domingo, 14 de febrero de 2010

Discúlpeme, no le puedo dar la bienvenida

Carlos Monsiváis

14 de febrero de 2010


2010-02-14

A11 de febrero de 2010; El acto oficial en su esplendor ostensible, la presencia de un número de los 9 mil que resguardan el Poder Ejecutivo. Las fuerzas disponibles de Ciudad Juárez aguardan con rostro estoico, según las crónicas televisivas. El presidente Calderón, acompañado de su esposa y del secretario de Gobernación, el otrora panista Gómez Mont, lee un texto de buena voluntad o de entretenimiento presupuestal. En algún momento, emerge la señora Luz María Dávila, madre de Marcos y José Luis, jóvenes asesinados el 31 de enero en Ciudad Juárez en un ataque monstruoso de sicarios. Doña Luz María no se extravía en las escaramuzas: “Discúlpeme, Presidente, yo no le puedo decir bienvenido porque para mí no lo es, nadie lo es. Porque aquí hay asesinatos hace dos años y nada ni nadie ha querido hacer justicia. Juárez está de luto… Les dijeron pandilleros a mis hijos. Es mentira. Uno estaba en la prepa y el otro en la universidad y no tenían tiempo para andar en la calle. Ellos estudiaban y trabajaban. Y lo que quiero es justicia. Le apuesto a que si ha sido uno de sus hijos, usted se habría metido hasta debajo de las piedras y hubiera buscado al asesino, pero no tengo los recursos, no lo puedo hacer… Quiero justicia, pónganse en mi lugar, a ver qué siente… Nosotros queríamos que se presentara, que diera la cara y que ahí mismo, públicamente se retractara de todo lo que dijo”.

De entre el repertorio de rostros a su disposición, Calderón elige el de la preocupación contrariada. Antes, de modo un tanto enigmático, ha incurrido en la duda sobre sus propias palabras: “Ante los deudos reconocí el malestar y la irritación que provocaron mis declaraciones acerca de que los estudiantes ejecutados formaban parte de un grupo criminal… Me corregí: eran estudiantes ejemplares. Pero cualquiera que hubiera sido el sentido de mis palabras, les dije a aquellos padres de familia que les presentaba y les ofrecía la más sentida de mis disculpas, si cualquiera de esas palabras hubieran ofendido a ellos o a la memoria de sus hijos”. Las palabras de Calderón en Tokio sólo tuvieron un sentido: inscribir a los jóvenes asesinados en un grupo criminal. Y luego añade: “Todos somos responsables de esta situación. Si esas muertes tienen sentido será para ratificar y reforzar lo que se está haciendo”. Otra vez el debate sobre el sentido de un hecho que el autor del discurso no resuelve: ¿Qué sentido pueden tener las muertes inconcebibles de jóvenes sino el hecho mismo de su desaparición? Buscar el sentido de unos asesinatos es poner a la disposición de los intérpretes la justificación de existencias tajadas tan monstruosamente.



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Calderón llevó a Ciudad Juárez un plan de cuatro ejes no tan elocuente como un tanto superficial: salud (extender la cobertura, crear diez nuevas clínicas o reforzar la atención de adicciones), educación (ampliación de jornada escolar en 89 centros, y becas y estímulos para evitar la deserción), y ayuda social (apoyos a pequeñas y medianas empresas, desempleados, guarderías y también la construcción de un parque deportivo en memoria de los jóvenes ejecutados) El cuarto eje es el reforzamiento de la estrategia policial. Calderón, ya apurado por la autocrítica, reconoce: en el pasado su gobierno no ha sabido escuchar a los juarenses, a los que pide sumarse a su propuesta. ¿Eso es todo? Uno: Si no se puede crear las diez clínicas, atender a los adictos, los únicos hospitalizables, por lo visto, en Ciudad Juárez. Dos: Ampliar la jornada escolar en 89 centros (¿cuántos hay en la entidad, y cuál es el sentido de la ampliación?), y dar becas, que como todo mundo sabe, son la respuesta de las ganas de irse de las escuelas, especialmente en Ciudad Juárez, que tiene el récord de la deserción más elevada en la educación secundaria. Tres: Aquí sí la panacea jamás intentada por gobernante alguno: darle a la población todo lo necesario para que los problemas ya surjan por puro capricho: levantar a todas las empresas menores y medias, crear la política de pleno empleo y hacer que mientras juegan basquetbol los jóvenes, ya encuentren el sentido de las muertes del 31 de enero.

