jueves, 18 de noviembre de 2010

El lenguaje del silencio Sergio Conde Varela Abogado


Algo muy importante desde el punto de vista social está pasando no sólo en nuestra ciudad sino en el estado y en el país entero.

Durante mucho tiempo, personas, instituciones, asociaciones y diferentes grupos, han levantado su voz denunciando, señalando, pidiendo, ante los órganos competentes de los tres niveles de gobierno que cese esta descomposición social que ha sido producida por los integrantes de la llamada antisociedad.

Prensa, radio, televisión han sido los medios que han llevado puntualmente los sinsabores, dolores y angustias de una sociedad cada vez mas golpeada y abandonada a su suerte por quienes deberían de cumplir con el juramento que hicieron al tomar las riendas del gobierno de ejecutar lo que la ley manda y el sentido común exige.

Sin embargo, cada día el problema se complica de tal manera que las voces poco a poco han bajado su denuncia frente a la política de brazos cruzados que se ha observado y sus voces se van perdiendo entre el fuego y balas de las metralletas y los ayes de dolor que han quedado en las calles, barrios y colonias de ciudades como la nuestra y de muchas más a lo largo y ancho del país.

La denuncia, las manifestaciones, los desplegados, las impugnaciones a los órganos gubernamentales a través de los días han sido poco a poco sustituidos por algo muy peligroso y sumamente poderoso que es el lenguaje del silencio.

La gente está agotada de que se le diga mediante el discurso que se está haciendo mucho y en la práctica nada acontece. Se tiene mucho tiempo que únicamente las intervenciones o son para minimizar el grave problema de la inseguridad o para dar cifras y datos muy distantes de una realidad lacerante que se vive y que hoy ya ni siquiera sonrisas de incredulidad producen.

Poco a poco, la sociedad está aprendiendo a callar, porque sabe que sus anhelos no quieren ser resueltos. No hay voluntad ni política ni administrativa para solucionar las necesidades públicas y el gran caudal que se gasta según esto en brindar una seguridad que el pueblo no percibe, sólo ha producido el aumento de un presupuesto de egresos dadivoso cuyas finalidades para lo que fue autorizado, brillan por su ausencia de manera lamentable.

La ciudadanía sabe que la voluntad gubernamental para la solución está afectada por la ausencia de resultados y por eso calla. Esto no significa que por ello haya conformidad, no, el silencio denota que el pueblo está cansado de pedir, solicitar soluciones y estas no aparecen y desde luego que en este silencio hay un lenguaje que se percibe y se comunica en un ambiente de inseguridad, de éxodo de mexicanos y de atroces actos antisociales que no tienen freno.

El pueblo calla porque en él, algo grande se va a producir y algunos trasnochados piensan que si calla otorga, pero esta frase ya ha sido sustituida por otra: “el que calla, no dice nada” y en el caso de Juárez y otras metrópolis de México, las manifestaciones de médicos, periodistas, maestros y estudiantes universitarios, grupos diversos de la sociedad civil, han sido hechas en los términos constitucionales y han sido sin resultados y eso ha generado que se opte por el silencio que ha producido ya una densa y desconocida atmósfera que rodea con misterio este problemas de muerte e inseguridad.

Desde luego que para la gente no pasa desapercibido que se han importado miles y miles de armas, que se mueven grandes cantidades de dinero y que unos grupos tratan de imponerse sobre los otros, sin embargo hay una confrontación silenciosa en todo esto. Los que piensan en los valores y los que se burlan de ellos, los que le apuestan a la muerte y los que creen y defienden la vida, los que diseñan la esperanza de una vida mejor y los que solo quieren destrucción, fuerza y violencia. El grupo del silencio cree en la vida, en los valores y en la esperanza y nadie podrá arrancárselos. El tiempo hablará sobre esto, de verdad.

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