domingo, 20 de febrero de 2011

EL SILENCIO DE LOS CORDEROS Víctor M. Quintana Silveyra


Callados y en rebaño, es decir, desarticulados, en montón, pasivos, resignados. Así es como los poderes de derecho y de hecho pretenden que reaccionemos ante la matazón.

El lunes 7 de febrero, cuando apenas se recuperaba Chihuahua de la emergencia por el frío, fueron levantados por un comando armado cerca del poblado El Millón, municipio de Guadalupe, en el Valle de Juárez, Elías Reyes Salazar, su esposa Luisa Ornelas y la hermana de aquel, Malena Reyes Salazar. Son hermano y hermana de Josefina Reyes Salazar, valerosa mujer, activista social, defensora de los derechos humanos en aquella aterrorizada región. Además de su militancia añeja de izquierda, Josefina dedicó sus últimos años a denunciar los atropellos de las fuerzas federales contra los habitantes de su pueblo y contra sus propios hijos. En 2009 le mataron a uno de ellos, Julio Reyes Reyes. Ella misma fue asesinada a principios de enero de 2010. Parecía que ahí terminaría la saña de los asesinos, pero no, pues en agosto del año pasado ultimaron a su hermano Rubén Reyes Salazar. Y ahora viene la desaparición forzada de Elías, quien padece hemiplejia, de su esposa Luisa, con graves problemas de movilidad en sus piernas y su hermana Malena, con artritis reumatoide avmzada. Alguien ha decidido exterminar a la familia Reyes, modestos panaderos y activistas sociales, por el hecho de alzar la voz para defender los derechos de la gente.

Un día después le tocó al “héroe de Chihuahua”, Alvaro Sandoval Díaz. Allá en su perdido Palomas, puerto fronterizo “in the middle of nowhere”, el 23 de enero e enfrentó a varios sicarios que venían por él y su familia por no pagarles “la cuota”. Los repelió y ultimó a tres de ellos. Pero el 8 de febrero volvieron por él y lo asesinaron a tiros junto con su esposa Griselda Pedroza Rocha, a pesar de la “vigilancia” que le brindaban algunos elementos de la policía estatal.

Así se han ido repitiendo los casos de los verdaderos héroes y heroínas de una guerra que ellos no declararon pero que sufrieron en carne de los suyos y terminaron pagando con su vida. Apenas anteayer se cumplieron dos meses del feminicidio frente al Palacio de Gobierno de Chihuahua de Marisela Escobedo Ortiz, quien reclamaba el fin de la impunidad para Sergio Barraza, pareja y feminicida de su hija, Ruby Frayre Escobedo.

Así fueron asesinados también el 7 de julio del 2009 Benjamín Le Baron y su cuñado Luis Widmar en el municipio de Galeana. Benjie había conducido la gallarda movilización de su comunidad hasta lograr la liberación de su hermano Eric, secuestrado en mayo de ese año y luego se convirtió en el dirigente de la organización de su pueblo para autodefenderse y ya estaba en vías de vincularse nacionalmente.

Así fue asesinado en el vecino estado de Durango Leopoldo Valenzuela, Don Polo, por denunciar con valentía ante todas las instancias, a pesar de la inacción de todas ellas, el secuestro de su hijo. Así han sido asesinadas muchas personas valerosas comprometidas con su familia, con su comunidad.

Por eso cada vez son menos quienes tienen la valentía de denunciar o de defenderse. No es fácil ser héroe o heroína cuando se tienen bocas que alimentar, familia que educar. Cuando no sólo se pone en riesgo la propia vida sino también la de los seres queridos. Los sicarios podrán ser repelidos, pero sus refuerzos o sus sustitutos siempre vuelven, más crueles, más letales. Los policías o los militares que abusan podrán ser denunciados, pero nunca falta una misteriosa llamada por teléfono pidiendo a quien denuncia “…que ya no le mueva”, que dejen de buscar al desaparecido, que dejen de acusar al que trajo la muerte con uniforme.

La guerra que se nos está imponiendo mata mucha gente, pero también quiere matar actitudes y disposiciones. Quiere suplir la confianza y la mutua ayuda como criterios básicos de la relación con los otros para suplirlos por el aislamiento y el miedo. Quiere apagar todo asomo de valor civil y altruismo. Intenta suprimir la capacidad de indignación, por una abdicación total al poder de las armas ilegítimas o legitimadas. Quiere castrar el origen psíquico y social de la capacidad de rebelarse.

En una cosa coinciden el Estado que se eclipsa cuando de defender a la ciudadanía se trata y los criminales que dice combatir: uno y otros buscan imponer a la población el silencio. El silencio de los inocentes, el silencio de los corderos que se dejan matar sin chistar.

Por todo esto lo que urge es construir héroes colectivos, sujetos amplios, una ciudadanía articulada, compacta, participativa, en lucha.


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Víctor M. Quintana Silveyra es político, catedrático, escritor y periodista. Ha colaborado en la Opinión (Los Ángeles. EUA), La Jornada (México D.F.) readiodifusoras XEPL (Cuauhtémoc, Chih.) XEBN (Delicias, Chih.) y 860 Noticias (Juárez, Chih.). Libros publicados: 'Movimientos Populares en Chihuahua', en coautoría con Rubén Lau Rojo, UACJ 1991;'Elecciones con Alternativa', libro Colectivo, La Jornada Editores, 1993; 'Familia y Trabajo en Chihuahua', en Coautoría con Luis Reygadas y Gabriel Borunda, UACJ 1994; 'México Una Agenda para Fin de Siglo', libro colectivo, La Jornada Editores, 1996. Licenciado en Ciencias de la Comunicación egresado del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente (ITESO), tiene una Maestría en Sociología en la Escuela de Altos Estudios Sociales en París, Francia y es candidato a doctor en Ciencias Sociales por la misma institución. Ex Diputado de la LXII Legislatura chihuahuense por el Partido de la Revolución Democrática.

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