sábado, 6 de abril de 2013

Pero por qué somos tan pobres




Jaime Avilés


De cada 100 personas que viven en Inglaterra, según la BBC, 15 están en situación “precaria”.

    De cada 100 que viven en Andalucía, según el Observatorio español de la Pobreza, 30 se encuentran en la ruina.

    De cada 100 que viven en México, según el Banco Mundial, 52 no pueden cubrir los gastos mínimos de la subsistencia cotidiana y de éstas más de 20 ni siquiera toman una comida al día.

    Gran Bretaña posee una muy poderosa compañía petroleras. British Petroleum extrae aceite y gas de las profundidades del Mar del Norte a los costos de producción más altos del orbe (alrdedor de 70 dólares por barril).

    Sin una gota de petróleo en su península, España se vale de Repsol para abastecerse de hidrocarburos pero además compra y vende petróleo y gas a los países de América Latina devueltos en los últimos 30 años a la condición de colonias ibéricas.

    México, agobiado por los más elevados índices de pobreza y miseria en comparación con los de Inglaterra y España, tiene inmensos yacimientos petrolíferos en la Sonda de Campeche, que saca al costo de cuatro dólares por barril y vende a 100: una utilidad de 96 por ciento.

    ¿Por qué es tan terriblemente injusta la distribución de la riqueza en México?

    Durante los últimos 12 años el gobierno federal encabezado por Ernesto Zedillo (1994-200), Vicente Fox (2000-2006) y Felipe Calderón (2006-2012) tomó un billón 641 743 millones de pesos, que fueron obtenidos de la exportación de petróleo, y los entregó bajo el concepto de “devolución de impuestos” a 16 grupos financieros, de los cuales cuatro (Telcel, Telmex, Carso e Imbura) pertenecen a Carlos Slim, el hombre más rico del planeta.

    De acuerdo con un excelente reportaje de Zorayda Gallegos (@zogallegos) para la revista emeequis, en el último año de su gestión Zedillo “devolvió” 75 mil 325 millones de pesos; Fox de 2001 a 2006 hizo lo propio con 732 mil 469 y de 2007 a 2011 Calderón  les obsequió 833 mil 674, más lo que les haya dado en 2012.

    Con esa fabulosa cantidad literalmente robada al pueblo de México se podría hacer alguna de las siguientes cosas:

    Cubrir la bancarrota financiera de Chipre nueve veces 
    Rescatar mil 262 veces a Mexicana de Aviación 
    Construir 111 refinerías 
    Pagar el presupuesto de la UNAM 48 años 
    Becar a todos los miembros del Sistema Nacional de Investigadores 521 años

    O en un plan, digamos, un poco más internacionalista proletario, enviar 50 naves espaciales como la Curiosity a Marte.

    Y sin embargo el dinero simplemente fue a dar a las arcas de los mismos de siempre: Carlos Slim, Lorenzo Zambrano (Cemex), Alberto Bailleres (Miñera Peñoles y Palacio de Hierro), familia Larrea (Grupo Minera México), familia Servitje (Bimbo), familia Bours (Bachoco), familia Azcárraga (Televisa), Roberto González (Maseca), Jerónimo Arango (Waltmart) familia Saba, cervecería Modelo (hoy de la belga Heineken) y Grupo Gigante (hoy Soriana, que junto con Banca Monex lavó una desconocida suma de millones de dólares para la campaña electoral de Enrique Peña Nieto).

    ¿No es como para morirse de risa? La renta petrolera (ya descontados de ésta los 40 centavos de cada peso utilizado por el gobierno federal para sus gastos en esos 12 años) se destinó en su totalidad a los monopolios de las telecomunicaciones, la minería, el cemento, la tortilla, el pan de caja, el huevo, la cerveza, los medicamentos y las tiendas departamentales.

    Este consorcio de acaparadores reportó al fisco sus ganancias y sus pérdidas, que en teoría fueron iguales, por lo que Hacienda, de acuerdo con la ley vigente, promedió sus ingresos y egresos y les cobró impuestos equivalentes a sólo cuatro por ciento de sus utilidades. En 2005, por ejemplo, 50 grandes empresas pagaron, cada una, 74 pesos de Impuesto Sobre la Renta y 67 pesos de IVA.

