viernes, 23 de mayo de 2014

El bullying en México: cuando el asesinato es cosa de niños


Casos de bullying en México
Yo sí estaba en onda, pero luego cambiaron la onda. Ahora la onda que traigo no es onda y la onda de onda me parece muy mala onda… y te va a pasar a ti”. Abraham Simpson.

* Artículo de opinión
(23 de mayo, 2014).- Al menos en el mundo occidental, desde que contamos con registros históricos, cada generación se ha considerado a sí misma la última portadora de los buenos valores y ha tachado a sus sucesores de degenerados. Así lo constatan las obras de griegos y romanos que sobevivieron hasta hoy. Y desde el surgimiento de la juventud como fenómeno social diferenciado esta percepción se ha exacerbado, los adultos ven las prácticas de los jóvenes como el fin de toda moral y se escandalizan con las conductas de sus hijos diciéndose –y diciéndoles– “esto no pasaba en mis tiempos”.
Quizá me ha llegado la edad de subirme al carro de la momiza, porque cuando leo sobre los recientes episodios de bullying en nuestro país, primero me escandalizo y luego me invade una sensación de aturdimiento ante la descomposición social a que hemos llegado. Intento explicármelo y únicamente pienso “esto no pasaba en mis tiempos”. Niños y adolescentes golpeados hasta la muerte o el coma, humillaciones videograbadas y compartidas en redes sociales, violaciones tumultuarias en medio de la normalidad de un soleado día de clases. ¿Esto no pasaba en mis tiempos?
 Mafalda - El acabóse. El continuóse del empezóse de ustedes
La clave del debate sobre los escándalos de bullying que se viven en nuestro país y en muchos otros podría estar en el hecho de que la mayoría de estos casos llegan a nuestro conocimiento ya que los mismos agresores o algún testigo de la agresión registraron en video los acontecimientos y posteriormente los compartieron en redes sociales. He notado que en muchas de las notas periodísticas que circulan en internet, los lectores apuntan en la sección de comentarios observaciones del tipo “ya se les olvido cuando estaban en la secundaria???.. solo que no habia Smartphones!!”. ¿Hasta qué punto es válido este punto de vista?
Soy gordo, uso lentes y mi piel es rosa como la de un lechoncito. Créanme, sé lo que es el bullying. Pero nunca supe lo que era ser “columpiado” como Héctor Alejandro Méndez Ramírez, el menor de 12 años que murió en Tamaulipas a causa de un traumatismo craneoencefálico sufrido cuando sus compañeros lo arrojaron contra la pared de su salón de clases, ante la mirada de la maestra del grupo. Tampoco puedo concebir que el prefecto que lo llevó a su casa tras el “incidente” lo haya dejado en la banqueta de la vecindad donde vivía, sin avisar a sus padres.
En la secundaria y el bachillerato tuve más apodos de los que podría contar con los dedos de las manos, pero mis compañeros nunca consideraron divertido golpearme hasta la hospitalización, como le sucedió a una estudiante de la secundaria “Ignacio Zaragoza” de la comunidad de Chachapa, municipio de Amozoc, cerca de la ciudad de Puebla. A ella la arrinconaron y le propinaron una golpiza porque al parecer resulta irresistible darle su “merecido” a una cuatro ojos. Todo el episodio fue grabado y subido a YouTube, aunque el portal ya lo eliminó por “una infracción a las Condiciones del Servicio”.
La violencia escolar, espejo de la descomposición
Y quizá peco de ingenuidad, pero rompe con mis esquemas sobre la infancia el caso de un niño de sólo seis años de edad que estudiaba en Guadalajara, Jalisco, a quien tres muchachos de cuarto grado de primaria obligaron a entrar en los baños de la escuela y le cortaron el prepucio con unas tijeras. Los agresores tenían entre 8 y 9 años. Pero digamos que casos como estos tres o como muchos otros que se han conocido en los últimos años ya sucedían en “mis tiempos”. ¿Entonces cómo debemos reaccionar?
Cuando yo era niño, se culpaba de toda la violencia a las caricaturas. Es cierto, a mi generación le tocó crecer entre la violencia gráfica de Dragon Ball (Z)Los Caballeros del ZodiacoLos Supercampeones y otros programas por ese estilo. Luego vino la adolescencia y resultó que el culpable de los suicidios y de las masacres en las escuelas de Estados Unidos era nada menos que Marilyn Manson. Ahora tenemos un sospechoso que parece menos nacido de la histeria paterna y mucho más de una lacerante realidad: la descomposición social generada por y generadora de la violencia ejercida por el crimen organizado, la cual en la pasada década superó todas las pesadillas de la sociedad mexicana.
Evidencia no falta. Niños que juegan no a policías y ladrones sino a soldados y sicarios o a secuestradores y víctimas. Niños que no vieron las ametralladoras en la televisión sino en las calles de su ciudad o incluso en su misma escuela, a varias de las cuales han llegado las ráfagas de arma de fuego desde que se desató la “guerra contra el narco”. Con alrededor de 50 mil niños huérfanos a causa de esta guerra, ¿quién podría sorprenderse de que los más jóvenes hayan interiorizado la violencia y la desplieguen sobre sus compañeros?
En la Ciudad de México se suicida una de cada seis víctimas de bullying
Que no sea sorprendente o inexplicable no significa, por supuesto, que debamos aceptarla como un hecho de la naturaleza de las cosas. Como en otros problemas que aquejan a nuestra sociedad, surge la tentación de la autodefensa: “lo que digo es que es normal que pase eso, siempre a pasado, en todas las escuelas en casi todas las epocas!!.. a mi me toco ver muchas veces estos pleitos cuando estaba en la secundaria y me entretenía!! hoy como adulto no quiero que mis hijos hagan esto! pero siempre va a pasar… mejor enseñarlos a defenderse!!”, dice un lector sobre el caso de la niña de Puebla golpeada brutalmente por usar lentes.
¿Entonces la solución al bullying es llevar a nuestros hijos a clase de karate? ¿Y si resulta que nuestro adorado retoño, ése que en casa no mata una mosca, en la escuela cumple el rol de golpeador? Estaríamos poniendo en sus manos el conocimiento para refinar su pequeño imperio sobre los otros estudiantes, lo que al final nos encierra en el mismo debate que se vive en Estados Unidos sobre la posesión de armas, en el que sus defensores argumentan que sin ellas los “buenos” estarían indefensos ante los “malos”, sólo que nadie se dio cuenta de que los perpetradores de matanzas en las escuelas eran “malos”… hasta que las víctimas cayeron bajo sus balas.
La cantidad y extensión de los casos de bullying hace evidente que el problema no será resuelto en el corto plazo ni con fórmulas mágicas, pero quizá haya que empezar a prestar atención a los mismos factores que, según los especialistas, han hecho imposible controlar el fenómeno del narcotráfico mediante el mero uso de la fuerza pública, sin importar en qué medida ni con qué estrategia se use ésta. Esos factores que mantienen a la sociedad, y en especial a los jóvenes, en jaque son la pobreza, la desigualdad, el rompimiento de lazos sociales, la cultura individualista, la falta de oportunidades, la corrupción. Como es sabido, las escaleras se barren de arriba hacia abajo; deberíamos tener claro que no podemos acabar con el bullying si no limpiamos el clima social en que crecen nuestros niños.

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