martes, 2 de abril de 2013

Miguel Mancera vs. Marcelo Ebrard: aullar como lobo


Alejandro Páez Varela



Miguel Mancera me ofreció la mitad de su sándwich. Sándwich con papas fritas. Estábamos en su sala de juntas. “Adelante, doctor. Provecho”, dije. Y lo devoró. El Procurador traía el primer botón de la camisa desabrochado y la corbata floja. Sin saco. El mismo corte de cabello de hoy, con su característico copete de Tintín. Dijo que no había comido por la cantidad de trabajo que tenía. Era tarde ya porque cuando salí, caía la noche. Hablamos de Marcelo Ebrard. Dos horas. En algún momento le pregunté: “Y usted, ¿le entra a la Jefatura de Gobierno?”. Justo se definía esa candidatura por el DF, mientras que Ebrard movía el mundo para alcanzar la suya, la presidencial. –Si es parte del proyecto de Marcelo Ebrard, sí –respondió Mancera. No reveló nada. Era una entrevista convenida.
Antes me había contado cómo conoció a Ebrard. Mancera recuerda datos impresionantes, como la ropa que llevaba su entonces jefe en cada encuentro, quiénes lo acompañaban y, sobre todo, cuántos años tenía él. “Estamos hablando de 1998, más o menos”, contó sobre la primera vez. “Lo recuerdo de traje. No sé si estaba el licenciado García Cordero, pero fue en su despacho. Ese fue el primer contacto que tuve con el licenciado Ebrard.
Posteriormente, volví a tener contacto con él en la Secretaría de Salud. Él era el Secretario y yo era abogado litigante en materia penal”. Esa primera vez, dijo, tenía 30 años. Y cuando Ebrard lo jaló a su primer puesto público “…en un nivel pequeñito, ¿eh? Era una Subdirección de Investigaciones y Procedimientos, algo así se llamaba. Yo tenía 32 años”. Y cuando lo llamó a la Procuraduría de Justicia del Distrito Federal: “Le dije que si era por su proyecto, adelante. Yo estaba a punto de cumplir 40 años”. Hablamos mucho. Algo de la plática está en Presidente en espera (Planeta 2011).
En ese momento, cuando salí del bunker en la colonia Doctores, Mancera me pareció de lo mejor: sencillo, leal, sin gatos en la barriga, alejado de los lobos. Hasta inocente. Lo comparé de inmediato con Mario Delgado, quien competía con él por la candidatura a Jefe de Gobierno. El ahora Senador me dio dos citas y las dos me las canceló con desplantes groseros, arrogantes: cuando ya estaba sentado y casi con la grabadora encendida. Poco después vi a Delgado en El Farolito, la taquería frente al cuartel de Ebrard en La Condesa. Ya había perdido la candidatura por el GDF. Confirmé su arrogancia: ordenaba con las cejas levantadas, casi con asco. Miraba por encima de la cabeza de los demás. “Así es Mario Delgado”, me confirmaron dos, tres veces. De haber sabido, ni me expongo a la grosería.
Mancera, me dije, mejor Mancera que este señor, un político apresurándose a ser lobo: era custodio de los intereses de Elba Esther Gordillo en el Gobierno del Distrito Federal: el segundo de abordo en la Secretaría de Educación de Delgado fue nada menos que Xiuh Tenorio. Xiuh, el que facilitó Conciencia Ciudadana para que naciera Nueva Alianza. Xiuh, el que llegó a la Subsecretaría tras negociar que Maximiliano Reyes Zúñiga se pasara del Panal a la bancada del PRD para que Ebrard tuviera mayoría en la Asamblea Legislativa. Xiuh Tenorio, alfil de la lideresa corrupta que hoy está en prisión. Mejor Mancera, me dije.
Y es evidente que muchos pensaron lo mismo: llegó con una votación histórica, aunque quizás no sólo por él sino por el desempeño de sus antecesores, y sin duda por ese tren cargado de votos que es Andrés Manuel López Obrador en campaña: unos 30 millones en dos contiendas presidenciales.
*** 2013. Supongo que fue una reunión, o varias. Jesús Zambrano al frente, Jesús Ortega detrás. “Los Chuchos” y Miguel Mancera. Adivino, por comentarios de aquí y de allá, lo que podría ser el diálogo. –El partido es suyo, jefe –habrá dicho Zambrano. Y los demás, aprobando el ofrecimiento con la cabeza. –Tiene todo nuestro apoyo –otra frase previsible. Después una tercera, y el ofrecimiento: –Usted puede decidir, si quiere, quién es el próximo presidente nacional del PRD.
Mancera cavila (imagino). ¡Él, decidiendo al próximo líder nacional perredista! –Sí, usted. Si Mancera decide al próximo líder del partido, pues “decide el futuro de Ebrard”. De ese tamaño el ofrecimiento. “Los Chuchos”, que llevan dos presidencias al hilo, ponen a Mancera a pensar y allí se enteran de que el “grupo compacto” de ebradistas no es tan compacto y que hace agua en donde se suponía que no hacía: en Mancera.
