martes, 6 de noviembre de 2012

Apoyo a migrantes Julio Hernández López


Astillero
Los paisanos
Corregir diplomacia
Lozoya y Montaño
Apoyo a migrantes
Julio Hernández López
Foto
Enrique Peña Nieto, durante la reunión con Mónica Arriola y Luis Castro Obregón, senadora por el Panal y presidente de ese partido políticoFoto María Luisa Severiano
A
pesar de su enorme déficit en otros rubros del ejercicio gubernamental, el priísmo sostuvo durante décadas una política exterior que en términos generales fue respetable y que trató de equilibrar la dependencia económica y geográfica respecto de Estados Unidos, tendiendo la vista y la mano hacia Latinoamérica y otros países en desarrollo e incluso hacia naciones con relaciones poco afectuosas con la potencia del norte.
Justamente en ese punto, el de la política desplegada desde la Secretaría de Relaciones Exteriores, fue posible observar una marcada diferencia con el panismo llegado el poder. Desde el aventurerismo ilustrado de Jorge Castañeda hijo hasta la grisura sostenida de Patricia Espinosa, pasando por el nombramiento afrentoso no sólo de meros políticos habilitados como diplomáticos, al más puro estilo del peor priísmo clásico, sino incluso de absolutos desconocidos en el escenario político nacional a los que la suerte partidista acomodó en altos cargos burocráticos, embajadas y consulados sin tener alguna experiencia en esos menesteres ni adecuada formación académica, haciendo a un lado el servicio diplomático de carrera.
En ese remolino de ocurrencias e ineptitudes, millones de mexicanos han quedado en Estados Unidos en circunstancias muy desfavorables. Llevados al vecino país por la crisis económica permanente que no ofrece empleos ni oportunidades de crecimiento laboral y profesional, esos paisanos han quedado atrapados entre los desatinos tragicómicos de Vicente Fox, quien soñó con una relación de socios con su contraparte que mostraba similares condiciones de ignorancia y torpeza, George W. Bush, y con la engañifa de la tal enchilada completa (utilizando, en diversos tramos de esa locura gubernativa con botas, a un presunto especialista en asuntos migratorios y en relaciones con los centros de poder estadunidense, Juan Hernández).
Felipe Calderón, por su parte, entregó soberanía nacional como nunca antes en el México moderno, pero no consiguió a cambio ni siquiera un guiño más o menos serio de atención al gran problema nacional de los mexicanos en condición migratoria irregular. Contento con desempeñar el folclórico papel de gallito mexicano en pelea contra el narcotráfico, Calderón cosechó efímeros y cambiantes aplausos en alguna visita discursiva ante legisladores estadunidenses y se la pasó exigiendo que se frenara el tráfico de armas hacia México. Pero nada más.
La administración federal priísta (AFP) que entrará en funciones el próximo uno de diciembre habrá de diseñar una política exterior que debería colocar en el centro de sus esfuerzos la defensa real de los millones que viven en el imperio vecino y que mantienen contra viento y marea un apego a la mexicanidad que no es correspondido plenamente desde las cúpulas gubernamentales. Los mexicanos que laboran sin documentación suficiente en Estados Unidos colaboran con la economía del país de las barras y las estrellas (aunque la hipocresía y el patrioterismo fanático y criminal de algunos sectores gringos pretendan expulsar o limitar la participación de mexicanos en sus procesos productivos que de otra manera sufrirían por falta de mano de obra cumplida y sacrificada) y también colaboran con la de su patria, pues envían remesas que constituyen uno de los pilares de la economía nacional.
Hasta ahora, entre los nombres que asoman en el escaparate peñista para ocupar la secretaría de Relaciones Exteriores está el de Emilio Lozoya Austin, quien es hijo de Emilio José Lozoya Thalmann, economista que fue director del Issste y secretario de Energía durante el gobierno de Carlos Salinas de Gortari, hijo a su vez del médico y general Jesús Lozoya Solís, quien llegó a ser gobernador interino de Chihuahua. Lozoya Austin tiene 35 años de edad, es economista por el ITAM y abogado por la UNAM, con una maestría en Harvard, y hasta el 10 de septiembre pasado era miembro del consejo de administración y de auditoría de OHL México, la empresa española que ha recibido valiosos contratos para obra pública en el estado de México y el Distrito Federal, siempre bajo sospecha de aprovechamiento de relaciones políticas para beneficios particulares. Otra pieza importante del engranaje peñista en asuntos exteriores es Jorge Montaño, quien ha sido embajador en Estados Unidos y ante Naciones Unidas, doctor en economía y profesor de varias generaciones de internacionalistas en la UAM y el ITAM.
Aun cuando pareciera cobrar fuerza la corriente que privilegia los aspectos económicos en materia de diplomacia (enfoque sostenido por el panismo), la situación de los mexicanos en Estados Unidos requiere de un trazo netamente político que deberá tomar en cuenta la conformación del poder estadunidense a partir de hoy. Aun cuando el peso de los grandes intereses suele convertir a los ocupantes de la Casa Blanca en meros ejecutores de las grandes líneas tomadas por las élites dominantes, de tal manera que republicanos o demócratas acaban significando solamente variantes en cuanto al mal trato o el desdén hacia lo mexicano, de ganar Barack Obama un cuatrienio más se daría una oportunidad notable de insistir en una reforma migratoria, mientras que la postura se tornaría más defensiva si el triunfador fuera Mitt Romney. En cualquiera de los casos, lo importante es que los poderes mexicanos dejen de colocar en segundo plano el tema fundamental de los mexicanos económicamente exiliados en Estados Unidos y que los partidos, las cámaras y la administración federal priísta empujen programas favorables para esa gran masa que lentamente va ganando peso y fuerza en ambas naciones.
Y, mientras Enrique Peña Nieto comía con la directiva del Panal Gordillo, sin la presencia de la Elbeja Reina pero sí de la hija senadora y el nieto diputado, y luego ese mismo mexiquense por fin lograba juntar un grupo de intelectuales para que cenaran con él, ¡hasta mañana, con los normalistas rurales de Michoacán de vuelta en las calles y con los diputados panistas dispuestos a explorar redacciones alternativas en los artículos polémicos de la reforma laboral!
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