viernes, 15 de octubre de 2010

El ejemplo chileno - Sergio Conde Varela - Abogado


El rescate de 33 mineros en la República de Chile, rodeado de familiares, médicos, rescatistas, medios de comunicación y la atención de la comunidad internacional en torno a ese doloroso hecho, debe tener una repercusión importante en nuestro querido Juárez, la ciudad más violenta del orbe.

En efecto, el ejemplo de la sociedad chilena del respeto a la vida de 33 seres, dedicados a sacarle riqueza a las entrañas de la tierra, deberá estrujar la conciencia de quienes no tienen el menor respeto por la existencia humana y a quienes se les hace fácil violar el mandamiento divino de “No matarás”. Todos los sectores de aquel lejano país, mostraron su solidaridad en torno a la desgracia y accidente de los mineros que quedaron atrapados entre toneladas de tierra y roca.

A más de 622 metros de profundidad se tuvieron que realizar las labores de salvamento y desde el Presidente de la República chilena, hasta los más esforzados compañeros de los mineros atrapados, no desmayaron para salvar esas vidas. Fueron más de dos meses en los que se batalló duramente para vencer todo tipo de problemas y el 12 de este mes, empezó a despuntar el triunfo con el rescate inicial de Florencio Ayala y Mario Sepúlveda.

Ojalá y esta noticia que ya corre por todo el mundo, llegue y estruje las fibras sentimentales de quienes en nuestra tierra han privado de la vida a más de siete mil personas y en México, nuestro país, 28 mil difuntos por homicidios calificados, según datos oficiales.

Choca contra el sentimiento del respeto a la existencia humana, el hecho de que sin cumplir con el estado de derecho y frente a la apatía de las autoridades, se haya desatado sin impedimento alguno esta masacre de tantos miles de personas y que la indiferencia haya caracterizado estos 4 años pasados a quienes se supone protestaron cumplir con la ley.

Muchos juarenses al observar el rescate de los mineros, tomaron con profundidad de conciencia, la respuesta de todo un pueblo para proteger la vida de un pequeño núcleo de su pueblo. De inmediato se sintió la alegría que cualquier persona normal siente cuando se salva una vida y se respeta la integridad de una persona.

Lamentablemente en nuestras calles, han caído periodistas, maestros, estudiantes, personas que por el destino los tocó atravesar o estar cuando las metralletas daban de si en contra de otros y que sin deberla ni temerla, cayeron abatidos y perdieron la vida dejando familias, huérfanos y un sentimiento de la sinrazón por esa perdida.

El ejemplo chileno nos debe servir a los mexicanos, chihuahuenses y juarenses, de lo que es capaz la solidaridad humana para la protección de vidas socialmente útiles.

A una sola voz de ayuda, no se escatimaron esfuerzos económicos, técnicos y humanos para emprender todos los trabajos indispensables que fueran coronados por el éxito para que esas personas pudieran de nuevo respirar con libertad, los nuevos aires a que los llevó esa solidaridad humana.

Desde luego que con el paso del tiempo, vendrán las narraciones de los esfuerzos que hicieron los atrapados y los rescatistas y quizás no tarden los montajes cinematográficos del hecho, hoy conocido mundialmente, pero importa mucho la actitud de la gente en torno a la manifestación del respeto por la vida.

No dejaron abandonados a su suerte a los mineros sino que sin escatimar recursos, como anotamos, pusieron todo el empeño y la voluntad para que la vida triunfara sobre la muerte y la esperanza sobre el desgano y la apatía.

No es posible que ese hecho no nos enseñe a los juarenses. Es tiempo, estamos en él, para que entendamos que la vida es el don mas preciado que tenemos los humanos y que debemos luchar porque ese bien sea respetado; solo así podemos enfrentarnos a los retos que tengamos.

La lucha por la vida de los mineros es digna de alabarse y también merece nuestro reconocimiento la respuesta de toda una sociedad para que 33 de ellos pudieran seguir su caminar por la existencia. Es un buen ejemplo. Digno de imitarse.

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