miércoles, 16 de febrero de 2011

Aristegui y lo que viene para el 2012. Ciro Gómez Leyva

La historia en breve
Qué bueno que termine así el episodio Aristegui: mejor la competencia por el radioescucha y el televidente, que la victimización de un competidor.

Con su restitución en MVS pierden, de nueva cuenta, las dolosas teorías de la conspiración. Como hace dos años, Carmen Aristegui y su clan han sido incapaces de contar qué fue lo que pasó. Juegan a la ambigüedad. No registran ni describen los hechos: piden actos de fe, acatamiento, sumisión. Bien lo dijo aquí Juan Ignacio Zavala: exigen respuestas, pero no aceptan preguntas.

En fin, buena suerte.

El episodio de nueve días sirvió para palpar cómo están los ánimos. Me quedo con la impresión de que quienes en el conflicto poselectoral de 2006 se doctoraron en esa mala arte de insultar al que no se somete a su mitología, están en pie de guerra, con más experiencia y mejores herramientas. Los diseminadores de odio están intactos.

Y con la impresión de que alguien le metió en la cabeza al presidente Calderón la perniciosa idea de regresar a los tiempos de la “sutil sugerencia” a concesionarios y periodistas para que omitan una imagen, una manta, una cobertura. En las pantallas y programas del jueves 3 y viernes 4 de febrero queda constancia de quiénes se plegaron a la “sugerencia” y quiénes resolvimos el asunto tratando de registrar bien lo ocurrido, procesarlo bien, presentarlo bien.

Los Pinos terminan pagando un costo infinitamente más alto del que pudo ocasionarles Gerardo Fernández Noroña. Ni siquiera en el mensaje para anunciar el regreso de Aristegui, la familia Vargas tuvo una frase amable para, por ejemplo, matizar el grosero ruido del alcoholismo.

Estamos en el 2012. Por lo visto, será, otra vez, militancia contra periodismo.

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