¡Ah! y una advertencia ante los reclamos constantes de que salga el ejército de la ciudad: se queda. Y en cuanto a las más de mil denuncias del comportamiento represivo de los soldados, la reclamación del Ejecutivo-Ministerio Público: “Tráiganme las pruebas”. Y una vez que se las lleven, exigirá que las conviertan en acusaciones, y así hasta el infinito.



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Las reclamaciones al gobierno federal y al estatal, las exigencias de renuncia del gobernador de Chihuahua, el alcalde de Ciudad Juárez y el presidente Calderón, la represión contra los activistas que reclamaban justicia, la ciudad tomada para “oír las demandas de los juarenses”, pueden parecer parte de la estrategia de resolver los problemas aplazando sin término la solución. La gran novedad son las palabras de Luz María Dávila y la vehemencia crispada de su intervención. La fórmula elegida es notable: la “descortesía”, gran técnica de igualación: “Discúlpeme, Presidente, no le puedo dar la bienvenida”; el señalamiento del hecho central: “vivimos los efectos de una guerra que no pedimos”; la desolación ante el fracaso portentoso de las políticas del gobierno federal y el estatal en Ciudad Juárez; la certidumbre de que la justicia prometida nunca ha de llegar; la irritación ante la falta de respuesta de los asistentes exhortados por Luz María a unirse a su protesta. El discurso es breve, la resonancia es interminable.

Ciudad Juárez ha vivido interminablemente bajo los efectos de la impunidad. Se dio a conocer internacionalmente por las cuatrocientas y tantas mujeres asesinadas (sin contar desaparecidas); se ha convertido en un territorio de la lucha de los cárteles y de la secuencia trágica: “levantones”, asesinatos por el motivo que se quiera, jóvenes que reciben mil quinientos pesos a la semana por su disponibilidad al asesinato (“Me pagan casi nada, pero a los que liquido no les hacía falta la vida”), secuestros, chantajes, cobra de protección, miedo como la respuesta a la inermidad de las autoridades y al horror desatado por la delincuencia; migraciones de la sobrevivencia (El Paso, Texas, tiene ya una sección amplia de la sociedad prófuga de Juárez).

Ante eso, el anuncio de parques deportivos en memoria de jóvenes asesinados. Pero la cadena del ultraje y el olvido se detiene al existir demandas enérgicas, activistas cuya acción es, en principio de cuentas, solidaridad. Y la defensa de los derechos humanos como el empoderamiento más enérgico. La señora Luz María Dávila, en su alegato, da la oportunidad de observar a la sociedad libre que surge, de varios modos, sin recursos, sin retórica memorizada, pero bajo una profunda convicción: esperar el cumplimiento de las promesas de los funcionarios es, ahora, olvidarse del respeto debido a sus muertos y, también, a su inermidad y a su miedo, tan explicable, tan roto por la convicción que no le da la bienvenida a un Presidente.

AMLO aparta a su movimiento de las alianzas con PAN o PRI


César Nava, dirigente panista, advirtió que ninguno de sus adversarios políticos determinará la estrategia electoral del blanquiazul y dijo que en algunos estados la realidad los obligó a dejar sus diferencias partidistas.

Dom, 14/02/2010 - 05:12

José González Morfín, Luis H. Álvarez y César Nava en la reunión de ayer. Foto: Nelly SalasMorelos/México.- Andrés Manuel López Obrador advirtió que si los partidos que lo apoyan —PRD, PT y Convergencia— optan por establecer un “acuerdo electoral” con las cúpulas panista y priista, “nosotros, como movimiento, no participaremos”.

En Cuernavaca, Morelos, donde se reunió con representantes de los comités municipales del gobierno legítimo en 18 municipios del estado, insistió en su rechazo a las alianzas electorales con PRI y PAN, porque estos últimos partidos “son lo mismo”.

“Son lo mismo Felipe Calderón que Carlos Salinas; Vicente Fox que Manlio Fabio Beltrones; Diego Fernández que Elba Esther Gordillo, y Francisco Rojas que Marco Adame”, consideró.

Por ello, ratificó que su movimiento, en el que aseguró que participan mexicanos que militan en los partidos de izquierda, pero también otros sin filiación partidista e integrantes de organizaciones sociales, no apoyará a los candidatos aliancistas.

