viernes, 28 de junio de 2013

La 'Lady Ultrajada' que baja llantas vs. el crimen

Por  | Corte de Caja – Hace 6 horas

Desde hace algunos años, en Rusia la mayoría de los automóviles traen una videocámara justo en el espejo retrovisor para registrar cualquier percance que ocurra delante del vehículo. Esto hace que ese país tenga una red de vigilancia de tal tamaño que hace palidecer al Big Brother del carnal Marcelo.

Curiosamente, eso no inhibe en lo más mínimo el comportamiento de la gente, a pesar de que sabe que es monitoreada desde cualquier ángulo y lejos de mejorar sus hábitos de manejo o convivencia social, pareciera que actúan en sentido inverso entre más ojos tiene sobre ellos, como puede apreciarse en un video denominado “Amamos Rusia 2013”, donde se recopilan grabaciones de batallas campales en las calles, conductores locos, persecuciones, peatones imprudentes y más.

Lo anterior viene a cuento no por nuestra afición a la colección de matrushkas, sino porque en México en los últimos años se registra algo similar con todos esos personajes que nos quieren demostrar a toda costa de qué cuero salen más correas.

Es decir, todos aquellos que andan de ‘mírame y no me toques’ ya sea embriagados de poder o de cualquier otra sustancia que envalentona y crea semidioses.

La más reciente es la denominada ‘Lady Plástica’ o ‘Lady Azcapotzalco’ (nótese que estos nuevos próceres están poniendo en el mapa a más lugares que la Secretaría de Turismo con los pueblos mágicos) cuyo identidad secreta cuando no lucha contra el crimen es Patricia Alejandra Botello Platas, oficial secretaria del Ministerio Público de su localidad quien fue sorprendida bajando llantas.

Al percatarse de que estaba siendo fotografiada, la servidora pública enfrentó al ciudadano de la cámara infraganti y como ya es costumbre le indicó que ella era “una persona muy influyente y que no sabía con quién se estaba metiendo”, lo que a estas alturas ya se puede sintetizar en un ‘Me ves y sufres’. Y como a las pruebas se remitía, más tardó en desinflar un neumático en compañía de un hombre identificado como policía de investigación que en convocar a un escuadrón que lo detuvo y remitió a la sede delegacional de la Procuraduría capitalina.

El chico, llamado Gamaliel Lezama, quien trabaja como enfermero en el IMSS, estuvo retenido 16 horas y acusado de ‘ultraje’, delito que refiere a la falta de respeto a autoridades en funciones. Salió después de pagar una fianza de 18 mil pesos y de soportar malos tratos, aislamiento e intimidación.

El cargo que le fincaron es porque la funcionaria argumentó en su declaración que desinflaba la llanta porque “estaba en una diligencia para deshabilitar a un automóvil que estaba ahí por robo”, lo que deja muy mal parados a todos aquellos que han dejado ir a capos y criminales de cuello blanco que desconocían que más que inteligencia, lo único que necesitaban era sacarles el aire por el pivote.

De hecho, refiere el ciudadano, hubo un policía que le confesó que esa mujer estaba "pesada" y que la conocían como la "Chica Plástica" y que "era un alacrancito", lo cual por el momento lo único que refiere a esta descripción es que cuando ella te pica, en verdad te desinfla.

En seis meses que llevamos de este año hemos visto circular a toda una corte de personajes exquisitos que lo único que piden es que los traten a la altura de su alcurnia, llenando los medios con nombres como Lady Profeco, Lady del Senado, Gentleman de Silao, de Ixtapaluca, etc. ¿Y qué ha pasado con ellos? Absolutamente nada, con excepción del titular de Profeco que ‘lo fueron’ mientras él juraba y perjuraba que de nada se arrepentía, porque nada había hecho, sin percatarse de que ese era su peor pecado.

Como en Rusia con sus miles de cámaras, las redes sociales están ventilando como nunca habíamos visto el comportamiento prepotente de personas contratadas para servir a la gente, aunque al parecer, eso parece incitarlos más en lugar de inhibirlos, y eso se debe a que fuera del linchamiento social (que para el cinismo que se cargan es lo mejor que les puede pasar para salir del anonimato), nadie ha sufrido consecuencias. Quizás esto se deba a que todos hemos fallado al hacer valer nuestros derechos, pero más que nada, hemos errado por nuestra cultura arraigada de sentirnos influyentes cuando podemos y más nos conviene, -trabajo, familia, vecinos y hasta en la cola de las tortillas-, momento en que todos somos ladies and gentlemen. ¿O usted no ha dejado sentir su peso en su pequeño nicho de poder?

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