del 2013   un grupo de  cartonistas mexicanos y algunos extranjeros, organizaron,  a manera de homenaje, una exposición sobre la obra de Naranjo. Bajo el título “Vivir en la raya”. En ese  reconocimiento “que hacen caricaturistas a su igual, enfatizan una y otra vez su sello de identidad: la plumilla cual arma a punto del lanzarse al duelo o como material decomisado por la PGR; el tintero cual soporte de esa materia que lubricará coyunturas y osamentas de políticos, empresarios, escritores y escenarios que cuestionan el poder del dinero, del sexo, de la sensualidad, de la sonrisa”.
Rogelio Naranjo estaba internado en un hospital de esta ciudad, con neumonía y cerca de la medianoche falleció a consecuencia de un paro cardíaco.
A continuación, fragmentos de una entrevista con esta casa editorial en 2010.
Rogelio Naranjo habla del oficio de su vida, ése que prefirió por encima de sus aspiraciones de pintor: “si hubiera sido alguien como David Alfaro Siqueiros o Diego Rivera, a lo mejor me habría dedicado a la pintura, pero un día dije ‘a volar, esto no sirve, ¿a quién le interesa?’ Me di cuenta que la caricatura, aunque es un género menor, si se quiere, era ideal para comunicarse con las personas, y me ha dejado grandes satisfacciones. He tenido mis altas y mis bajas, pero me encanta”.
Naranjo recuerda que, de niño, los monitos de los domingos como Ivanhoe, El Príncipe Valiente y Mandrake el Mago, que leía en los periódicos, lo inspiraron a realizar sus primeras historietas, en las cuales sus amigos eran los protagonistas; los villanos, por supuesto, eran los maestros de su escuela. Explica que no conserva ese material, porque no valía la pena.
En los años 60 del siglo pasado, Naranjo publicó su primer cartón. Los directivos de El Gallo Ilustrado, suplemento cultural del periódico El Día, se entusiasmaron con su trabajo: un dibujo a propósito de una muestra de cine por el que recibió 75 pesos y en el cual plasmó, de memoria, a varios cineastas, entre ellos Fellini, un gordo cachetón y grandote, así como a unas encueratrices de las que siempre salían en las películas. Lo publicaron a mitad de plana y dije ¡qué padre!, esto ya me está gustando.
Reconoce que el gran hallazgo en su vida fue la amistad con Julio Scherer, Carlos Monsiváis, Heberto Castillo y de muchas personas respetables con las que me da gusto haber tenido un diálogo, aunque sea una vez en la vida. Ser caricaturista me ha dado muchas satisfacciones, he ganado el aprecio de los lectores y he tenido suerte, porque desde un principio me gané el respeto y afecto de los directores de los periódicos.
–¿A cuántos presidentes ha hecho enojar con sus cartones?
–Pues, que yo sepa, desde que empecé a dibujar, a todos. Pero enojar de aventar los dibujos ya impresos al suelo. Uno fue Miguel de la Madrid. Desde luego, a José López Portillo, pero él era muy caballeroso, tenía más cultura que los otros, entonces lo tomaba por el diálogo. Con algunos de ellos he estado personalmente, pero siempre me hago el que no mata una mosca, porque ¿qué voy a discutir con el mero mero?
Más de 10 mil cartones
Naranjo señala que antes de llegar a la Presidencia, Felipe Calderón “tenía cara de niño, de ésos que no maduran en sus acciones. Siempre tenía un aspecto de santurrón, panista, finalmente. Me costó trabajo, me salía muy diferente de un dibujo a otro. No me preocupaba, pues Zedillo, en algún tiempo, me costó también trabajo dibujarlo.
“Luego, Felipe se fue quedando pelón, con la boca de labios muy carnosos, empecé a pescarle los rasgos y creo que en algunos dibujos ya me sale muy parecido. Pero, cuando empiezo a dibujarlos, a todos los veo muy feos.
“La caricatura los ridiculiza y es algo que no soportan, porque todos tienen una apreciación de sí mismos como si ya estuvieran en el Olimpo; piensan que son intocables, buenos. Los políticos en México creen que son benéficos e imprescindibles, los de antes y los de ahora, tienen un ego impresionante. Entonces, cuando hacemos dibujos en los que los ridiculizamos, pues imagínate. Pero han aprendido a aguantarse, ya no les queda de otra, así es en todo el mundo.
Ésa es una de las grandes conquistas del movimiento estudiantil de 1968: el gobierno y los políticos andan más con pies de plomo, miden las cosas. No se atreven después de esa matanza que los dejó como lazo de cochino. Aprendieron a respetar un poco a los periodistas y caricaturistas. En provincia no sucede lo mismo que en el DF, es una tristeza. Allá los matan, los persiguen y les quitan el trabajo.
–¿Cuántos cartones ha realizado, lleva la cuenta?
–Sí, claro, son 10 mil 300 y pico. Deberían ser más, cerca de 20 mil, pero he vendido muchos, otros me los han robado y otros los he desechado porque no valen la pena, no son dibujos en los que haya tenido un acierto.
–¿Cómo ve a las nuevas generaciones de caricaturistas?
–Van a tener que darse frentazos, porque se apoyan demasiado en las computadoras. En ellas se pierde el original, que es lo que uno dibuja en un papel cualquiera, con tinta o lápiz. La computadora cocina, de manera artificial, un dibujo que no tiene sabor.
Naranjo dice con molestia que estos días se encuentra flojeando, pues debido a la enfermedad de mácula degenerativa que padece en los ojos no puede ni leer, una de sus actividades predilectas, claro, después de dibujar.

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