martes, 20 de diciembre de 2011

Las 13 telenovelas invadidas por la política

 

Alberto Tavira Álvarez (@BetoTavira)
Portada del libro.
No es algo nuevo. El marketing político lleva varios años extendiendo sus tentáculos en la trama de las telenovelas producidas en México. Quizás lo que últimamente ha fruncido el ceño de los espectadores es la presencia cada vez más constante de menciones de candidatos presidenciales, programas de gobierno o logros en las administraciones de determinados gobernadores.
Y es que en la medida que Instituto Federal Electoral (IFE) ha ido limitando los espacios electrónicos destinados a los partidos políticos y a los funcionarios públicos, las telenovelas producidas por Televisa y TV Azteca han ido arropando a los políticos dentro de lo que se considera “la religión más venerada de México”.
En el libro Telenovelas en México. Nuestras íntimas extrañas, recientemente editado por Grupo Delphi, se reúne el punto de vista de siete expertos en este género (Álvaro Cueva, Carla Estrada, Alejandro Garnica, Rubén Jara, Heriberto López, Guillermo Orozco y Silvano Soto) con el fin de analizar el fenómeno social que representan las telenovelas desde la crítica televisiva, la producción, la academia y la investigación.
Es en el capítulo escrito por Guillermo Orozco y titulado “Entre espectáculo, mercado y política: la telenovela mexicana en cinco décadas” donde se aborda el auge de este nuevo matrimonio por conveniencia. El investigador académico de audiencias de televisión asegura que la agenda que se pretende construir vía telenovela está siendo aprovechada por la política y sus políticos, ya que han ido incorporando a manera de inserciones publicitarias diversos mensajes que apoyan a aspirantes a la Presidencia como En la fea más bella (2006) o en la que el entramado narrativo sirve para justificar planes y acciones gubernamentales que van desde asuntos de seguridad pública (Llena de amor, 2010) hasta programas y acciones de gobierno (Pasión morena, 2009).
Orozco –quien ha sido coordinador del Observatorio Iberoamericano de Ficción televisiva (OBITEL)– escribe en su participación que los gobiernos estatales al parecer también están utilizando los ilimitados recursos que poseen para su comunicación social, para derrochar fuertes cantidades de dinero no sólo para la promoción turística de sus estados. El autor ejemplifica con el caso de la telenovela Las tontas no van al cielo (2008) y los 30 millones que recibió del gobierno del estado de Jalisco. “Ahora otros gobernadores incursionan en las telenovelas al promover y naturalizar en ellas sus logros gubernamentales”.
El tema al que se hace alusión el también maestro en Educación por la Universidad de Harvard es el del gobierno de Chiapas, pues a decir de Orozco: “su gasto en ‘Comunicación social’ no sólo se ha dado para promocionar turísticamente a ese estado en dos telenovelas: Mi pecado (Televisa, 2009) y Pasión Morena (TV Azteca, 2009), sino que también en esta última se optó por insertar varios spots en los cuales se destacan los logros de dicho gobierno”.
Hasta que el SME nos separe
Otro ejemplo reciente de las menciones de temas políticos en melodramas fue el de la telenovela producida por Emilio Larrosa Hasta que el dinero nos separe (2009), versión que adaptó Televisa de la colombiana Hasta que la plata nos separe (2006). En uno de los capítulos, transmitido por El canal de las Estrellas, un personaje le pide permiso a su superiora para ir a una marcha a apoyar a los electricistas a lo que la jefa le responde que no vaya con esos “alborotadores que sólo quitan el tiempo y no quieren trabajar”.

Pedro Fernández e Itati Cantoral.
Es muy probable que este comentario haya pasado desapercibido si no se hubiera hecho luego de la desaparición por decreto presidencial (11 de octubre de 2009) de la compañía paraestatal Luz y Fuerza del Centro, situación que generó múltiples movilizaciones nacionales de los trabajadores afiliados al Sindicato Mexicano de Electricistas (SME). La prensa documentó en su momento que esos movimientos fueron catalogados por el gobierno mexicano como “provocaciones”.
Ese mismo año, salió al aire también en Televisa la telenovela Camaleones (2009) en la que los protagonistas son chantajeados por uno de los villanos que los hace robar piezas de arte y valiosas joyas a cambio de no matar a sus seres queridos que están en la cárcel gracias a las influencias de Augusto Ponce de León (que de manera coincidente tiene el segundo apellido del ex presidente Ernesto Zedillo), quien es un corrupto jefe de la policía coludido con el crimen organizado y que utiliza su posición de poder para delinquir.
Al final, Ponce de León es asesinado sin que nadie repare los actos de corrupción de las instituciones o en los actos violentos que se cometen para su captura. “¿Es esto una clara alusión naturalizante de la violencia que vive el país producto de la guerra que, justamente, enfrenta al Ejército contra el crimen organizado?”, lanza la interrogante Guillermo Orozco en su capítulo.
Una fea más panista que bella
A todos tomó por sorpresa. El 27 de junio de 2006 en una escena de la telenovela La fea más bella –que se transmitía con altos índices de rating por El canal de las Estrellas de Televisa–, un par de actores invitaron a votar en las elecciones del 2 de julio y aseguraron que ellos lo harían por Felipe Calderón, el candidato del Partido Acción Nacional, al que calificaron como el “Presidente del empleo”, frase que por cierto sirvió como eslogan en la campaña del panista.

