jueves, 15 de abril de 2010

Oposición en San Lázaro vapulea a Ernesto Cordero


Carlos Acosta


MÉXICO, DF, 14 de abril (apro).- Lo que pudo haber sido un día de campo para Ernesto Cordero Arroyo, en su primera comparecencia como secretario de Hacienda ante el pleno de la Cámara de Diputados, se convirtió en un verdadero Vía crucis para el funcionario federal.
Sin tablas para el debate parlamentario y sin apoyo de los diputados panistas, que también acusaron una notoria inexperiencia para responder agravios y denuestos de sus detractores, Cordero Arroyo debió aguantar toda suerte de críticas e insultos –a su persona, a su gestión y al gobierno que representa-- por parte de la oposición, que se valió, a veces con razones, a veces sin ellas, de un discurso estridente para apabullarlo.
El secretario tenía la información y los argumentos para responder a todo. Quiso ser comedido y conciliador, pero se vio, más bien, tibio y medroso.
No hizo falta que subiera a tribuna el diputado petista Gerardo Fernández Noroña, que se ha convertido en el dolor de cabeza para cuanto funcionario asiste a la Cámara.
Una operación en los ojos impidió a Noroña asistir al pleno. Pero ni falta hizo. En su lugar subió Mario di Costanzo, novel diputado, economista egresado del ITAM –el alma máter de Cordero también--, quien se le fue a la yugular:
“Usted ha sido un funcionario público altamente ineficiente. Como subsecretario de Egresos registró grandes subejercicios de gasto en programas sociales y de infraestructura productiva. En su gestión como secretario de Sedesol, y a pesar de haber tenido un presupuesto históricamente elevado, el número de pobres en este país se incrementó en casi seis millones”, acusó.
Disfrutaba el petista, ante el nerviosismo y el enojo de Cordero:
“Nos queda claro que usted no sabe trabajar para los 51 millones de pobres en este país. En cambio ahora, como secretario de Hacienda, nos deja ver que sirve a los intereses de los grandes capitales y de los poderosos”, remachó.
Decía esto último el diputado Di Costanzo porque en su primera intervención criticó que la Secretaría de Hacienda haya emitido en marzo pasado un resolución miscelánea que, a su juicio, da al traste con lo aprobado por el Congreso en materia de consolidación fiscal, pues permite a grandes consorcios reducir hasta en 90% el pago de impuestos diferidos. “Eso es una desvergüenza”, denunció.
Molesto por la respuesta del funcionario –“con esa resolución no se altera la meta de recaudación aprobada por la Cámara”, dijo tibiamente Cordero--, Di Costanzo le gritó de plano: “No mienta, secretario”.
Y remató, ante el griterío de la bancada panista:
“Si de nosotros dependiera, usted no estaría aquí compareciendo, sino más bien estaría enfrentando un juicio político”, soltó el petista.
Y amenazó a un ya enfurecido secretario: “Le aseguro, y le entrego dos carpetas que sustentan mis aseveraciones, que me comprometo a buscar los consensos necesarios para llevarlo a juicio político. Ya basta de que la Secretaría de Hacienda asuma a esta soberanía como su oficialía de partes”.
Di Costanzo bajó de tribuna y quiso entregarle en mano a Cordero las dos carpetas. Este no estiró la mano para recibirlas, sólo le indicó que las dejara ahí, frente a él.
Desde el principio de su intervención, Di Costanzo puso en aprietos al secretario. Su planteamiento tenía que ver con el especializado tema de la consolidación fiscal –que permite al conjunto de empresas de un consorcio pagar impuestos como si fuera una sola firma--, del que Cordero acusó no tener los conocimientos suficientes.
Apenas hablaba Di Costanzo con ese tema y Cordero movilizó a sus asesores, que iban y venían nerviosos del “cuarto trasero”, donde estaba apostado el equipo hacendario.
Sin embargo, no se encontraba el especialista, el subsecretario de Ingresos, José Antonio Meade –como tampoco estuvo el subsecretario del ramo, Alejandro Werner, uno de los más inconformes con el nombramiento de Cordero como secretario, luego de la salida de Agustín Carstens.
Tuvo que sacarse de la manga el secretario eso de que la resolución miscelánea de marzo “no altera la meta de recaudación”. O sea, que no respondió a la acusación de que con aquélla se favorece a las grandes empresas.
Pero Di Costanzo fue más bien la puntilla. Ya los diputados priistas, viejos lobos de mar, experimentados tribunos, le habían dado las primeras estocadas al indefenso compareciente, que en su intervención inicial lo único que hizo fue repetir el discurso optimista de por lo menos sus últimas cinco apariciones públicas:
En resumen: la economía, en franca recuperación; creciente creación de empleos; la industria, casi floreciente; la inflación, bajo control; el peso, súper fuerte; las reservas internacionales, como nunca; el país, cada vez con mayor credibilidad en el mundo.
“Estamos muy bien”, sugirió, “pero podríamos estar mejor si hubiera reformas estructurales”. No podía faltar el tema, con visos de imploración, de súplica a los diputados para que las aprueben.
Primero al micrófono, el priista Oscar Levín Coppel hizo hincapié en los pronósticos fallidos del gobierno de Felipe Calderón en materia de ingreso –“el boquete fiscal con el que alarmó a la población no fue tal”-- y su impericia en el ejercicio del gasto.
