domingo, 13 de febrero de 2011

La muerte de los jóvenes Hesiquio Trevizo Bencomo

“Tal parece ser la paradoja, una de tantas, de nuestro hoy. Vamos de sorpresa en sorpresa, como si fueran abriéndose sucesivas nuevas ventanas en el acontecer diario. El domingo, nuestro Diario sentaba en primera página el dato según el cual el 40% de los jóvenes entre 12 y 19 años, en Juárez, ni estudia ni trabaja. El dato es tremendo, hasta por razones biológicas y, por ello, es arriesgado. De corroborarse tal cifra, el futuro de ciudad Juárez se torna más incierto y pone entre paréntesis los planes de desarrollo y las políticas públicas.

El dato es arriesgado, digo, porque habría que conocer los métodos de medición y el resultado total, siempre aproximado, que arrojaría. Sin embargo, el dato llama poderosamente la atención y ha de ser atendido. A este problema van unidos problemas de índole familiar, laboral y de escolaridad; en fin, problemas sociales de primera importancia ligados vitalmente al futuro de la comunidad. Tal vez, aquí convenga citar la denuncia de un sociólogo español para el cual el verdadero problema que enfrenta su país es el problema educativo, cuya importancia ha ido perdiéndose detrás de la problemática que llena el mundo de la noticia. Lo mismo podemos decir de nosotros. El mundo de la noticia nos da el dato bruto de la violencia enardecida y hemos de tomarnos el tiempo necesario para procesarlo. Cierto, no somos un país con bases estadísticas confiables”. Esto lo escribí para El Diario el 15.02.09; la entrega se titulaba Inmaduros para la vida. En realidad se destacaba lo contrario: maduros para morir. Los sucesos de estos días confirman que el mal ha progresado agravándose.



A dos años de distancia.

Preocupa el número de menores asesinados en esta frontera, es el título a ocho columnas de El Diario de Juárez. (09.02.11) Los numerosos homicidios de jóvenes en esta ciudad, muchos de ellos menores de 18 años, no sólo dan menos expectativas de vida a ese sector de la sociedad sino que el bono demográfico que ellos representan para la población va en declive, opinaron representantes de diversos sectores sociales, y añade: Los comentarios se dan luego de que tan solo el fin de semana pasado 7 menores de edad, dentro de 13 y 17 años fueron asesinados en distintos hechos, y de que en lo que va del año son 18 menores en total los que han sido víctimas de homicidio doloso. Fue especialmente impactante el asesinato de los 3 jóvenes en un lote de autos de la Av. Gómez Morín el menor de los cuales contaba sólo con 15 años. Este viernes, en el asesinato de un policía municipal, la nota refiere como posibles autores a menores de edad.

Además del infinito dolor de sus familias, sufrimiento inútil y evitable que pone de manifiesto el derrumbe social, estos hechos denuncian la situación extrema por la que va atravesando nuestra sociedad, nuestra Patria, e incluso, nuestro Continente. Se trata de una juventud ante la cual, no sólo el futuro se muestra oscuro y amenazador, sino que también se ha cerrado el horizonte de los valores humanos y cristianos, como se ha paralizado el proceso de la civilización; se trata de un conglomerado que no tiene puntos referenciales, que se ahoga en el simple materialismo de la vida tal como le es presentada, aún con cierto grado de escolaridad. Además de esta tragedia, de estas pérdidas irreparables que merman la potencia social, están también del otro lado “los otros jóvenes”, también menores de edad muchas veces, que empuñan las armas para matar a otros jóvenes como ellos. En este ámbito de destrucción están también los miles y miles de jóvenes atrapados en ese callejón sin salida que son las adicciones, el alcohol y el sexualismo activado prematuramente que se concreta en la maternidad prematura y por ello sin posibilidad de sustento ni material ni psicológico.

