lunes, 12 de enero de 2015

Los anticristos .- Julio Hernández López


 Chuchos contra López Obrador
 Televisa (de nuevo) rectora
 Chapulines en todo el país
G
rotescos y tragicómicos, se han enredado en una guerra de despropósitos los dirigentes máximos de lo que hasta ahora ha sido el Partido de la Revolución Democrática (conocidos como Los chuchos) y el principal conductor periodístico de Televisa, Joaquín López Dóriga.
Los chuchos se han quejado con insólita enjundia de la desmedida atención que en el noticiero nocturno de la empresa de Emilio Azcárraga se ha dado a los casos de oscura operación política de dos presidentes municipales postulados por el sol azteca, el de Charapan, Michoacán, Simón Vicente Pacheco (ya libre bajo caución, acusado de enriquecimiento ilícito, luego que se descubriera que en meses recientes compró para sí cuando menos 11 vehículos automotores) y el de Soledad de Graciano Sánchez, San Luis Potosí, Ricardo Gallardo Cardona, señalado éste como responsable de transferir a cuentas de empresas de las que es accionista unos 200 millones de pesos y con la hipótesis de relaciones con el crimen organizado.
El desproporcionado acento puesto por López Dóriga en esos botones de corrupta muestra opositora en el canal 2 de televisión (contrastante con el trato sin estridencias ante otras pillerías de gobernantes, sobre todo los relacionados con el priismo y su máxima representación inmobiliaria, sita en Los Pinos), hizo a los gerentes de la Revolución Democrática asumir que están frente a una venganza de Televisa porque, según el entender de los ejecutivos c huchos, ellos lograron dañar a la firma de Azcárraga en el proceso de aprobación de la nueva ley de telecomunicaciones.
El guión de esta escaramuza tramposa utiliza ciertas líneas de verdad para acomodarla al interés de los protagonistas. Razón hubo en López Dóriga para dar a conocer la información de los presidentes municipales detenidos y procesados, aunque los perredistas desean que se subraye que esa suerte de cruzada moral provino de una decisión del propio sol azteca, que postuló un protocolo de ética en busca de evitar la repetición de errores como el de Iguala, al postular y sostener a políticos con evidentes ligas con el crimen organizado. Razón hay en el PRD al demandar el cumplimiento del derecho de réplica ante lo dicho a título de comentarios y consideraciones subjetivas por el conductor de los noticieros de Televisa y de Radio Fórmula, aunque tampoco son sostenibles las posturas de Jesús Zambrano, al decir que El Papa Joaquín Primero (JLD, el anticristo de Televisa) excomulga al PRD queriendo salvar su desprestigiada imagen, ni las del periodista al pretender que el pataleo del partido en declive significa una amenaza mayúscula contra él, una campaña de odio y desinformación, un ¡intento de censura! (se aceptan risas grabadas) a tal grado que otro de los conductores estelares de Televisa, Carlos Loret de Mola, tuiteó, emparejando el jaleo local con el caso de Charlie Hebdo, que en un mundo donde los extremistas entran a una revista a matar periodistas, decirle Anticristo a un comunicador es brutal irresponsabilidad.
Parecería que no merece mayor atención la circunstancial pendencia entre contrincantes resbalosos que tienen razón en sus tiros de lodo porque a fin de cuentas son parecidos (el chuchismo que ayudó al producto electoral de Televisa a consolidar su poder mediante el Pacto por México y la televisora que usa a figurines partidistas de poca monta para simular el periodismo tajante que no aplica a los poderosos que son sus allegados o tripulados).
Pero resulta que la gresca reconfirma el papel rector de Televisa en el proceso electoral que va calentando motores. Aunque con distintos personajes en escena (del consejero presidente Luis Carlos Ugalde al actual, Lorenzo Córdova), el mismo sistema electoral que permitió sin mover una ceja que se desarrollara una eficaz campaña de división social y de negativa predisposición votante al acusar en 2006 al candidato de izquierda moderada, Andrés Manuel López Obrador, de ser un peligro para México, y que actualmente permite al nefasto partido Verde atiborrar con campaña adelantada y mendaz las pantallas de cine y las frecuencias de radio y televisión (con apenas una multa simbólica), ahora ha reaccionado con singular celeridad para retirar del aire un espot del PRD en el que se incluyó a Televisa y al citado López Dóriga como parte del entramado de poder que es el mismo aunque aparente cambiar.
La unánime y rauda aprobación del INE a las pretensiones de Televisa y su emblema noticioso constituyen una forma de censura al derecho de los partidos a presentar su versión de lo que han significado y significan los factores de poder, entre ellos de manera preponderante el virtual ministerio de información de diversas administraciones federales que ha sido la empresa de Azcárraga. El comedimiento del INE ante las demandas de Televisa es netamente confirmatorio del curso que tendrán los comicios de este año, sometidos al interés de los factores dominantes.
Otro elemento preocupante que ha saltado sin mayor pudor es la recurrencia de los partidos políticos a su plantilla de actuales ocupantes de sitiales de poder (la mayoría, usufructuarios de recursos públicos para promover su imagen y poseedores de ahorros para emprender campañas costosas) a fin de proponerlos como candidatos a nuevos cargos de elección popular (chapulinesse llama en el habla popular a esos políticos que saltan de puesto en puesto). En el Distrito Federal se plantea la posibilidad de que los actuales delegados dejen sus actuales asientos para buscar diputaciones locales y federales. En otras entidades, los organigramas de la alta burocracia son volcados en las papeletas partidistas para pretender que esta misma clase política, la responsable de la crisis nacional, la practicante demoches, escándalos y múltiples corruptelas, continúe controlando el aparato de representación popular y mantenga a flote un sistema cada vez más alejado del auténtico interés mayoritario.
Y, mientras crece la protesta por la federalización de la nómina magisterial, ¡hasta mañana!
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