domingo, 13 de marzo de 2011

PRESUNTO CULPABLE Víctor Orozco


En la novela “Los Bandidos de Río Frío”, Manuel Payno relata cómo en México cuando sucedía un crimen, los policías tenían que “resolverlo” a como diera lugar y nadie daba por buena una investigación si no se miraba la procesión formada por los gendarmes y colocado en medio algún infeliz bien amarrado y a veces llevado casi a rastras. Era el “presunto culpable” que caminaba a prisión y luego, ante el juez, de donde era seguro, sería llevado al patíbulo o a una inmunda celda donde pasaría largos años o toda su vida. El documental filmado por los abogados Layda Negrete y Roberto Hernández y dirigido por Geoffrey Smith, nos revela que salvo el desfile, lo demás sigue siendo parecido unos ciento cincuenta años después. El fin de la actuación de los policías y agentes encargados de perseguir los delitos, no es como todo mundo supone, el de esclarecer los hechos, llegar a la verdad y reprimir a los delincuentes, protegiendo a la sociedad de sus acciones. No. De lo que se trata es de “resolver” el caso, como en la época de Payno, metiendo en la cárcel a cualquier inocente encontrado a la mano, para llenar los informes de jueces y fiscales con números de una estadística que esconde horrendas realidades. Ésta es una cara de la moneda, la otra, su correlato inevitable, es la impunidad. Si se adjudica el crimen a quien no lo cometió, ello significa que se deja libre al autor. Así, en una espiral sin fin, los agresores o sicarios saben que en la próxima fechoría todo será igual: los policías detienen a quien se les antoja, los jueces lo condenan, se llenan los informes para el inventario…y a lo que sigue.

Hay una escena fugaz y que pasa casi inadvertida, quizá por la contundencia y escándalo de otras, pero que me parece de extrema relevancia. Ocurre en la entrevista al magistrado del tribunal de segunda instancia. Nos dice que su colega estaba convencido de la culpabilidad de Antonio Zúñiga, porque las declaraciones de los testigos –se entiende que los de descargo, que dicen haberlo visto todo el día del domingo en su puesto de comerciante cuando se cometió el homicidio– estaban muy lejos en el tiempo y podían haber sido aleccionados por la defensa. Luego entonces, el jurisconsulto consideraba que toda la atención debía ponerse en las pruebas de la inocencia y no en las de culpabilidad. Es decir, para este alto dignatario de la justicia no eran relevantes las contradicciones, las falacias e imposturas que saltan a la vista en las deposiciones de policías y del único testigo de cargo, a quien aquellos aleccionaron. Para él, lo central era examinar si el acusado había probado su inocencia, no si los fiscales lo habían hecho con su responsabilidad en la comisión del crimen. ¡Y es el magistrado

La película es una lapidaria denuncia del sistema de procuración y administración de la justicia en México. Ofrece tantas vertientes y arroja tantas luces sobre estas vergüenzas de nuestro país, que se necesitarían muchas páginas para referirse a cada una de ellas. La abogada agente del Ministerio Público, que no acierta sino a reírse bobaliconamente cuando el acusado le pregunta de manera directa porque lo está acusando y a contestar: “Porque es mi chamba”. Nadie le dijo en la escuela ni en ninguna otra parte o le pasó de noche, que la institución que representa es de buena fe y por tanto, que no debe acusar a nadie si carece de pruebas. ¿Y el juez? A lo largo de las audiencias muestra que todo su interés está centrado en protegerse, en sostener su bárbaro fallo anterior. Fuera de su perspectiva se encuentra el objeto de su función, vital para la sociedad: decir la justicia.

¡Ah Si el caso de Antonio Zúñiga fuera aislado, “un prietito en el arroz”, podríamos descansar en paz y contentarnos con el final feliz, pues se hizo justicia. Pero no, para nuestra desgracia, Rafael Heredia el abogado defensor tiene razón cuando afirma: “Las cárceles están llenas de jodidos”, vale decir, de inocentes. De personas que nunca vieron al juez, que nunca vieron una orden de aprehensión, que fueron condenados con base en actas levantadas por burócratas indiferentes, redactadas casi como machotes, que no recogen las circunstancias de mayor trascendencia para el caso e incluso falseadas. ¿Cómo podemos derrotar a la delincuencia y a la violencia que nos azotan teniendo este sistema de justicia? Para reprochar la conducta a los criminales, se requiere tener la razón moral, algo de lo que carece este monstruo en el que han convertido a organismos policiacos, fiscalías y tribunales la ineptitud, la falta de oficio y la corrupción de los funcionarios.

No faltará quien quiera arrimar agua al molino de su partido político, imputando las fallas al que gobierna en la entidad donde se cometen las injusticias. ¿Dónde están en el Distrito Federal o en el Estado de México? Es lo mismo, puede ser Guadalajara o Monterrey o Morelia. El cáncer de la injusticia y la impunidad ha cundido, de suerte tal que se sufren sus estropicios en todas partes. Otros, se apartan horrorizados y consideran que difundir las calamidades sociales ayuda sólo a decepcionarnos y deteriorar la imagen de los mexicanos en el exterior. Prefieren esconder la suciedad bajo el tapete. Igual rechazo ha experimentado la difusión de los documentales arrasadores de Michael Moore en Estados Unidos, “Fahrenheit 9/11” y “Sicko”, que pusieron al descubierto complicidades criminales en las que descansa el sistema político o las iniquidades-ruindades de sus servicios médicos. Si les sucede allá, donde presumen tener la mejor, más antigua, eficaz y honesta democracia del mundo decía un comentario, ¿Qué se puede esperar de nosotros? Mal de muchos...

“Presunto Culpable” pertenece a este nuevo, estimulante y esperanzador estilo de hacer cine. No excluye desde luego al que efectúan los actores profesionales ni compite con ellos. En cambio, ha logrado que los espectadores –millones por cierto– miremos a la realidad no con los ojos de la ficción, sino con los de ella misma. Podemos salir de las salas espantados, pero también maravillados por la audacia, la creatividad, el valor de cineastas o aún de aficionados que ponen frente a nuestros ojos los hechos, sin maquillajes ni afeites. La fotografía, la selección de imágenes y escenas, el dibujo del contexto, los rostros, la música, los sonidos, todo ello integra al final una obra de arte tan valiosa como puede serlo cualquier otra en la escritura, la plástica o la actuación. Sé de otras producciones como ésta que se encuentran en puerta para ser exhibidas. Una de ellas sobre la pederastia en las filas del clero, de la joven cineasta Alejandra Sánchez, quien ya escaló las cumbres de la crítica internacional con otro documental sobre las muertas de Juárez. Esperemos que vengan muchas más de estas creaciones.

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