Es claro, también, que en ese ámbito pesa mucho el déficit educacional en cantidad y calidad, la falta de empleo, la pobreza y el discurso oficial optimista que canta la bonanza de la macroeconomía; está también la algarabía política, la lucha por el poder, el desdibujamiento de las plataformas ideológicas de los partidos en la búsqueda del poder y está el coste estratosférico de la política nacional. Están las políticas sociales del gobierno erráticas, incompleta y de relumbrón, poniendo “curitas” en heridas mortales. También está entre nosotros el hombre más rico del mundo que ha dicho que la caridad no sirve de nada porque no genera empleos, empleos que le generarán a él mucha más riqueza. Y muchos de nuestros jóvenes siguen atrapados en el paréntesis de la muerte. Pero sería injusta una falsa generalización; existen muchos jóvenes que luchan por mantener la vertical, que luchan por mantener el rumbo de sus vidas, que estudian, que trabajan. Entonces tenemos que trabajar en dos frentes, ayudar a los que están atrapados y fortalecer a los que están amenazados; a esto deberían encaminarse los esfuerzos de todas las entidades verdaderamente vivas en nuestra sociedad haciendo a un lado protagonismos y la mezcla de intereses mezquinos.

La muerte de los jóvenes.

Esta semana celebré en mi comunidad el primer aniversario del asesinato del joven Jesús A. Duarte. El fue asesinado cuando viajaba en su automóvil con su padre y su pequeño hijo. Tres generaciones. Al ir conduciendo escuchaban la radio y rieron por la ocurrencia de un locutor. Al lado caminaba otra camioneta cuyos conductores, al verlos reír, se sintieron ofendidos y le gritaron a Jesús, muy al estilo: De qué te ríes güey; él le contestó, de nada güey, no hay lío. Sin mediar más palabras, accionaron las armas y lo asesinaron. El sobreviviente refiere que eran «niños» los que dispararon. Por esos días escribí un artículo para este espacio titulado: ¡Cuidado, no se ría ¡El infierno son los otros, decía Sartre. Algo hay de verdad en ello. Pero estos sucesos muestran, con su vigencia y actualidad permanentes, con su reiteración cotidiana y el aumento en la insensibilidad y crueldad, que el mal está arraigado muy profundamente en nuestra sociedad, y en última instancia, en nuestro corazón. Creo que está anidado a una profundidad a donde no llega ninguna sociología, ninguna psicología por profunda que se autodenomine. Se trata del hombre enfermo. Y la tragedia es precisamente que no lo vemos así y estamos dando medicamentos ligeros para un cáncer. Estamos ciegos, como los personajes de una novela de Saramago.

La muerte de los jóvenes es siempre desconcertante, aún siendo una muerte natural, no violenta. La interrupción abrupta de la vida, que se nos antoja en flor, hace que el absurdo de la muerte sea todavía mayor. Las religiones y filosofías religiosas han enfrentado este problema tan desconcertante. Pero cuando la muerte de los jóvenes es el resultado de la violencia, de la estupidez humana, de la guerra, de enlistar como soldados o sicarios a niños y jóvenes, el hecho toma dimensiones de escándalo. Esto revela que nuestros jóvenes en el Continente están desprotegidos, abandonados a su suerte, viviendo en la desesperación, en donde son presa fácil del crimen. La circunstancia se aúna con la inclinación del hombre a la violencia. ¿Pecado original o genoma?, es un artículo pendiente.

Educación integral

El hombre no es sólo un ser frágil y necesitado de amor, también está poseído por una inclinación a la agresividad. Por lo tanto, representa potencialmente una amenaza para los demás. Y ahí la importancia de la educación que asigna unos límites a los impulsos agresivos del hombre. ¿Cuáles serán esos límites? Freud, dentro de su pansexualismo, habla de la necesidad de considerar algunos diques psíquicos para estructurar a los individuos y permitirles encontrar una especie de equilibrio ante la violencia de sus impulsos. No podemos dar rienda suelta a la ira, por ejemplo; la ira es un pecado capital porque de ella derivan otros muchos pecados, causa mucho sufrimiento y este pecado está presente en la mayoría de los casos dentro de las relaciones familiares. Por ello Freud apelaba a una especie de equilibrio ante la violencia de los impulsos y señalaba tres: el pudor, la repugnancia y la compasión.