Consejo panista

César Nava, dirigente nacional del PAN, advirtió que ninguno de sus adversarios políticos determinará la estrategia electoral de su partido.

Al inaugurar el Consejo Nacional panista, en el que se aprobó por unanimidad la política de alianzas como una herramienta contra los cacicazgos y el autoritarismo, Nava sostuvo que la realidad en algunas entidades los obligó a dejar de lado sus diferencias partidistas para unirse con la izquierda “en la consecución de un fin mayor”.

“Es el dolor evitable lo que nos une, más allá de las diferencias ideológicas que hemos tenido, que tenemos y que seguiremos teniendo”, puntualizó.

Insistió en que llevarán un proyecto y plataforma comunes, que irá más allá de los intereses personales o partidistas, y sentenció que nadie de los adversarios, determinará dicha estrategia “ni las definiciones electorales de Acción Nacional”.

La aprobación a las coaliciones la dio a conocer el diputado Javier Corral en conferencia de prensa.

“El Consejo Nacional manifiesta con toda claridad su respaldo absoluto a la política de alianzas, en la conciencia de que cumplen con la mejor tradición democrática del partido, dan seguimiento a nuestro plan de acción y son parte de la lucha de democratización total que queremos para México.

“El Consejo estará pendiente de que los candidatos, en su momento gobernantes, que abanderen las coaliciones en las que participa el PAN, honren su compromiso con los principios y programas establecidos en los documentos básicos de las coaliciones electorales”, reveló Corral.

Durante la reunión, que duró cerca de cinco horas y se celebró a puerta cerrada, se escucharon los argumentos de siete panistas que expusieron sus argumentos a favor y contra las alianzas.

Uno de ellos fue Manuel Espino, ex dirigente nacional del PAN, quien a su salida comentó que el diputado Corral había pedido dar un “voto absoluto” de confianza al Consejo en el temas de las alianzas, a lo que él se opuso, pues resultaba conveniente una valoración de las circunstancias de cada entidad.

Algunos consejeros, como Juan José Rodríguez Prats, comentaron que se pidió un respeto absoluto de parte del gobierno a las decisiones que tome el partido.

El tema de la renuncia del secretario de Gobernación, Fernando Gómez Mont, formó parte del cónclave que se centró principalmente en lo electoral.

“Se reiteró que solamente el PAN decide cuáles son sus actitudes y decisiones, o sea, una cuestión que viene siendo desde hace mucho tiempo señalada en relación del ámbito del partido y el ámbito del gobierno. La insistencia de que queda muy claro el ámbito del gobierno en donde no se debe inmiscuir el partido y cuál es el ámbito del partido donde no se debe inmiscuir el gobierno. Eso fue fundamental”, de ahí que se diera el apoyo a las alianzas, comentó Rodríguez Prats.

La última y...

De de los 370 integrantes del Consejo Nacional del PAN, únicamente asistieron 219, quienes poco a poco se fueron retirando.

La de ayer fue la última sesión del actual Consejo Nacional, pues éste será renovado en mayo próximo.

Entre los panistas que faltaron a la cita destacan Diego Fernández de Cevallos, Germán Martínez, Luis Felipe Bravo Mena y Luisa María Calderón, hermana del Presidente de la República.

Leticia Isidro, Paloma Alcántara y Víctor Michel

El estallido social y la sorda oligarquía

A la mitad del foro




León García Soler

Cientos de personas se manifestaron ayer en Ciudad Juárez, Chihuahua, en demanda de que se esclarezca el asesinato de 15 jóvenes el pasado 31 de enero ApFoto Foto
Adentro, la ira contenida y la desesperación de los vencedores del desierto, que le gritan mentiroso a un presidente municipal que se fue a vivir a El Paso, Texas. No vaya a ser la de malas. La de todos los días. La de las mujeres asesinadas y su memoria mancillada por la mochería que atribuye sus muertes a la vestimenta provocadora. A esos timoratos hipócritas los ponen a cargo de la Procuraduría General de la República. En Ciudad Juárez, los jóvenes que estudian y trabajan con todo en contra pagan con sus vidas la cuota de muertos en el fúnebre recuento cotidiano de la guerra sin fin.