Angélica Vale y Jaime Camil.
“Esto es algo sumamente grave”, responde el crítico de televisión Álvaro Cueva en entrevista con Animal Político cuando se le pregunta sobre los riesgos del proselitismo político en la trama de las telenovelas. “Pero como los analistas y las autoridades electorales siempre están muy ocupados hablando en sus términos, leyéndose entre ellos y viendo sus programas de análisis político, nadie se dio cuenta de que la telenovela más exitosa de los últimos años y, sobre todo de ese 2006, ya le había dicho por quién votar al pueblo de México”.
Esa misma noche de la mención, una vez que concluyó el capítulo de La fea más bella –versión mexicana de la exitosa telenovela colombiana Yo soy Betty la fea (1999) el candidato Felipe Calderón Hinojosa entró a cuadro y emitió su último mensaje en televisión abierta. Los tiempos que marca el IFE habían establecido que a partir de las 12 de la noche de ese día quedaba prohibido cualquier acto proselitista en el marco de las elecciones que se realizarían pocos días después y en las que, según las autoridades electorales, por un reducido margen ganó Felipe Calderón.
“Siempre me he preguntado qué hubiera pasado si no se hubiera hecho esa mención en la telenovela. ¿Y después de eso qué pasó? Nada. No hubo consecuencias y nadie supo quién pagó la mención y por qué se dijo eso. Es uno de los grandes enigmas de la humanidad”, ironiza Álvaro Cueva, quien escribió el capítulo “Confesiones de un crítico de telenovelas” en el libro Telenovelas en México. Nuestras íntimas extrañas.
Lo de Colosio no fue Nada personal
A diferencia de las historias mencionadas hasta ahora, Nada personal (1996) desde un inicio fue concebida dentro de un entorno político. Realizada por la productora independiente Argos, para TV Azteca, el melodrama abordó temas casi inexplorados por los creadores de telenovelas y marcó una ruptura casi excepcional en este tema.
En palabras de Álvaro Cueva no siempre el éxito de una telenovela es proporcional a su índice de rating. Hay historias que son un cañonazo y son un éxito como Nada Personal, una telenovela que en términos políticos tuvo mucho impacto porque salió en una época de magniciodios. “Veníamos del asesinato de Luis Donaldo Colosio y la telenovela arrancó con una historia como la de Colosio, con una viuda que se vestía como Diana Laura (Colosio) y el escándalo se desató porque aparecía la silueta de un hombre que parecía el ex presidente Carlos Salinas de Gortari. Eso hubiera sido inconcebible en otro momento de la historia de México. El impacto social fue muy notable, tanto que de repente ante las presiones del rating se le hicieron cambios a la historia, la protagonista renunció, entró otra y se creó una leyenda”.
En su participación Guillermo Orozco escribe que los consorcios televisivos crecen con el apoyo de sus respectivos gobiernos, en alianza con los políticos en turno y logran de esa manera consolidar imperios mediáticos. “Es quizá debido a esta alianza con los poderes establecidos que la ficción en México ha evitado tocar del todo temas políticos, salvo excepciones, como Nada personal”.
La mujer con parche que dejó pasar Gobernación
“Catalina Creel para Presidente”, así decía la pinta que la prensa hizo famosa en la mitad de los años 80 y que se encontraba marcada en una de las paredes del municipio de Nezahualcóyotl, Estado de México. La telenovela Cuna de Lobos (1986) tenía poco tiempo de haberse estrenado en el canal 2 de Televisa y los capítulos con fuertes dosis de traiciones, asesinatos y conspiraciones intrafamiliares de la villana Catalina Creel –interpretada por la actriz María Rubio– habían causado un interés poco usual en el público televidente.

