domingo, 26 de diciembre de 2010

A la mitad del foro Censo en el descenso=León García Soler=


Harían falta las plumas de Ignacio Manuel Altamirano y Charles Dickens para desear felices navidades en esta hora de engaños, explotación y abuso del poder; de los dueños del dinero y sus amanuenses, quienes se deleitan con el triunfo de los satisfechos y la multiplicación de una mayoría hambrienta. Pero al fin y al cabo ese es el tema del solsticio de invierno, de la avaricia atormentada, la historia de dos ciudades, aunque cueste decir que este sea el mejor de los tiempos y el peor de los tiempos.

Todo empezó con un censo. El César ordenó el recuento de los súbditos del imperio romano, sujetos al pago de impuestos, que poco más tarde llevaría a uno de los censados en Belén a decir: Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. Semilla humanista que en el Siglo de las Luces germinó para que la razón nos diera el laicismo. La separación de Iglesia y el Estado, a pesar de la rancia clerigalla y la intolerancia ultramontana. En México el censo en este año de violencia y de impunidad, de pobreza y desempleo, nos sorprendió con un crecimiento poblacional mayor al esperado. Nuevo agravio al bono demográfico, que nos brindaría el haber alcanzado formidable número de mexicanos en edad de incorporarse a la fuerza de trabajo. A los que fuimos incapaces de dar empleo, entre ellos 7 millones de jóvenes que no estudian ni trabajan.

Antes de hablar del censo de este año en Estados Unidos de América, donde la extrema derecha xenófoba y racista ha lanzado una feroz ofensiva contra Barack Obama, valdría la pena subrayar la importancia de los nombres y de la sonrisa como paliativo para la ira que cunde y amenaza hacerse furor; locura, decían los clásicos y repetimos hoy quienes acudimos al latinajo, dicen oximorónicamente los del Twitter como arma de la retórica en diminutivos y nostálgicos de la incontinencia verbal del inconcebible señor Fox. Un paréntesis irónico vale la coincidencia de Carlos Salinas y Ernesto Zedillo, confrontados por el error de diciembre y el miedo atribuido a resentimiento, que llevó al segundo a encarcelar al hermano incómodo del primero:

Ambos le pusieron Emiliano a uno de sus respectivos hijos. ¡Viva Zapata! Pero el de la inverecunda contradicción en los apellidos paterno y materno del senador potosino Zapata Perogordo. Tal cual. Y para colmo, aspirante a gobernador de la tierra de los Arriaga, de Cedillo, de Graciano Sánchez. No hay motivo de alarma. En San Lázaro preside la Comisión de Hacienda el diputado panista Mario Alberto Becerra Pocoroba. Menos mal, dirían quienes se conforman con poco. En Pemex han vuelto los contratos de riesgo, con menos riesgo para los contratistas, y las protestas airadas porque Vicente Fox propuso incluir notables empresarios al consejo, fueron mansa aceptación al designar Felipe Calderón a cinco consejeros ciudadanos, conforme al galimatías en boga.

Y uno de éstos, Rogelio Gasca, protestó por los contratos de riesgo, mientras el líder del sindicato, Carlos Romero Deschamps, optó por no correr riesgo alguno. En San Martín Texmelucan, Juan José Suárez Coppel ofrece apoyo razonable a los miles de poblanos damnificados por el criminal estallido provocado por los ladrones que ordeñan los ductos de Pemex con impunidad igual a la que los alternantes atribuían a la administración del petróleo nacionalizado. Y al que acusaron de usar... su propio dinero para financiar la campaña perdedora de Francisco Labastida Ochoa. De los cargos contra el beatificado Juan Camilo Mouriño, ni una palabra: lo del agua, al agua. Y sin recurrir a los oficios del abogado Gómez Mont, tan huizacheramente aplicados para justificar el estado de excepción ficticio, la suspensión de garantías, sin que su jefe Calderón solicite autorización al Congreso.

Aquí los cambios poblacionales que arrojó el censo no parecen preocupar al IFE, de por sí incompleto y cortesanamente dispuesto a anticipar que en diversos distritos electorales pudiera no haber garantías de seguridad para instalar las casillas y votar en las elecciones federales de 2012. Nada menos que en las elecciones presidenciales. ¿Y los ajustes distritales derivados del incremento poblacional y la movilidad social? Sobre todo esta última. La del nomadismo de la pobreza rural, de jornaleros agrícolas a cuyo número e indefensión se añaden los arrojados del edén de norte, válvula de seguridad, decía el cinismo de la incompetencia oficial y empresarial. Y los de la diáspora del miedo, la impunidad, la parálisis de una economía sólida y firme, con 100 mil millones de dólares como reserva, en espera del juicio final.

Cuántos somos, qué hacemos y cómo lo hacemos es asunto de importancia nacional, materia prima para fijar las prioridades de la cosa pública. Y además de instrumento para calcular y recolectar los ingresos del César, pieza maestra para el cálculo de la estructura territorial y su debida distribución: el número de diputados depende del número de habitantes y los datos demográficos obligan a rediseñar el mapa político del país; a reajustar, aumentar o reducir el número de distritos electorales, su ubicación puede favorecer a un partido u otro, y el resultado final decide cuántos diputados tendrá cada una de las entidades de la Federación. La mano que empuñe el lápiz para disponer límites y forma de cada distrito influirá decisivamente en la distribución del poder representativo.

En el sistema bipartidista de Estados Unidos la mayoría en cada Congreso local lleva consigo el control del proceso de redistritación. Ingeniería política en la disputa del poder. El que puede acomodar las piezas del mapa electoral puede asegurar ventaja para su partido o reducir las posibilidades de que el opositor conserve la que tuviera. Por eso han adquirido caprichosas formas los mapas electorales. El método del vecino del norte adquirió importancia tal, que los diccionarios dieron cabida al término jerrymangering: diseñar cada distrito sin atender la forma o las mezclas de zonas rurales y urbanas, o de altos ingresos y acusada pobreza, de modo que sean mayoría los votantes registrados de uno u otro partido.

En el priato tardío, cuando el PAN aspiraba al monopolio de la oposición, las zonas urbanas de clase media tendían a votar contra el invencible PRI. Huajuapan de León, en Oaxaca, era reducto blanquiazul, así como León, Guanajuato, o San Luis Potosí. En los distritos donde vivían los riquillos y la clase media aspirante a codearse con los de rancios apellidos, los encargados de la redistritación electoral utilizaron en Guadalajara el sencillo método de partir del centro mismo de la ciudad en líneas que se abrían paulatinamente de modo que al final ocuparan mayor espacio las modestas zonas suburbanas y las rurales. Como partir un pastel.

La fuga hacia delante de nuestro sistema plural de partidos ha hecho del arte de birlibirloque un salto al vacío. Quién va a preocuparse por la composición socioeconómica de un distrito si el mapa electoral es juego de abalorios, implosión de una clase dirigente resuelta a suicidarse, incapaz de reconocer que un doble negativo equivale a una afirmación, y para colmo cree que ya no hay lucha de clases y que se puede acabar con la impunidad, con un sistema judicial incapaz de dictar sentencia a 98 por ciento de los delincuentes sometidos a juicio. Que son los menos.

Y, sin embargo, aunque cueste decirlo, en el llano y en la montaña: Feliz Navidad.

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