Primero en centros de rehabilitación de adictos a las drogas. En dos ocasiones, ambas con cuernos de chivo, armas del crimen organizado que se han convertido en herramientas del orden común, ordinario, cotidiano. Cosas de la disputa territorial de los cárteles del narcotráfico, dicen. Los mariguaneros y gomeros, puestos al día con el trasiego de cocaína, se modernizaron; se transformaron en empresas “competitivas”, diría un pobre funcionario cesado fulminantemente. Antes solían pegar carteles en los muros los que hacían como que hacían política o anunciaban el circo, los toros, el cine que aprendió a hablar antes de verse relegado por la televisión.

Nunca tan útil la pantallita para mostrar lo que quisieran ocultar, lo que niegan o en verdad creen imaginación de radicales despistados que no se enteraron del desplome del socialismo realmente existente, confirmación global de la tozuda sentencia pueblerina que declaró muerta la lucha de clases. Aunque desde arriba veían con desprecio a los mexicanos del común, a los pelados, a los indios, a los que trabajan con las manos, aunque fuera la tierra para dar razón a Emiliano Zapata, cuya visión y leyenda sobrevivieron a la larga guerra intestina de revolucionarios empeñados en que “alguien tenía que salvar a la patria de sus salvadores”.

Vaya paradoja: los herederos de la Revolución y los del antiguo régimen, aristocracia pulquera y plutocracia en ciernes, dieron en bautizar a alguno de sus hijos con el nombre de Emiliano. Hizo falta en Ciudad Juárez alguien que recordara la aguda observación de Friedrich Katz: La mexicana fue la única revolución que no mató a la clase aristocrática que combatía: Madero, Carranza, Zapata, Villa, Obregón y docenas de revolucionarios murieron asesinados. En Inglaterra, Francia, Rusia y China rodaron cabezas coronadas y corrieron ríos de sangre azul. Los curros y hacendados del porfiriato murieron en la cama. Incluyendo al de la burlona nostalgia del verso de Renato Leduc que, atención señores de la sorda clase dominante y la ciega clase gobernante, también proclama la “sabia virtud de conocer el tiempo”. Y dicen: “Tiempos en que Dios era omnipotente/Y el señor don Porfirio, presidente/Tiempos, ¡ay!/Tan iguales al presente”.

Lo del centenario movió los miedos de la gente decente, que tanto teme el retorno del cesarismo sexenal. Videntes y profetas previenen de la numerología trágica: 1810, la dizque Independencia que estalló como rebelión campesina por culpa de Miguel Hidalgo y la locura enciclopedista; 1910, el apostolado democrático de Madero, que acabó en rebelión campesina y en la lucha social prevista por Carranza en su discurso de Hermosillo y el jacobinismo que radicalizó la separación Iglesia-Estado y la locura laica de la Reforma, la nacionalización de los bienes de manos muertas y su registro civil. Y eso que hoy predican los cardenales Rivera y Sandoval la defensa de la vida desde el instante de la gestación (con sin riesgo de criminalizar el onanismo) y el derecho de los padres a educar a sus hijos. Y a los tuyos.

Pero lo que dejaban caer sobre los desposeídos y sus despojadores era la amenaza del estallido social inevitable. Y cómo conciliar la inexistencia de la lucha de clases con el violento combate cotidiano de asaltos a mano armada, secuestros, robos, timos con amenazas telefónicas y llamadas de celulares en tierra de impunidad, donde impera el unto de indias y no la ley. Felipe Calderón declaró la guerra al crimen organizado y han muerto decenas de miles de mexicanos. La mayoría son sicarios, nos dicen, narcotraficantes que disputan territorios donde han desplazado al gobierno soberano.
Entonces, ¿ya estalló la violencia social? La violencia, sí. Los jóvenes asesinados en Ciudad Juárez, la insensible respuesta del presidente Felipe Calderón y sus amanuenses; la dimensión aterradora de lo que es hoy el antiguo Paso del Norte; la respuesta tardía, pero respuesta al fin, que ensayó el gobernador José Reyes Baeza; la pública disculpa de Fernando Gómez Mont; la burda aclaración posterior con la cual el secretario de Gobernación dijo que no hubo disculpa, sino precisión; la furia popular que arriba tradujo a malestar de las clases productivas: vientos de tormenta, anuncio de repudio que desveló al señor don César y movió a su jefe, el jefe de gobierno, jefe de Estado y jefe de la guerra, a ir a Ciudad Juárez y enfrentar la amarga realidad.