El pudor permitiría encausar la voluntar irreprimible de desvalorarlo todo, el pudor debería impulsar el sentir vergüenza de determinados actos y conductas, el pudor como virtud es un principio de continencia que lleva la responsabilidad de nuestros actos. El pudor tiene qué con el propio cuerpo, con el lenguaje, con lo visual; el pudor es una salvaguarda de la intimidad inviolable. ¿Sería demasiado decir que formamos una generación que ha perdido el pudor? La repugnancia sería restringir la tendencia a sobrevalorar el objeto del deseo; para ganar 3 mil pesos, ¿no siento repugnancia en degollar a un prójimo? Y la compasión sería esencial para contener la agresividad y la crueldad. No dejan de admirare estos psicólogos que toman prestado del cristianismo los conceptos y luego pasan por atrás de Cristo. No necesitamos apelar a esta teoría freudiana para entenderlo, para entender lo erróneo de la conducta humana y la necesidad de la contención, nos bastaría con conocer más de nuestra fe cristiana, de lo que son los pecados capitales y las virtudes opuestas a ellos que permiten al hombre sobreponerse a la tendencia caótica de los instintos. Pero como quiera que sea, lo que señala Freud es cierto: la absoluta falta de pudor impulsa a cometer las peores acciones y a exhibirlas buscando un escarnio público. El verdadero estado de nuestra cultura lo encontramos en el título del reciente libro en el que se publican, entre otras, la foto del cadáver de Marilyn Monroe, titulado: Cadáveres exquisitos. La falta de pudor está detrás de las dosis masivas de pornografía que estamos consumiendo y nos envenenan. Es la desvalorización total de la sexualidad humana. Pudor, repugnancia ante determinadas acciones y compasión, es algo que se ha perdido en gran medida.

El mismo Freud explica que la crueldad es cosa enteramente natural en el carácter infantil…. La capacidad de compadecerse se desarrolla relativamente tarde. El marqués de Sade iba más lejos: “La crueldad lejos de ser un vicio es el primer sentimiento que imprime en nosotros la naturaleza; el niño rompe su juguete, muerde la teta de su nodriza y estrangula al gatito, mucho antes de entrar en edad de varazón”. Freud, en cambio, señala la necesidad de contrarrestar esta pulsión para permitir que el niño se vuelva humano y civilizado. Pero Freud no desarrolló más estas intuiciones. Es evidente que se requiere un proceso ininterrumpido de educación que, comenzando en el hogar, primera, fundamental e insustituible escuela de humanidad, y continuando en las demás estructuras educativas, y en la promoción social de los valores, ayude al hombre a superar los instintos destructivos. Todo esto nos lleva a la conclusión del grave déficit educativo y moral en que se desarrolla nuestra sociedad, es lo que está detrás del hecho de que sean tantos jóvenes, incluso niños, los que estén matando y muriendo. El proyecto obligatorio de la educación en toda sociedad, el proceso de civilización que hace viable a una sociedad, está destruido. Solamente así es posible todo lo que estamos viendo.

