miércoles, 28 de julio de 2010

Con su poder de convocatoria se puede, todavía, cambiar la historia


María Teresa Jardí

Con el llamado de AMLO se llena el zócalo con muchos miles de mexicanos que aspiran —como aspiran muchos más por ellos representados, se suele decir que por cada asistente hay diez al menos que opinan lo mismo— a un cambio pacífico.
Mexicanos pensantes que saben también de la mucha sangre que cuestan los caminos cancelados que obligan a grupos a apostarle a la violencia sin garantía de llegar a buen puerto. AMLO llena el zócalo, otra vez, una más de las muchas que ya van, llena el zócalo en un domingo lluvioso al que antecedió un sábado con lluvia permanente a lo largo del día.

Los a modo se aprestan a atacar a López Obrador preguntando de dónde viene el dinero para las movilizaciones. Los mismos que no preguntan de dónde sale el dinero para pagar a los que siendo reos de día son sicarios por la noche.

AMLO llena el zócalo y los a modo ya dicen que está acabando con la izquierda.

¿Cuál izquierda? La representada por los “Chuchos” y por Camacho, el peligroso individuo que descarriló lo que pudo ayudar a los mexicanos a escribir otra historia. Colosio está olvidado.

Cincuenta y un asesinados aparecidos en una fosa y la tinta y el verbo usados para volver a señalar que AMLO es un peligro. ¿Un peligro?

AMLO representa hoy, si se llega al 2012 sin que logren, entre todos, hacer estallar al país, el último reducto de tenue esperanza en un pueblo tan agredido que al leer un correo que circula sobre un libro que narra lo ocurrido en Guinea Ecuatorial no cabe más que pensar que aquí estamos igual.

López Obrador llena el zócalo y los a modo sienten el peligro de dejar de ser el poder fáctico que ha hundido a los mexicanos en el analfabetismo y la miseria lacerante para millones como única visión a futuro para el resto de las generaciones que les sigan.

Los mexicanos hablamos en el zócalo el 25 de julio. Pero mal haríamos en olvidar, y menos aún debe hacerlo AMLO, lo ocurrido en 1994.

Colosio fue descarrilado por el berrinche de Manuel Camacho, tolerado por Carlos Salinas, cuando comprendió, Salinas, debido al discurso de Colosio no enviado antes a pasar censura, que había errado y que el bueno para continuar imponiendo el sistema neoliberal, a la mexicana, con el que se ha machacado al país hasta límites inconcebibles, no era Colosio, quien tampoco es que fuese socialista ni nada que se le pareciera; alguna vez escribí sobre cómo ofrecía enviar a alguien a escuchar el sentir de mujeres de Chihuahua, cuyo movimiento productor, ni siquiera político, no quería, porque sí, por nada, quién sabe porqué, ni decidido por quién, continuar financiando la Secretaría que él dirigía y la promesa, que me hizo, fue incumplida. Pero quien a México veía como el país en el que no podían continuar bajando millones de personas en la posibilidad de vida digna mientras se coleccionaba a los más ricos sujetos del planeta. Camacho descarriló a Colosio y hoy sigue representando el peligro de que lo mismo intente hacer con AMLO. Aunque nada gane. Es un individuo envidioso, rencoroso y manipulador. Alerta, muy alerta sobre todo tendrían que ponerse los grupos a los que busca hacer estallar el panista fecalismo usurpador, de que no vaya a ser la mano de Camacho la que otra vez cancele la esperanza de llegada de AMLO, como se canceló la posibilidad de que el cambio de partido se diera con Cárdenas en 1994. Otra sería la historia del país. AMLO ya tiene que ponerse las pilas y es preocupante que teniendo tan claro lo que busca la derecha, con el PAN y el PRI, no ponga el mismo énfasis en situar a su lado al PRD, que por el “Chucho” mayor y por Camacho, es tan de derecha y tan corrupto como los anteriores a los que incluso se alía. Así que… Ojalá y no vaya a cometer el mismo error de creer en quien no debe creer y se descarrile de nuevo la única esperanza que a los mexicanos queda de tránsito, difícil, pero tránsito al fin, a desandar, logrando rescatar algo de lo mucho perdido.

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