Un millón y medio de habitantes en medio del desierto, en una ciudad fronteriza al borde del río Bravo y asentada sobre mantos freáticos que la hicieron gran productora agropecuaria y garantizaban agua a los que vienen por miles y los que se quedan sin pasar al otro lado, o son arrojados al sur del Edén. La mitad de sus calles no están pavimentadas. De servicios públicos y sanitarios, ni hablar. Vino la prosperidad de la maquila, maldición que liberó fuerzas sociales, hizo efectiva la igualdad de géneros: Las puertas del infierno donde impera la inequidad. No hay peor desigualdad en la globalidad contemporánea. Y las crisis recurrentes, y la recesión que paralizó al gobierno y aceleró la descomposición, el desgarramiento del tejido social. Trescientos mil empleos se perdieron en la industria maquiladora. Y la esperanza en toda la nación.

A Felipe Calderón lo recibieron en modernas instalaciones. Y se alzaron voces airadas del “sector productivo”, enojo auténtico de quienes no se atreven “ni a contestar el teléfono”. Los inconcebibles colaboradores del señor Calderón, por una vez, hicieron la tarea. Llevaban programas, proyectos y recursos para construir escuelas, secundarias, preparatorias, tecnológicos y ayudar a las de educación superior. Llegó con retraso la comitiva. Antes hablaron con los padres de los jóvenes asesinados.

Afuera, la raza, la plebe, el pueblo llano, prueba plena de que en México hay, subsiste, persiste, insiste en hacerse sentir la lucha de clases. ¡Asesinos!, gritaban. Y para comprobar que las guardias pretorianas están hechas para mantener a raya a la plebe, a los bárbaros, los de la Policía Federal reprimieron eficazmente a los jóvenes que manifestaban su ira. Se acabó lo que se daba.

Adentro, Luz María Dávila, mujer del pueblo, del desierto donde se refugió Juárez, logró llegar frente al Presidente de la República. Y le dijo: “Mataron a mis dos hijos, yo no le puedo dar la bienvenida. Usted dijo que eran pandilleros y no tenían tiempo ni de salir a la calle, porque estudiaban y trabajaban. Si a usted le hubieran matado a un hijo, debajo de las piedras buscaría al asesino”.

De vuelta en el valle de México, que se ahoga en aguas negras, las clases dominantes se ocuparon de la “valiente” renuncia al PAN del secretario de Gobernación. Y de oír a Jesús Ortega decir que en el PRD no hay líderes morales, que él se encarga de dar a don César lo que es de don César. Y que reverdezca la higuera.

Calderón: ya terminó su gobierno

Ricardo Alemán
Itinerario Político
14 de febrero de 2010



En El arte de la guerra, el milenario Sun Tzu recomienda: “Saber cuándo luchar y cuándo no” y “Seleccionar las batallas”

Vale más el PAN, que las reformas urgentes
El PRI acuña el “no pasarán”, para PAN y PRD


En El arte de la guerra, el milenario Sun Tzu recomienda: “Saber cuándo luchar y cuándo no” y “Seleccionar las batallas”.

Viene a cuento porque queda claro que el presidente Felipe Calderón decidió que es tiempo de dar la batalla no por colocar a su gobierno en la ruta de los cambios históricos, sino de impedir el regreso del PRI en 2012.

Por eso, Calderón seleccionó la batalla de “combatir al PRI” en un puñado de elecciones estatales —Oaxaca, Hidalgo, Puebla y Durango—, y se olvidó de los beneficios que le acarrearían a su gobierno las reformas fiscal, político electoral y laboral. Es decir, que en todo 2010 y 2011, no habrá reformas y menos cambios relevantes propuestos por el PAN. ¿Por qué?

Elemental, porque el gobierno de Calderón rompió con su aliado fundamental, el PRI. Y sin aliados, no suma voluntades para los cambios. En pocas palabras, el mandatario decidió “bajar la cortina” de su gestión, dio por terminado su gobierno y, en alianza con el PRD, se prepara para vencer al PRI en 2010, 2011 y, por supuesto, 2012.