    Pero aquí no termina la tragedia. En el curso de este año, Peña Nieto abrirá Petroleos Mexicanos a la inversión extranjera, para que British Petroleum, Repsol y las empresas de Texas se adueñen directamente de 150 mil millones de pesos, mismos que piensa recuperar aumentando el IVA de 16 a 19 por ciento y cobrándolo, además, por la compra de alimentos y medicinas. 

    Para “rescatar a España”, como le ofreció Peña Nieto a Rajoy, el IVA se convertirá en un castigo económico a los enfermos por haber perdido la salud y a la gente que aún conserva la mala costumbre de comer dos o tres veces al día. 

    ¿Alguien todavía puede extrañarse de que en un país dominado por la aristocracia de los monopolios locales (para no hablar de los extranjeros), donde 52 de cada 100 personas son pobres, el negocio del narcotráfico y los 40 mil millones de dólares anuales que reditúa, permita que sobreviva una gigantesca masa de millones de excluidos?

    ¿Y qué mejor, para ello, que mantener el baño de sangre inaugurado por Fox y multiplicado exponencialmente por Calderón? El pobre hombre que ahora funge como “presidente de México” es a todas luces un subnormal (dicho sea esto sin ofender a las personas de capacidades diferentes), cuyo retraso mental se agrava, cuando habla en público, por su lógica ignorancia: un tarado por sus propias limitaciones no puede ser un erudito. Pero entonces que alguien nos diga: ¿por qué lo instalaron a la cabeza del Poder Ejecutivo? La respuesta es muy sencilla: por su copete.

    Peña Nieto no sabe cómo se llama la capital del estado de Veracruz. Lo demostró esta semana al defender en un encendido discurso la “reforma educativa” que impulsa. Pero si esto es patético, no sé cómo calificar el hecho de que el secretario de Educación sea el mismo individuo que en diciembre de 1997, como jefe de la política interior de México, auspició la matanza de 47 indígenas, entre ellos hombres, mujeres, niños y ancianos, en una ermita de los Altos de Chiapas.

    El cuadro del horror se vuelve aún más espeluznante si pensamos que Peña Nieto dijo que la capital de Veracruz (en la realidad llamada Xalapa) es “Boca del Río” y una multitud lo aplaudió a rabiar, todo ello después de que en una solemne ceremonia, el gobernador veracruzano, Javier Duarte, recibiera un premio por su labor en “defensa” de los periodistas, el mayor acto de esquizofrenia y cinismo visto en muchos años, porque durante la breve gestión de Duarte han sido asesinados 9 periodistas y muchos más han huido de la entidad ante las amenazas de muerte que recibieron.

    Por eso quiero exponer aquí el caso de Pilar Velasco (@Pevelasco), una periodista española de la cadena SER, que obtuvo y difundió un video en el que un tal Ignacio González, del Partido Popular (sí, el de Aznar, Fox y Calderón), entregó una bolsa, al parecer llena de dinero, en la casa de un narcotraficante colombiano, allá en el puerto de Cartagena de Indias.

    Cogido con las manos en la masa, hace ya un año que el tal González acusó penalmente a la reportera. Las organizaciones sociales que resisten allá las políticas criminales del FMI aplicadas por el PP, la defienden rabiosamente. 

    Saben que si Pilar Velasco es atropellada por la “justicia” del reino de Juan Carlos, muchos periodistas más quedarán expuestos a peores abusos, como nos pasó a nosotros, los periodistas mexicanos, que tenemos ya una legión de colegas asesinados, un dato quizá irrelevante frente al número escandaloso de feminicidios, que palidece ante los más de 25 mil desaparecidos y los 150 mil caídos por lo menos durante el genocidio de Felipe Calderón y los 5 mil y pico que han perdido la vida en los cuatro primeros meses de Peña Nieto. 

Twitter: @Desfiladero132

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