miércoles, 7 de septiembre de 2016

Peña-Trump: Peor sí es posible

Peña y Trump en Los Pinos. Foto: Octavio Gómez
–“Que renuncie”, el clamor
–Obama y Clinton, enemigos de mexicanos
CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Todo mundo lo ve: Enrique Peña Nieto es un bulto en caída libre. Lo era antes de humillarse ante Donald Trump, pero esta visita vejatoria para los mexicanos, en México y en Estados Unidos, lo hunde en aguas inmundas.
No sólo en las tribunas serias, sino en la población toda, Peña es descrito con desprecio. Lo llaman estúpido, indigno, servil, cobarde. Peor: Traidor. No lo defiende nadie, ni los priistas.
Pero la que está sucia no es sólo la imagen del ciudadano Peña Nieto, ya indeleble, sino la institución presidencial, la investidura del jefe del Estado mexicano que él encarna y que tiene por delante todavía dos años y tres meses de gestión gubernamental –¡un tercio de su mandato!– ante un panorama sombrío y un ambiente envenenado.
Ahora que se ha materializado el previsible desdén de Hillary Clinton, la muy probable presidenta de Estados Unidos, urge que el presidente de la República asuma un acto de grandeza.
Si aún no ha renunciado por completo a su responsabilidad y si algo le queda de pragmatismo, Peña debe enlistar las prioridades nacionales para salvar a su gobierno y al país del caos, inclusive para cuidarse las espaldas ante lo que ya se perfila como su derrota en 2018.
No debe esperar a que se hagan públicas encuestas que lo colocan en porcentajes de aceptación de 15% para asumir que el país –no él en lo individual– está en una situación de emergencia que exige la inmediata toma de decisiones, ya no con visión estratégica ni lógica política sofisticada, que ya se demostró que no tiene, sino por sentido común, por el más básico instinto de sobrevivencia.
La presencia de Trump en México a invitación de Peña es el episodio reciente más ignominioso y bajuno contra los mexicanos, pero la ofuscación nacional contra el gobierno se manifiesta con el desafío de los organismos empresariales, el magisterio opuesto a la reforma educativa, las iglesias movilizadas –la católica como punta de lanza– contra el matrimonio igualitario, la violencia desbordada, la carestía por los gasolinazos, la economía que se desploma…
La coyuntura exige de Peña decisiones drásticas no para que conduzca el proceso sucesorio de su partido –que para los priistas puede ser lo prioritario, pero para los mexicanos es lo de menos–, sino para asegurar la vialidad como país en lo que queda de su administración y aun para que el proceso electoral de 2018 no se desarrolle en condiciones tan convulsas como en 1994 o peores.
Pero si Peña no quiere, porque es decisión de él por más que Luis Videgaray sea su principal consejero, entonces desde la sociedad, incluyendo los partidos políticos, debe exigirse que haya un cambio en la conducción del país, porque de otro modo literalmente vamos al despeñadero.
A finales de 2014, tras la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa y la revelación de la Casa Blanca, se decía que peor era imposible; pero vino la fuga del narcotraficante Joaquín El Chapo Guzmán. Peor ya no se puede, decían, y se reveló el plagio de su tesis y ahora la rendición ante Trump, que vino cuando quiso y dijo e hizo lo que le dio la gana.
Peña ha demostrado que peor no es imposible y que nadie se sorprenda de otra pifia o una retahíla de ellas en los dos años y tres meses que aún quedan a su gobierno.
Voces crecientes exigen la renuncia de Peña y muchos marcharán al Zócalo con esta demanda, el 15 de septiembre, donde encabezará la ceremonia del Grito de Independencia, que no fue capaz de dar ante Trump en el propio territorio nacional.
Al emplazamiento de que deje el cargo, fundamentado en el artículo 86 de la Constitución –que establece que “el cargo de presidente de la República sólo es renunciable por causa grave, que calificará el Congreso de la Unión, ante el que se presentará la renuncia”–, es posible que se sumen demandas en su contra por traición a la patria, previsto en el 108 constitucional.
Peña está en un polvorín y, en lo inmediato, debe tomar medidas para serenar al país. El continuismo es sinónimo de suicidio…
Apuntes
El republicano Trump es detestable, pero se olvida que el actual presidente de Estados Unidos, Barack Obama, tienen el récord de deportaciones de mexicanos en su administración, en la que participó Hillary Clinton, que fascina a un sector de políticos y opinadores de México. En siete años, 2.5 millones de mexicanos, casi 400 mil al año, han sido devueltos a México… Extraño que, por lo menos en Colima, Aguascalientes y Mexicali haya sido izada la Bandera Nacional “de cabeza” tras la visita de Trump. En el Ejército, a diferencia de la tecnocracia y en la política entreguista, está arraigado el espíritu patrio… Por respeto a nosotros mismos, debemos erradicar el vocablo “naco” por su clara connotación discriminatoria. Nicolás Alvarado, que lee, lo sabe: “Naco” está asociado a “indio”. Enseña José Emilio Pacheco, en Las batallas en el desierto: “Si los indios no fueran al mismo tiempo los pobres nadie usaría esa palabra a modo de insulto”…
Gracias por sus comentarios en Twitter, en @alvaro_delgado y en Facebook/AlvaroDelgado

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