lunes, 14 de noviembre de 2016

AMLO: bucólico y sembrador Julio Hernández López

Astillero
 Catemaco: volcanes, estallidos
 Hartazgo ante impunidad
 Trump: esgrima con México
 AMLO: bucólico y sembrador
Julio Hernández López
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IRA POPULAR. Aspecto del palacio municipal de Catemaco, Veracruz, quemado parcialmente por pobladores que exigían la aparición con vida del sacerdote José Luis Sánchez Ruiz. El descontento popular alcanzó oficinas de la Comisión Federal de Electricidad y la residencia particular del alcalde Jorge Alberto González Azamar. Ayer, el párroco fue localizado vivo, pero ‘‘con notables huellas de tortura’’Foto Sergio Hernández
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atemaco significa ‘‘lugar de las casas quemadas’’ o, según otras versiones, solamente ‘‘casas quemadas’’ o ‘‘palacio quemado’’. La referencia ígnea se debe a estallidos del volcán San Martín, que los hubo en 1664 y el más dañino en 1793, los cuales afectaron diversas construcciones de esa región veracruzana. Este fin de semana hubo otro estallido. Éste, social, luego de que el presbítero José Luis Sánchez Ruiz fue secuestrado por un grupo de personas (testigos aseguraron que iban con vestimenta de policías), quienes lo sacaron de su domicilio la madrugada del pasado viernes.
Un lector de esta columna describió el talante del sacerdote Sánchez Ruiz: ‘‘Le daba voz a lo que la gente sufría, denunciaba y se quejaba por la inseguridad de todos los días; desde el púlpito hablaba de los temas que el pueblo tiene que callar: los levantones, las ráfagas de ametralladoras a mitad de la noche para intimidar a la población y, por supuesto, los abusos en el cobro de la luz’’. Él mismo había participado en protestas callejeras contra el desmesurado incremento de las tarifas por consumo eléctrico.
Apenas se supo del secuestro del cura del pueblo y ya estaba la sentencia popular: tenía que ser obra de Jorge González Azamar (brincapartidos: PRI, PT, AVE; tres veces presidente municipal). El enojo de la comunidad llevó a quemar patrullas, oficinas de la Comisión Federal de Electricidad y el palacio municipal, y al allanamiento y saqueo de la casa particular del propio presidente, González Azamar. Fueron horas de insurrección ciudadana, sin intervención de fuerzas gubernamentales, con la exigencia de que apareciera con vida el sacerdote secuestrado, quien finalmente fue encontrado ayer, con vida pero inconsciente, con ‘‘notables huellas de tortura’’, según el reporte eclesiástico oficial.
Los estallidos y los incendios por razones políticas y sociales se multiplican en este México que parece a la deriva. Ciudadanos que hacen justicia por propia mano o, aún peor, que actúan con violencia criminal contra presuntos infractores, aunque a veces no exista ninguna prueba de que tuvieran alguna responsabilidad en las causas que han llevado a esos linchamientos. No se ha generalizado el episodio del ‘‘justiciero’’ de La Marquesa, pero fue evidente la amplia aceptación que tienen ese tipo de conductas. Es frecuente la ‘‘retención’’ de funcionarios, políticos e incluso policías y militares, por inconformidad de demandantes de respuestas oficiales ante problemas graves.
A ese panorama quemante habrá que agregar la amenaza de devolver de Estados Unidos a gran cantidad de paisanos que trabajan allá y envían dinero a sus familiares en México, con lo que ayudan a suplir o paliar las deficiencias del Estado mexicano. En su cruzada contra los migrantes, sobre todo los mexicanos, ahora marcadamente contra los que cuenten con antecedentes criminales, Donald Trump amaga con asestar un golpe seco a la estructura institucional mexicana que pasa por momentos de especial debilidad e ineficacia. Ayer, por ejemplo, el multimillonario neoyorquino mencionó, en entrevista con CBS News, que con México podría haber alguna ‘‘esgrima’’ a lo largo de la frontera de ambas naciones. Aunque el republicano Paul Ryan, vocero de la Cámara de Representantes de aquel país, declaró que no se tiene contemplada la operación de una fuerza especial para cumplimentar deportaciones, como pretende sugerirlo con inmediatez ejecutiva el presidente electo de Estados Unidos.
Cierto es que la letalidad anunciada del Huracán Trump parece ir bajando de intensidad, aterrizada a los perfiles de la realidad económica y política, condicionada por el hecho de que en el partido que formalmente lo ha llevado al poder, el Republicano, las élites no están de acuerdo con sus excesos retóricos y buscan demostrar la fuerza condicionante que en el poder legislativo mantienen. Pero sean dos o tres millones los migrantes con estancia irregular que fueran devueltos a sus países de origen, según los ajustes aritméticos que va haciendo Trump, el porcentaje que corresponda a México será más que suficiente para agravar una crisis que en estos tiempos de Peña Nieto parece ya insoportable.
No hay empleo ni posibilidad de atención adecuada para millones de mexicanos que residen en su propio país, y ahora se prepara en Estados Unidos una devolución de paisanos que no podrán ser acogidos adecuadamente por el aparato institucional mexicano. Salvo discursos insustanciales, llenos de voluntarismo y demagogia, nada firme y serio proponen los políticos mexicanos, sean sus apellidos Osorio Chong, Ruiz Massieu, Meade Kuribreña, Miranda Nava o Peña Nieto. En todo caso, lo que parece estar a la vista son volcanes anunciados, incendios en puerta. Brujerías que no vienen (solamente) de Catemaco.
Bucólico, herbal, floral y frutal, maderable y sembrador, en pleno goce de los reinos vegetal y animal, Andrés Manuel López Obrador publicó ayer un texto para un diario de la capital del país en el que, más allá de las descripciones sobre las bellezas de la naturaleza y sobre las disposiciones testamentarias familiares que ha tomado, escribió: ‘‘En fin, si desgraciadamente nos va mal en el 18, seguiré sembrando plantas e ideas hasta que fallezca, pero no volvería nunca más a ser candidato a nada. Diría: quise ser como Juárez, Madero y Lázaro Cárdenas, y no pude o no supe hacerlo. Mientras viva, no dejaré de luchar por la justicia y por la auténtica democracia, pero me retiraré del protagonismo político para así, con humildad y arrogancia, al mismo tiempo, poder decir a mis adversarios y a quien quiera oírlo, ya ven, no soy un ambicioso vulgar. Sólo me importa estar bien conmigo mismo, con mi conciencia, con el prójimo, con la nación y con la historia’’.
Y, mientras el calderonismo mantiene la presión sobre el presidente del Partido Acción Nacional, Ricardo Anaya Cortés, a quien da de plazo lo que resta del año para que escoja si quiere seguir en ese cargo o ser candidato presidencial del blanquiazul, en una maniobra de madruguete que pretende allanar el camino a la esposa de quien ocupó Los Pinos de 2006 a 2012, ¡hasta mañana!
Twitter: @julioastillero
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