Ebrard ha sido crítico del actual PRD. De su pragmatismo y su cercanía con el PRI. “Los Chuchos” saben que una renovación del PRD tiene que pasar por ellos, y por otras tribus que, como ellos, operan como priístas. A ellos les interesa el poder, no el partido. Pero el partido es poder. Y convencer a Mancera de que “sea quien decida” es convencerlo de que decidan juntos o, claramente, que vuelvan a decidir ellos porque Mancera ni gallo tiene. No uno del tamaño del que era su gallo, en teoría: Ebrard.
Marcelo habrá calculado que con Miguel al frente del gran bastión de la izquierda, y él en el PRD, podrían dar un golpe de timón que el perredismo espera desde hace años y más ahora, que está bajo la amenaza de Morena. Una amenaza real: en Chihuahua, el perredismo se enteró justo en marzo de 2013 que ya no le quedan militantes ni para representantes de casilla; entonces hizo lo impensable: se alió al PRI para la elección de julio. Al estilo del PRD nacional, pero a lo bruto y descarado.
La tentación no le permitió a Miguel Mancera responder de tajo y despejar la duda sobre su apoyo a Ebrard. El ofrecimiento de “Los Chuchos” lo puso a bailar como trompo. –Usted puede decidir, si quiere, quién es el próximo presidente nacional del PRD. En ese momento no recordó, como números de lotería, los años que tenía cada vez que Ebrard lo llamó para ponerle el siguiente escalón. La última vez fue cuando tenía 45 años. El escalón fue la Jefatura de Gobierno. Justo 15 años después de la primera vez.
*** Son “Los Chuchos” quienes le meten en la cabeza que puede decidir. Pero son los cercanos, su grupo compacto, los que lo ponen en aviso. Política de párvulos: si Marcelo Ebrard no es el próximo presidente del PRD, lo aleja de la carrera presidencial. La codicia huele siempre a futuro: es entonces que levanta una pared. Acentúa su cercanía con Enrique Peña Nieto y con el PRI al mismo tiempo que coloca arqueros y manda señales desde sus torreones.
Un par de periódicos publican supuestos malos manejos con la Línea Dorada durante la administración de Ebrard; reviven, sin rubor, una nota de Víctor Fuentes de marzo de 2011 en Reforma, que toma datos de 2009. Alguna columna filtra que Ebrard “endeudó al DF”. Señales. Estatequietos. Y más cercanías con el PRI de Peña Nieto y más cercanía con “Los Chuchos”.
Ebrard está haciendo política. Primero reaparece en una entrevista con SinEmbargo. “Yo me veo en un PRD que sea la principal fuerza de la izquierda mexicana y asuma la responsabilidad de encabezar la oposición informada e inteligente al gobierno de Peña Nieto y del PRI”, le dice al periodista Humberto Padgett. Dos días después, afirma en Milenio Televisión al periodista Carlos Puig: “El Distrito Federal debe ser un contrapeso al gobierno del PRI y ahora esa postura se ha desdibujado en la capital del país”. Mancera reacciona como esperan los lobos. Al día siguiente manda la mentada de madre con la que soñaba el PRI de Peña Nieto; la que tanto deseaban “Los Chuchos” y la que le impulsó su “grupo compacto”, el que ya se ve con él en Los Pinos. Responde a Ebrard: “Él [Marcelo] está haciendo política y ahora no es el Jefe de Gobierno; yo soy el Jefe de Gobierno…”. Y en la sombra, los lobos aplauden.
*** ¿Ruptura definitiva? Puede ser. Si Miguel Mancera quiere, sí. Pero si se sale de la zona de confort que lo llevó a donde está, deberá aprender rápido a aullar como lobo y a verse como lobo y a comportarse como lobo y a ser lobo. O los lobos se lo van a comer. Si decide dejarse convencer por los lobos –como parece que ya sucedió– Mancera deberá meterse en la cama, ahora sí, con el PRI y el PRD priista. Perderá, por supuesto, la virginidad y saldrá embarazado. No será más el Mancera de antes, el de hace tan poco: el que ganó las elecciones. Y de esa manera, la izquierda habrá perdido al líder que era, por tradición, un Jefe de Gobierno: el que junta las corrientes, el que las mantiene unidas. Y el que se dedica a gobernar. Entonces se habrá perdido aquél otro Mancera, por el que votaron tantos mexicanos en la capital. Será más ése de hoy, que sale en fotos de sociales. El que, como Peña Nieto cuando Gobernador, aprovecha cualquier oportunidad para saturar la televisión de spots pagados con dinero de la ciudad. Que se sepa, fuera de su ámbito (es abogado), no es un hombre de lecturas: a nadie sorprenda, pues, que trastabille cuando le pregunten por sus tres libros favoritos.
Ahora se tendrá, por primera vez desde que Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano gobernó la urbe, a un abierto simpatizante del gobierno de la República en turno. El bastión de resistencia habrá sido demolido. El Mancera del sándwich con papas fritas ya no regresa, me temo. Nos queda, siento, el aprendiz de lobo. Un aprendiz de lobo a los 47 años de edad. 

(SIN EMBARGO.MX)

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