domingo, 20 de diciembre de 2015

Reforma al DF: ¿por qué mancharla? .- José Agustín Ortiz Pinchetti


E
l Senado aprobó la reforma política de la capital. Es cierto lo que dice Encinas: es un hecho histórico. El proyecto (con inconsistencias) asimilará la ciudad de México a una entidad federativa y tendremos nuestra propia Constitución, asignatura pendiente desde 1824. La ciudad de México ha pesado tanto que se le quiso poner siempre bajo tutela. A este propósito corresponde que solo 60 por ciento de los diputados constituyentes sean elegidos libremente, mientras el otro 40 por ciento será designado por el Presidente, el jefe de Gobierno y ambas cámaras federales. Por supuesto, esto rompe con la tradición constitucional. ¿Por qué demonios van a intervenir los órganos federales en un asunto estrictamente local?
La explicación histórica, como lo ha señalado Muñoz Ledo, tiene que ver con el autoritarismo presidencial, sustentado en tres pilares: una presidencia imperial, un partido hegemónico y el control de la capital. Por iniciativa de Obregón se eliminó la autonomía en 1929 y el gobernador fue un regente designado por el presidente. La tensión política entre la ciudad y el centralismo se mantuvo. En 1996 se nos concedió el derecho de designar a un jefe de Gobierno, a los delegados y a la Asamblea Legislativa. La Federación mantuvo la tutela. Podía removerse al jefe de Gobierno, juzgarlo o eliminarlo como competidor, entrometerse con su sistema financiero y de seguridad. Todas estas facultades fueron utilizadas por Fox de modo faccioso contra AMLO. De paso afectó los derechos e intereses de los capitalinos. Peña aceptó la reforma siempre y cuando pudiera manipularla, como denunció Bartlett: podrá designar su propia cuota y aprobar la de las dos cámaras. Gracias a su alianza con el PAN y el PRD, el Presidente sabe que contará con los firmantes del pactopara establecer nuevas formas de control o descarrilar el proceso si fuera necesario.
Imaginemos el itinerario del constituyente. Una vez votada por los congresos locales se promulgará. Es de esperarse que a principios de 2016 se hará una convocatoria formal. La asamblea constituyente será elegida el 5 de junio y el 15 de septiembre se instalará. Tendrá unos 130 días para completar su trabajo. A más tardar el 31 de enero de 2017 el constituyente deberá aprobar cuando menos por las dos terceras partes el proyecto definitivo. El proceso despertara interés y quizá agitación en una época de dificultades financieras y aumento de la inconformidad: estaremos en la víspera de 2018, el año crucial. Los precandidatos se habrán perfilado y el gobierno de Peña entrará en declive. Manchar la reforma con una cláusula autoritaria expresa la falta de visión política. El viejo instinto autoritario incapaz de entender y aceptar la democracia tira contra la capital el último zarpazo.
Twitter: @ortizpinchetti

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