Catalina Creel.
Cueva menciona que gran parte del éxito de Cuna de lobos se debe a que se transmitió en un momento en el que el pueblo mexicano venía de una cadena de acontecimientos desafortunados que tenían su origen, sobre todo, en las crisis económicas transexenales y cuyo punto más alto lo había alcanzado el terremoto de 1985. “México estaba desesperado y tenía un odio social monumental, así que esta historia se convirtió en la válvula de escape de la sociedad mexicana debido a que a través de la novela el pueblo canalizó muchos de esos odios y rencores al grado de que había pintas en las calles. Para ellos era preferible Catalina Creel, la asesina, la villana, la traidora en lugar de nuestros políticos”.
El mismo crítico de telenovelas asegura que la causa por la que la Secretaría de Gobernación permitió la transmisión de la historia, escrita por Carlos Olmos, se debió a que estaban muy preocupados por el estreno de Topacio (Venezuela, 1986). En esos años, debido a los constantes problemas de devaluación, México dejó de comprar series y otros productos por lo que el canal 5 se quedó con muy poco contenido y comenzó a incluir en su programación telenovelas en la noche. Dado que no había mucho presupuesto, los ejecutivos de Televisa fueron a Venezuela a comprar relativamente barato este melodrama que resultó ser un cañonazo. Toda la atención estaba puesta en esta telenovela y prácticamente nadie, en Segob, se dio cuenta que entró Cuna de lobos. Para cuando les cayó el veinte la historia de la familia Larios ya se había convertido en todo un fenómeno en la sociedad mexicana imposible detener.
Para el especialista en programas de televisión: “Si hoy llegara Cuna de lobos como un proyecto nuevo tendría serios problemas para ser autorizada en Gobernación porque es una trama donde hay mucha muerte, no hay historia de amor, hay vientres de alquiler, traiciones y eso, de alguna manera, va en contra de los valores que la televisión de ahora quiere proyectar”.
La venganza de Benito Juárez en el carruaje
En la década de los 60, Televisa produjo una telenovela histórica que se llamó Maximiliano y Carlota (1965) protagonizada por Guillermo Murray y la esposa de Luis de Llano Palmer, María Rivas. El melodrama fue producido por Ernesto Alonso y contaba la historia de amor y el reinado de Maximiliano de Habsburgo y su esposa Carlota Amalia, emperadores de México. Como en todas las historias de este género había buenos y malos, y en esta ocasión el malo le tocó ser a Benito Juárez.
Álvaro Cueva recuerda que en esos años hubo un grave problema político con el gobierno y sobre todo con los juaristas. “En ese sexenio de Gustavo Díaz Ordaz se presentaron toda clase de broncas, censuras y demás en contra de Televisa. Fue algo tan fuerte que cuando Luis Echeverría llegó al poder inmediatamente los directivos de la empresa hicieron El carruaje (1972) producida por Miguel Alemán Velasco y donde Benito Juárez era el bueno y los otros eran los malos.
“A mí me preocupa mucho cuando se hacen telenovelas históricas porque al traducir este melodrama a los guiones inmediatamente se tiene que tomar una postura. Si fuera otra clase de ficción no habría problemas, pero como es melodrama sí lo hay”, puntualiza Cueva.
En televisión no hay casualidades
“Yo no tengo nada en contra de las series históricas” señala durante la entrevista el director de la revista Álvaro Cueva Presenta, incluso, asegura estar muy satisfecho con la producción de El encanto del águila (2011), la cual no es una telenovela porque no necesariamente hay una continuidad. Cada capítulo cuenta una historia que comienza, se desarrolla y termina en menos de media hora.
Sin embargo, Cueva cuestiona por qué se está transmitiendo en este momento y no el año pasado, como parte de los festejos del Centenario de la Revolución Mexicana. “Por qué tiene que ser previo al año electoral del 2012 cuando se está reivindicando a la Revolución Mexicana, los que significa reivindicar al PRI. Por qué se hizo esa parte de la historia y no la Reforma, la Conquista, el Movimiento del 68… la historia de México es muy grande, por qué se tiene que contar el origen del PRI”.
La que sí es telenovela y tiene temática política es El octavo mandamiento (2011) que produjo Argos para Cadena Tres y actualmente se transmite de lunes a viernes, a las 21:00 horas. En la trama el Procurador es el villano porque él es que el que manda a asesinar a los periodistas.
Poseedor de una memoria privilegiada, Cueva pone sobre la mesa otra anécdota: En 1988 estaba retransmitiéndose Senda de Gloria (1986) que es una telenovela histórica patrocinada por el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) y por Televisa. El proyecto original contaba la historia de la Revolución Mexicana desde Porfirio Díaz hasta Plutarco Elías Calles y terminaba con la expropiación petrolera. Se transmitía los sábados en capítulos especiales muy largos en plenas campañas políticas para las elecciones del 88. Todo apuntaba a que ganaría Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano y resulta que la última parte que hablaba de Lázaro Cárdenas, papá de Cuauhtémoc, no se transmitió. “Así de importante son las telenovelas –enfatiza Álvaro. Mucha gente se queda clavada con la superficialidad de un personaje como Anahí o “La Tesorito”, pero el fenómeno de las telenovelas es mucho más importante que eso”.
Guillermo Orozco –quien escribió su capítulo en colaboración con Darwin Franco–escribe casi en el final de su texto que “las nuevas fronteras del marketing político ha puesto sus ojos en las telenovelas, ya que la ficción ofrece una vía ‘natural’ para que sus mensajes netamente políticos sean colocados de una manera más efectiva y sobre todo afectiva, pues vertidos en la narrativa pareciera que los éxitos gubernamentales son igualmente celebrados como ¡los triunfos sentimentales de sus personajes!”.

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