lunes, 20 de diciembre de 2010

El juicio a Diego Raymundo Riva Palacio Periodista

Distrito Federal– En 33 mil caracteres de computadora –equivalentes a más de 10 hojas redactadas a renglón seguido–, los presuntos secuestradores de Diego Fernández de Cevallos escribieron un manifiesto político que, como precondición de la liberación del abogado, exigieron que se difundiera. Funcionarios federales validaron el mensaje, tras lo cual circuló el sábado en forma convencional y por las redes sociales. El texto revela un juicio revolucionario al abogado panista –al que le perdonaron la vida– y un llamado subrepticio a la insurrección.

Fernández de Cevallos fue juzgado como un “operador de la oligarquía neoliberal”. Pero significativamente, ese poder que mencionan los ahora definidos como “Ex Misteriosos Desaparecedores” y rebautizados en el lenguaje neo revolucionario como “Red por la Transformación Global”, no toca de fondo al PAN, que ha estado en el poder por una década, salvo en forma periférica, y se enfoca al PRI en dos tiempos: el gobierno de Carlos Salinas, y el momento actual.

El largo comunicado se divide en tres partes y tiene importantes omisiones. No toca a los ex presidentes Ernesto Zedillo y Vicente Fox, y en ningún momento habla directamente del presidente Felipe Calderón –sólo una referencia al “fraude” en 2006–. El ajuste de cuentas es con el gobierno que estiman comenzó con el neoliberalismo, y con los empresarios que dice lucraron con ese modelo.

Son esos “benefactores”, sugieren, a quienes Fernández de Cevallos, el “nudo por donde atraviesan múltiples historias turbias” envió cartas para reclamar “apoyo económico en correspondencia a su lealtad y a sus servicios”. En orden jerárquico: Carlos Salinas, Carlos Slim, Roberto Hernández, Alfredo Harp, Alberto Bailleres, Claudio X. González, Lorenzo Servitje, Lorenzo Zambrano, Emilio Azcárraga, Ricardo Salinas, Bernardo Quintana, Ignacio Loyola (ex gobernador de Querétaro), Manlio Fabio Beltrones, Emilio Gamboa, Juan Sandoval Íñiguez, Onésimo Cepeda, Norberto Rivera, Roberto Madrazo, Jorge Hank, Santiago Creel, Enrique Peña Nieto, Carlos Romero Deschamps, (y) Elba Esther Gordillo, “entre otros”.

La neoguerrilla no distingue que entre algunos de ellos haya profundas diferencias o enemistades. No es la única anomalía. Subyacen a lo largo del manifiesto lugares comunes y silogismos –“el gobierno es mafioso porque protege los intereses de los grandes ricos” –, así como juicios convencionales –el duopolio televisivo, la mafia del poder–; superficialidades – “la sociedad mexicana, como podemos ver, está dividida en dos: Ellos y Nosotros. Ellos ricos y Nosotros pobres” –; y generalizaciones – “¿Este gobierno mafioso es el único viable en nuestro país? Sabemos que no, otro México es posible y lo tenemos que construir Nosotros los de abajo” –.

Es decir, parece más inspirado en la lectura de un periodismo sesgado y descontextualizado que en el dogmatismo militar en el que crecieron. Por ejemplo: “La distancia entre el discurso de gobierno y las prácticas corruptas que lo caracterizan son una clara muestra de que los más altos funcionarios y las instituciones del Estado están coludidos con el crimen contra quien dicen estar luchando.

“Esta contradicción inicial desata una cadena ininterrumpida de mentiras difundidas ampliamente por los medios de comunicación con los que están coludidos; esta difusión forma parte de la violencia cultural que promueve, legitima y justifica la violencia directa que el gobierno sostiene, así como de la violencia del hambre, del desempleo, de la migración, de la delincuencia infantil y juvenil, de la trata de blancas. En fin, de esa violencia silenciosa que obliga a gritar ¡Ya Basta”.

Sin embargo, escudriñando entre sus frases superficiales, se encuentran mensajes de otra naturaleza, que alejados del lenguaje marxista de los movimientos armados, esconden una amenaza de la violencia. “Creemos firmemente que reapropiarse del uso constructivo de la violencia es legítimos y hemos actuado en consecuencia”. Por ello el secuestro de Fernández de Cevallos, un símbolo de aquellos a quienes consideran sus enemigos, y como parte de un proyecto hacia el “poder popular”, para “transformar este país transnacionalizado en una verdadera patria digna, libre y nuestra”.

El llamado “Boletín-Epílogo” está hueco de ideología. Hay remanentes en la retórica de algo que fue pero que se esfuma en la debilidad de sus argumentos. Carece de la solidez de los comunicados del EPR o de los documentos del ERPI. Pero es un grupo que ha tenido éxito a lo largo de más de 10 años de secuestros de alto impacto. En el caso de El Jefe Diego, afirman haber logrado con el pago del rescate resarcir parte de lo que robó durante años.

En ninguna parte informan cómo van a repartirlo para apuntalar su patria nueva. De hecho, con sus millones de dólares en caja, podrán seguir utilizando la violencia como arma política hasta que dentro de dos años, como desde hace una década vuelvan a realizar otro secuestro más altamente redituable.

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