domingo, 27 de diciembre de 2015

Podemos salir de la caída .- José Agustín Ortíz Pinchetti



H
e platicado con ustedes sobre las amenazas de2016 y las posibles respuestas. Hay quien se ha planteado que México no está pasando por una mala racha, sino que es víctima de una decadencia incontenible. Los indicios son numerosos. Podemos afirmar que este es uno de los momentos más oscuros de nuestra historia y que no hay área de la vida social, económica, política o de seguridad pública que no esté dañada. Aunque México se ha visto en situaciones aún peores y se levantó del lecho de enfermo para reconstituirse, en esta época la élite dirigente ha confiado a la sumisión e integración a Estados Unidos la superación de la crisis, y después de treinta años lejos de generar prosperidad material se ha contenido nuestro progreso, al punto de que en nada nos asemejamos a nuestro vecino poderoso, sino más bien parecemos un protectorado incómodo.
Hace poco leí un ensayo de Arturo Pérez Reverte que sorprende por su enjundia. Piensa que esta etapa histórica en Europa es semejante a la que vivió Roma con la irrupción de los bárbaros. Piensa que la invasión de los pueblos musulmanes en oleadas migratorias al corazón de Europa pone en peligro la civilización occidental y que no tiene salida. Y lo peor, ni invasores ni invadidos se dan cuenta de lo que sucede, como ni godos ni romanos eran conscientes de que se derrumbaba una civilización y nacía otra. Justamente lo que, según Reverte, está sucediendo. Catastrofismo ilustrado digno de movernos a la reflexión.
Quizás los mexicanos no nos hemos dado cuenta de que nuestro proyecto nacional se está diluyendo y que formamos parte de un gran fenómeno del que no somos conscientes. Ante esta realidad podríamos aceptar nuestra derrota y adaptarnos, integrarnos económica, política y culturalmente a Estados Unidos. Lo que sería posible por la convicción (disimulada) de nuestros dirigentes, los francos intereses de otros, la indiferencia o el pesimismo de los más.
Hay otra vía: creer en la viabilidad de México. Requeriría esfuerzo y confianza en nosotros mismos. Hablar de un nuevo proyecto de nación es inquietud de muchos, una secuela de los Sentimientos de la Nación de Morelos. Dicho proyecto debe ser expreso, esgrimido como bandera de un movimiento nacional que integre las distintas formas de oposición que existen en México y acompañado por algo pragmático: articular a una organización capaz de ganar la elección presidencial y defenderla en las urnas. Si esta estructura no llegará a levantarse nuestro destino tendría un pronóstico nebuloso.

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