martes, 3 de agosto de 2010

Muchas interrogantes y pocas certezas


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María Teresa Jardí

(I)
Que me perdonen los cuatro periodistas “levantados” si me equivoco. Pero a montaje televisivo suena lo que sea que haya ocurrido con esos televisivos periodistas. ¿De pronto los grupos criminales que matan hasta niños, a diestra y siniestra, se vuelven buenos y a ellos, en unos días, luego del show de la Maerker y de Gómez Leyva los sueltan? Seriedad, señores, que lo que está en juego es la nación mexicana y en el lugar donde impunemente se achicharran niños no se regresa vivos a periodistas, aunque lo sean a modo de la usurpación fascista. Lo primero que remite a la sospecha es la ausencia de fotografías del cadáver. Lo que no quiere decir que debieran haberlo mostrado como hicieron con el de Beltrán Leyva, sus pares de la Marina, con dinero por encima y con una falta absoluta de respeto a quien, sin duda, en vida favores hiciera a miembros de la clase política.

Dado que han existido datos y ha habido filtraciones que buscan que se crea que en manos de un grupo guerrillero se encuentra Diego Fernández de Cevallos. La ausencia de la fotografía se torna alarmante. Y más aún cuando se coteja con las notas dadas a conocer de la mano, se puede decir, de la noticia sobre el “levantón”, “secuestro”, “desaparición”, “asesinato”, “ejecución” o lo quiera que haya sido o sucedido con Fernández de Cevallos. Con la desaparición de Fernández, de manera rápida se vinculó la noticia con la detención de “Nacho Coronel”, afirmando, algunos medios, que el móvil de lo ocurrido con el panista, era la represalia por esa detención. Y, vinculada, a esas dos noticias, nos enteraron de la detención y la rauda puesta en libertad de una de las mujeres de “El Chapo” Guzmán. Para, sin mayores explicaciones, y con el retiro de Televisa de la noticia del secuestro, con la censura o autocensura, pues, de quienes por estos días incluso salieron del aire porque ya les llegaron a ellos, o quizá fingiendo, como arriba digo, y como convencida estoy, con el regreso vivos, de los televisivos “levantados”, de que eso es lo más probable que haya sucedido, prestándose las televisoras a la censura, que no tardará en venir para los pocos medios que no han aceptado autocensurarse. Esto ya pinta para una dictadura. Para pasar de manera rápida, luego de la “desaparición” de Fernández, a balacear a Acosta Chaparro, o al menos a unirse, esa noticia a las otras, tampoco quedando claro que esto sea cierto y, menos aún, quién lo hizo ni el motivo.

Un impresentable individuo tocado por una obsesión asesina contra los campesinos pobres que, para él, son siempre guerrilleros o proclives a la guerrilla. Vinculado a la desaparición impune de personas en la década de los setenta. Impune crimen que sigue esperando el castigo. El meter al general Acosta Chaparro, vinculando su affaire, sobre lo que ya luego nada más se ha dicho, lleva a pensar que tuvo como cometido el de preparar como chivo expiatorio a un grupo guerrillero. Lo que ya saltó a los medios y a lo que me referiré mañana porque se me alargo demasiado la entrega.

Pero no sin antes, señalar la suspicacia que también despierta la farsa montada tanto por el desgobierno mexicano como por las impresentables agencias gringas, como lo de la DEA, con relación a lo que saben que es falso, porque ellos, mejor que nosotros, saben que tanto Coronel, como “El Chapo” Guzmán, son desechables. Muerto uno, cinco más están listos para el remplazo. Por más que se nos quiera hacer creer lo contrario. De ahí que sea más criminal ese afán de limpiarle las plazas al narco elegido como protegido por el panismo encabezado por el “haiga sido como haiga sido”. E imperdonable hacerlo a costa del desprestigio del Ejército Nacional. E inconcebible que el Ejército Nacional se preste a ello, a sabiendas que de ese desprestigio nadie va a poder salvarlo.

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