domingo, 4 de noviembre de 2012

Reformas estructurales: ¿cuántas faltan?, ¿de qué han servido?

 
José Agustín Ortiz Pinchetti
La reforma laboral ha quedado atrapada temporalmente. La derecha ha tenido éxito: un amplio sector de la opinión pública se ha tragado la rueda de molino que lo que le falta a México es hacer reformas estructurales. Esto repetido mil veces se ha vuelto dogma. ¿De veras no se han hecho ya en México reformas neoliberales? Examinemos este pequeño catalogo:
1) Venta masiva de empresas públicas con fuerte dosis de corrupción (1985-1994); 2) reprivatización de la banca (1990). 3) entrega de la banca a inversionistas extranjeros (1995-1999); 4) reforma al artículo 27 constitucional para desmantelar los ejidos (1991-1992); 5) nuevo régimen de la minería para permitir que particulares, concretamente grandes compañías extranjeras, pudieran extraer en forma abusiva metales preciosos sin pagar derechos ni impuestos (1992); 6) privatización inconstitucional de la generación de energía eléctrica (1992).
Ahí van más: 7) aumentos del IVA de 10 a 15 por ciento y de 15 a 16 (1995-2009); 8) autorización para explotar comercialmente la educación media, superior y universitaria; 9) privatización del servicio ferroviario (1995); 10) privatización de los sistemas de ahorro para el retiro (1996); 11) Aprobación del Fobaproa que convirtió ventas privadas, muchas veces ilícitas, en deuda pública que pagarán los contribuyentes durante décadas (1998); 12) modificaciones a la ley del impuesto sobre la renta para permitir la elusión de contribuciones por las grandes corporaciones (2005); 13) privatización del manejo de las pensiones de los trabajadores al servicio del Estado (2007); 13) autorización para aumentos mensuales a las gasolinas, el diésel, el gas y la luz (2009).
¿Quiénes las han aprobado? El PRI y el PAN asociados en la construcción de una nueva política económica impropiamente llamada neoliberal. Se trata de una política conservadora tendiente a hacer cada vez más débil al Estado mexicano, a privarlo de su vocación social y fortalecer a una oligarquía rapaz.
¿Cuáles son los frutos en el campo estrictamente económico? Treinta años sin crecimiento, un mercado cada vez más restringido, concentración del ingreso fuera de toda proporción, desigualdad creciente y polarización, disminución del nivel de vida, crecimiento de la miseria y sometimiento de los políticos y de la mayoría de los partidos a los llamados poderes fácticos.
Y aún así hay quien clama por reformas estructurales.

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