Frente a esa realidad, nadie tiene respuesta a las grandes preguntas que resultan. ¿Tiene Felipe Calderón alguna posibilidad de derrotar al PRI, junto con el PRD? ¿Vale más la derrota del PRI en 2010, 2011 y 2012, que reformas como la fiscal, político electoral y laboral? ¿Qué no es cierto que Calderón y el PAN confirman que los ciudadanos les valen un pito y sólo importan sus prioridades de grupo?


EL ARTE DEL ENGAÑO

Lo que sí sabemos es que Felipe Calderón entendió bien que “el arte de la guerra es el arte del engaño”. Dice Sun Tzu: “Cuando es capaz de atacar, ha de aparentar incapacidad; cuando las tropas se mueven, aparentar inactividad. Si está cerca del enemigo, ha de hacerle creer que está lejos; si está lejos, aparentar que está cerca. Poner cebos para atraer al enemigo”.

¿Qué hizo el presidente Calderón ante sus aliados y enemigos?

Vale recordar que desde 1988 se estableció la alianza transexenal entre el PAN y el PRI, que hizo posible el cambio de reglas del juego en el reparto del poder y, con ello, la alternancia y la llegada del PAN a Los Pinos en el año 2000. Bueno, pues resulta que hoy terminó una alianza de más de dos décadas —entre tricolores y azules—, justamente cuando el PRI tiene en su futuro una ruta clara de triunfo. Cuando está cerca del poder presidencial.

Y es que el “efecto Gómez Mont” —desatado a partir de la renuncia del titular de Gobernación a su militancia en el PAN—, provocó no sólo una severa crisis política en el partido azul y el gobierno de Calderón, sino un retrato formidable de la esquizofrenia que atrapó desde hace décadas a la clase política mexicana, pero en especial a los azules y amarillos.

Geniales y talentosos como siempre, azules y amarillos se desviven por regalarnos “perlas” de su incongruencia, carencia ética, y desapego a sus principios y doctrina, en una suerte de exhibición circense que compite por exhibir al fenómeno más grotesco —como la alianza PAN-PRD—, en espera de ganar el aplauso del respetable.


COMO DICE UNA COSA, DICE OTRA

Así, vemos al PAN aliarse con quienes le escupieron el rostro a lo largo de tres años, mientras que el presidente Felipe Calderón llama a la reconciliación nacional, urge aprobar las reformas imprescindibles, al tiempo que afina los cuchillos largos para la noche de julio, en donde intentará descabezar —junto con el PRD— al PRI en Oaxaca, Hidalgo, Puebla y Durango.

Al impulsar las alianzas de azules y amarillos, el presidente Calderón no sólo rompe con su aliado histórico, el PRI, sino que anuncia el fin de su gobierno. ¿Por qué? Porque como ya se dijo, sin su aliado natural que es el PRI, el gobierno de Calderón y su partido, el PAN, están condenados a no avanzar en una reforma más, un acuerdo importante más, un proyecto. ¿Y entonces qué viene? En efecto, viene la guerra.


LA MADRE DE TODAS LAS BATALLAS

Sólo un ingenuo puede suponer que frente a una estratagema preparada por la izquierda y la derecha —los extremos se juntan—, que pretende aniquilar al PRI, puede continuar como una fuerza político electoral que empuja en un solo sentido. En la política, como en la física —y en especial la Tercera de Newton—, a toda acción corresponde una reacción igual y en sentido contrario. ¿Qué quiere decir eso?

Que si el PAN y el PRD suman fuerzas, en el bando tricolor hacen lo mismo. Todos los gobiernos, alcaldías y congresos del PRI han empezado a cerrar filas y hasta han rescatado el estandarte de la vieja izquierda, ahora aplicado por el PRI a las alianzas PAN-PRD. “No pasarán”, dicen. Mañana les platicamos lo que pasa en el estado de México.

Con marcha en Juárez, exigen dimisiones de Calderón, Reyes Baeza y el alcalde

“Los delitos que comete” el Ejército son más que los beneficios obtenidos, denuncian

Rubén Villalpando
Corresponsal
Periódico La Jornada
Domingo 14 de febrero de 2010, p. 5
Ciudad Juárez, Chih., 13 de febrero. Participantes en la Marcha de Coraje, Dolor y Desagravio exigieron la renuncia del presidente Felipe Calderón, del gobernador José Reyes Baeza y del alcalde José Reyes Ferriz, y que se someta a consulta ciudadana la presencia del Ejército en esta frontera, “ya que son pocos los beneficios y más los delitos que comete”.