“El problema, señor secretario, es que el gobierno panista no sabe usar los recursos que la sociedad ha generado. Padecen una incapacidad sistémica para el ejercicio del presupuesto”, le espetó Levín, quien agregó:
“Pero lo que es más grave, es que no vemos claridad, seguramente porque no la hay, en el rumbo de nuestra economía”, fustigó el priista.
Peor aun, dijo, es un gobierno insensible que aprovecha los días festivos y fines de semana “para aumentar de manera sorpresiva y con dolo el precio de la gasolina y el diesel, incrementando irresponsablemente los costos de la actividad productiva”.
Ante esta última observación, Cordero sólo atinó a endosarle al Congreso la corresponsabilidad de subir los precios de los combustibles.
Esto se hace, dijo, “con el único propósito de poder cumplir con el Presupuesto de Egresos de la Federación y con la Ley de Ingresos de la Federación, que fue aprobada en esta soberanía”.
Pero antes, Levín había lanzado una advertencia: Será la Cámara, los priistas por delante, quienes enderecen el rumbo de la economía. “Que quede claro: vamos a hacer valer nuestra mayoría para garantizar a los mexicanos los empleos dignos y el apoyo que hagan realidad el bienestar para sus familias y el desarrollo con justicia social”, dijo, pues antes había argumentado que, por culpa del gobierno panista, el número de pobres aumentó en más de 5 millones, y uno de cada cuatro mexicanos carece de acceso a servicios médicos.
El también priista Luis Videgaray insistió en que en la década de gobiernos panistas, la administración federal no ha gastado de manera eficaz. El gasto corriente del gobierno, argumentó, aumentó un billón de pesos, 56% en términos reales entre 2000 y 2009.
Reclamó la insuficiencia del reciente programa de ajuste presupuestal, multianual, presentado por el gobierno, pues es muy poco lo que se va a ahorrar, no define cómo se compactará la estructura de la alta burocracia y, lo peor, no reconoce las duplicidades presupuestarias que hay en muchas dependencias públicas.
Cordero quiso rebatir, pero sin convicción, mucho menos con la vehemencia discursiva de los priistas. Dijo que sí se han reducido los gastos administrativos y en servicios personales; que sí se han contenido los salarios de los altos funcionarios. Y como spot: que con todos los ahorros del esfuerzo de austeridad del gobierno, se han hecho más carreteras, más hospitales, más servicios para la población…
El diputado Videgaray, como antes Levín, después Di Costanzo y otros, también amenazó: como el gobierno no da visos de apretarse el cinturón –sí en cambio obliga a las pequeñas empresas y a las familias a hacerlo--, el PRI le meterá tijera al presupuesto del año que entra.
Videgaray, reconocido públicamente como alfil del gobernador mexiquense Enrique Peña Nieto, aseveró: “No olvide usted (secretario), que el presupuesto se revisará en esta Cámara de Diputados; se tomarán verdaderas medidas de reducción del gasto” para que el gobierno se ajuste el cinturón.
“Y no por una posición política, sino porque es lo que están haciendo las pequeñas empresas y las familias mexicanas”, recordó.
Prometió echarle la maquinaria priista encima: “Cuente usted con los 237 diputados del PRI para contribuir a este esfuerzo”.
El Partido Verde Ecologista de México (PVEM), por conducto de la diputada Adriana Sarur, se sumó a la amenaza priista: “Si sumamos los 21 votos del Partido Verde, tenemos un total de 258 votos, porque el Partido Verde está consciente y comparte plenamente la propuesta de revisar el proyecto de presupuesto y aplicar los recortes que se consideren necesarios”.
Tuvo que subir el panista Pablo Rodríguez Regordosa para auxiliar al secretario de Hacienda. Le pidió que explicara cómo se han gastado, en el tiempo, los recursos excedentes.
Pero sin ángel, fuerza o convicción, Cordero sólo hizo el recuento, en lugar de una respuesta enfática, contundente, pues tenía los elementos: del billón 700 mil pesos de excedentes, entre 2009 y 2009, 21.3% se transfirió a los estados; 32.4% fue para gastos de entidades paraestatales y gastos de inversión en Pemex, IMSS y CFE. El 36.3% al ahorro y la inversión del sector público, a los fondos de estabilización y a fondos para desastres naturales.
Además, 3.8% se destinó a compensar menores ingresos en rubros que sufrieron caídas. Y solamente –lo dijo como de pasada, cuando debía ser el punto más enfático, ya que ahí se centraron las críticas del presunto despilfarro panista-- 6.2% de esos excedentes fueron para gasto corriente.
Pero ni siquiera para sueldos y salarios –dijo--, sino para gastos no programables, como el pago del servicio de la deuda.

“Gobierno caro y malo”

Para entonces, ya le habían tomado la medida al joven secretario. Fue blanco de todo tipo de críticas y burlas.
El tono que empleó el priista Sebastián Lerdo de Tejada fue la constante: “De veras que no cabe duda: la derecha no tiene remedio. No acaban de llegar, eh. No acaban de llegar (y eso que) tienen diez años en la Presidencia de la República. La década perdida. Es un gobierno caro y malo”.
Y así transcurrieron las cinco horas de pesadilla para un solitario secretario Cordero –abandonado a su suerte por la impericia parlamentaria de la bancada de su partido--, pues no acertó, nunca, a dar respuestas firmes y convincentes.

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