jueves, 8 de abril de 2010

Narco y medios


José Gil Olmos

MÉXICO, DF, 7 de abril (apro).- La reciente crónica del periodista Julio Scherer García a Ismael El Mayo Zambada --uno de los narcotraficantes más buscados del país y de Estados Unidos--, desató una polémica en los medios y un sector de la sociedad como hacía tiempo no se veía.

Alrededor de este encuentro se han vertido opiniones de todo tipo en radio, televisión y prensa escrita de México y algunos países, favoreciendo o denostando lo publicado en la revista Proceso.

Una buena parte del debate se centró en la fotografía de ambos personajes que ilustraron la portada de la edición 1744 de Proceso. Otras opiniones, igualmente encontradas, se construyeron a partir de las preguntas que no respondió el sinaloense y que Scherer planteó desde el principio del encuentro, es decir, en la entrevista que no se hizo.

Y, en menor grado, el debate se dio en el contenido del trabajo periodístico, cuando este punto es donde tendría que haberse centrado la discusión por los alcances, no sólo periodísticos, sino sociales y políticos que tienen las declaraciones de un personaje como El Mayo Zambada con 40 años en el negocio del narcotráfico.

La discusión sobre la imagen se centró en que no era pertinente (ético y hasta moral) que el periodista se dejara fotografiar con un delincuente y que éste ultimo lo abrazara como si fueran amigos.

El debate, sin embargo, llegó a un punto y se agotó porque, más allá de la forma, lo importante de la imagen publicada era dar constancia, registro, y testimonio del encuentro, pues ha habido casos en la historia del periodismo en que se publican supuestas entrevistas con personajes que al final resultan ser falsas.

Además, no se toma en cuenta que, gracias a esas dos fotos publicadas en Proceso, se tiene una imagen más fresca de un personaje que no se había mostrado así con anterioridad.

Algo similar ocurrió con aquellos que condenaron que el periodista aceptara el encuentro con el narcotraficante alegando una falta de ética y señalando que se convertía en “portavoz” de El Mayo.

El argumento se agotó casi de inmediato porque no tiene sustento, pues el “portavoz”, por definición, es quien recibe un salario o favores para trasmitir un mensaje, y de eso está muy alejado Scherer que, en más de medio siglo como periodista, se ha mostrado independiente de toda fuente de poder.

Del contenido del encuentro, curiosamente, tres articulistas que durante el salinismo tuvieron un papel relevante como funcionarios e “intelectuales orgánicos”, José Carreño Carlón, Raúl Trejo Delarbre y Héctor Aguilar Camín, coincidieron en un punto en el que vale la pena detenerse: los tres aseguran que no había ningún contenido en la crónica de Scherer, alegando que no había nada nuevo en lo que dijo El Mayo Zambada.

En su intento por descalificar el trabajo periodístico de Scherer, los tres analistas olvidaron que El Mayo Zambada no es cualquier delincuente o narcotraficante, sino que se trata de un personaje relevante en el escenario nacional.

Después de vivir más de cuatro décadas del narcotráfico, sabe con toda certeza qué funcionarios, gobernantes, autoridades judiciales, periodistas, empresarios, sacerdotes y otros personajes están involucrados en este negocio millonario.

Habría que retomar, entonces, varias expresiones --no declaraciones como consideran algunos analistas-- de El Mayo en el encuentro con Scherer.

Por ejemplo, cuando dice que al Presidente lo engañan sus colaboradores; lo afirma porque seguramente sabe quiénes le están mintiendo, y por qué y para qué lo hacen.

Evidentemente no se trata de funcionarios de cuarta, sino de los primeros niveles de gobierno a quienes El Mayo identifica como mentirosos, pues “informan de avances que no se dan”.

Otro ejemplo es cuando señala que la “guerra” de Calderón contra el narco está “perdida”. No se trata de una declaración, sino de una afirmación y la sustenta cuando señala que si lo agarran o lo matan, ya está listo quién lo sustituya.

No sólo eso, sino que también expone una situación que como sociedad tendríamos que estar debatiendo de manera autocrítica:

“El problema del narco envuelve a millones. ¿Cómo dominarlos? (…) El narco está en la sociedad, arraigado en la corrupción (…) Si me atrapan o me matan, nada cambia”.

Lo que confiesa uno de los jefes del narcotráfico es que, en parte gracias a esa actitud cómplice de la sociedad mexicana, el negocio de las drogas ha prosperado de manera impresionante, y también por supuesto gracias a la connivencia de las autoridades.

Otro punto más es cuando confiesa que lleva más de 40 años en el negocio y que sigue moviéndose libremente. Esto, evidentemente, puede hacerlo gracias a que ha aceitado la máquina de la corrupción oficial con miles de millones de pesos en todo este tiempo.

Más allá de las reacciones, algunas de ellas bizarras por envidias y enconos, un aspecto importante que ha aportado la exclusiva de Scherer con El Mayo Zambada es el debate que ha alcanzado a un sector importante de la sociedad cuestionando el papel de los medios ante el poder del narcotráfico.

Este es quizá el aporte más importante del trabajo periodístico del fundador de la revista Proceso: provocar la discusión entre distintos sectores de la sociedad sobre un problema que difícilmente terminará, como es el narcotráfico.

Debatir qué se ha hecho y qué se puede hacer y, sobre todo, realizar una autocrítica del papel que tiene el narco en la vida nacional y cómo ha reaccionado la sociedad frente a este poder que ha rebasado al propio Estado mexicano.

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