Encabezados por Luz María Dávila, madre de dos estudiantes asesinados en el fraccionamiento Villas de Salvárcar el 31 de enero, los manifestantes dijeron “¡Ya basta!” en cartulinas, mantas, aparatos de sonido y volantes.

Vestidos de negro y con un crespón en el brazo, mientras los estudiantes usaban uniforme deportivo, corearon consignas como: “¡Juárez no es cuartel, fuera Ejército de él!”

Uno de los oradores denunció que los militares “tratan a los ciudadanos como si fueran delincuentes, catean fraccionamientos sin tener orden de un juez, y a los delincuentes los tratan como ciudadanos decentes”.

Javier Contreras, activista del Frente Nacional Contra la Represión, recriminó que el Presidente esté “decidiendo por los juarenses que los militares no se van, como si no tuviéramos derecho a que nos consultara.

“La presencia del Ejército es anticonstitucional y vulnera los derechos de los ciudadanos. Es por eso que estamos pidiendo su retiro. No se puede combatir la violencia con más violencia y vulnerando las leyes.”

La marcha partió a las 10:30 horas locales del monumento a Juárez, donde se congregaron maestros, estudiantes, vecinos de Villas de Salvárcar y familiares de las víctimas de la masacre del 31 de enero.

Concluyó a las 13:30 horas en el puente internacional Santa Fe, que fue cerrado al tráfico vehicular porque cientos de manifestantes se acostaron en la calle, simulando haber sido asesinados.

Esta manifestación fue convocada en gran parte por las redes sociales de Internet, y la mayoría de los asistentes fueron jóvenes que decidieron “no permanecer indiferentes a la ola de violencia”.

Luz María Dávila, quien encaró a Calderón durante su visita a la ciudad, el jueves pasado, señaló que deben dimitir el Presidente, el gobernador y el alcalde “porque tengo coraje, impotencia y miedo, miedo que he perdido buscando justicia para mis dos hijos que me mataron en la fiesta”.

Marcha de coraje, dolor y desagravio en JuárezFoto Reuters
Dávila pidió a los asistentes: “no me dejen sola. Quiero justicia, y la voy a buscar y exigir hasta que tengan en la cárcel a los asesinos; a muchos los vimos y no nos dejaremos engañar con chivos expiatorios”.

Una hermana suya anunció: “vamos a luchar juntos contra la injusticia, cueste lo que cueste. Ya sabemos que mis sobrinos no regresan, pero los políticos inútiles y corruptos con sus policías y Ejército deben salir”.

Carmen Morales, madre de Juan Antonio Chávez Morales, asesinado en diciembre pasado, denunció que “las autoridades estatales se tiran la bolita unas y otras; a mi hijo, estudiante de cuarto semestre de medicina, lo mataron a balazos, y al exigir justicia me dicen en la procuraduría estatal que lo investigue la Procuraduría General de la República, y en esta dependencia ni siquiera me reciben”.

“Torturado para que se confesara culpable”

Guadalupe Meléndez Villegas, madre de Israel Arzate Meléndez, segundo detenido por la masacre, aseguró que su hijo “es inocente, no conoce al otro detenido y fue torturado para que se confesara culpable”. El único ilícito que pudo haber cometido, añadió, fue vender discos piratas desde que fue corrido de la maquiladora en que trabajaba.

En la marcha, las consignas eran: “sólo el pueblo se puede proteger”, “queremos justicia” y “somos estudiantes, no pandilleros”, entre otras.

Al arribar al puente Santa Fe, algunos estudiantes disfrazados de militares representaron la matanza de sus 15 compañeros de Villas de Salvárcar.

Dávila desquitó su coraje con un inconforme que caracterizaba a Calderón, a quien gritó: “asesino, renuncia”.

Otros manifestantes hicieron lo mismo con quienes iban disfrazados como militares, a quienes gritaron: “¡fuera, Ejército”. En el acto, una unidad militar y otra de vialidad fueron rayadas con pintura en aerosol con la leyenda “asesinos”.

Los manifestantes rechazaron la “manera ineficiente” con que se ha manejado la seguridad de esta urbe fronteriza, en la que, a pesar de la presencia de casi 10 mil militares y policías federales, se han cometido unos 5 mil asesinatos en los dos años recientes.