¡Queridos Jóvenes¡

En su viaje a Brasil, B. XVI pronunció un mensaje de especial relevancia para los jóvenes, (10.05.07) en el estadio de Pacaembu en Sao Paulo. Los jóvenes nos preocupan a todos, lo estamos viendo en nuestra ciudad y en el mundo. Muchos de ellos luchan en circunstancias desfavorables por la integridad de su vida y la certeza de su futuro. Conocemos los peligros más inmediatos, las adicciones, el alcohol, y la violencia que esto acarrea; la promoción de un sexualismo activado prematuramente y, por ello, fuera de control; sabemos lo que significa para la vida de nuestros jóvenes la falta de oportunidades que cierra su horizonte, sabemos lo que significa para su vida en ciernes el grave problema de inestabilidad familiar y las heridas que causa, a veces para toda la vida. En nuestro estado se ha reportado un incremento en los suicidios juveniles y se habla de la soledad en nuestros adolescentes. Hay especialistas que hablan de una «sociedad de huérfanos», es decir, de jóvenes y niños abandonados en su proceso de crecimiento, de jóvenes y niños espiritual y religiosamente abandonados. A estos jóvenes el Papa dirigió un hermoso mensaje invitándolos a que, no obstante, las dificultades que la vida trae consigo, asuman la responsabilidad de su propia vida. El Papa comentó para ellos el pasaje evangélico del joven que se acerca a Jesús para preguntarle ¿Qué debo hacer para lograr la vida eterna? Aquel joven no pregunta por la simple materialidad de la vida, sino por la vida eterna. Comparto con mis lectores unos fragmentos del mensaje: “Muchas veces sentimos temblar nuestro corazones de pastores, constatando la situación de nuestro tiempo. Oímos hablar de los miedos de la juventud de hoy. Nos revelan un enorme déficit de esperanza: miedo de morir, en un momento en que la vida se está abriendo y busca encontrar el propio camino de realización; miedo de sobrar, por no descubrir el sentido de la vida; y miedo de quedar desconectado delante de la deslumbrante rapidez de los acontecimientos y de las comunicaciones”.[..] “Como en el evangelio, tenéis una pregunta importante que hacer a Jesús: ¿qué debo hacer para alcanzar la vida eterna? Se trata de la vida, la vida que, en vosotros, es exuberante y bella. ¿Qué hacer con ella? ¿Cómo vivirla plenamente? La vida os trasciende. En otras palabras, queremos vivir y no morir. [..] La pregunta del evangelio no contempla sólo el futuro. No se trata sólo de lo que pasará después de la muerte. Hay por el contrario, un compromiso con el presente aquí y ahora, que debe garantizar autenticidad y consecuentemente el futuro. En una palabra, la pregunta cuestiona el sentido de la vida: ¿qué debo hacer para que mi vida tenga sentido? O sea: ¿cómo debo vivir para cosechar plenamente los frutos de la vida? O más aún: ¿qué debo hacer para que mi vida no trascurra inútilmente? [..] En este momento me dirijo nuevamente a vosotros, jóvenes de Brasil y América Latina. El joven del evangelio tenía una experiencia de la bondad y por tanto de Dios. Y vosotros, queridos jóvenes, ¿ya descubristeis lo que es bueno? ¿Seguís los mandamientos del Señor? ¿Descubristeis que éste es el verdadero y único camino hacia la felicidad? [..] Podéis ser protagonistas de una sociedad nueva si buscáis poner en práctica la vivencia real inspirada en los valores universales, pero también el empeño personal de formación humana y espiritual es de vital importancia. Un hombre o una mujer no preparados para los desafíos reales de una correcta interpretación de la vida cristiana en su medio ambiente, será presa fácil de todos los asaltos del materialismo y del laicismo, cada vez más activos en todos los niveles”.

Y uno se pregunta: ¿tocó, o no, el Papa, la realidad? ¿No será llegado el momento en que los medios han de preguntarse si están empeñados en la construcción de un mundo mejor, en la promoción de la vida? El desastre social, ¿no será el reflejo del desastre moral en nuestra sociedad? Hay que leer completos los mensajes del Papa en su viaje a América Latina. Bien vale la pena”.

Muy al final de su vida, Fedya, (F. Dostoievski), confiesa a su esposa, como desengañado, luego de haber recorrido, en la vida y en la novela, todas las rutas tormentosas de hombre: No he logrado entender el misterio del hombre. El hombre se aleja cada vez más de Dios. ¿A dónde irá a parar?

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