domingo, 4 de abril de 2010

Los Tecos : aniversario de la impunidad

Los abusos del patriarca
Álvaro Delgado



Declarado antisemita y admirador confeso de dictadores militares, Antonio Leaño Álvarez del Castillo, “rector vitalicio” de la Universidad Autónoma de Guadalajara (UAG) y jefe máximo de la organización secreta de los Tecos, es acusado de cometer también “delitos de lesa familia”, como el secuestro de sus nietos, y practicar conductas “dignas de una mafia”.

En el juicio de nulidad matrimonial promovido por Mónica Leaño Reyes contra Eric Coufal Díaz Garza, que se desahoga en el Tribunal Eclesiástico de la diócesis de Guadalajara, éste describe conductas “criminales” de Leaño Álvarez del Castillo y pide que se le excomulgue a él y a todo su clan.

Coufal Díaz Garza, abogado y cónsul honorario de Austria, contrajo matrimonio con Mónica Leaño Reyes en 1987 y se convirtió en asesor corporativo de Leaño Álvarez del Castillo. Gracias a sus habilidades y a su parentesco con Francisco Gil Díaz, subsecretario de Hacienda durante el sexenio de Carlos Salinas, su suegro obtuvo “ahorros fiscales multimillonarios”.

En la “fijación del dubio” del juicio de nulidad matrimonial, dirigido al cardenal Juan Sandoval Íñiguez –y del que Proceso obtuvo copia–, Coufal Díaz Garza narra la relación con su suegro:

“(…) Manifiesto, bajo protesta de decir verdad, que ya después de celebrado el matrimonio, al ser objeto de varias consultas profesionales por su papá, Antonio Leaño Álvarez del Castillo, para las que tuvo el suscrito la necesidad de una dedicación y estudio durante varios meses, y que eventualmente significaron incluso llevarle a Palacio Nacional para presentarlo con el entonces subsecretario de Hacienda y Crédito Público, el Lic. Francisco Gil Díaz (éste sí familiar cercano del suscrito), todo lo cual se significó en ahorros fiscales millonarios para el padre de la reconventa en sus negocios, y habida cuenta de que no me encontraba, al inicio de mi carrera profesional, en posibilidades de subsidiar a ningún cliente o pariente, después de meses de trabajo, con múltiples gastos derivados de las consultas en materia de derecho fiscal comparado, que involucraron a varios despachos en distintos países, me reuní con el padre de la reconventa y le expuse, en síntesis lo siguiente”.

Coufal Díaz Garza detalla enseguida la propuesta que hizo a su suegro para no cobrarle por los servicios profesionales prestados y seguirle sirviendo gratuitamente de manera vitalicia: Que intercediera con su pariente el gobernador de Jalisco, Enrique Álvarez del Castillo, para pedirle una notaría para un amigo suyo.

“La respuesta del padre de Mónica fue que gustosamente realizaría tal petición al gobernador, pero que no sería necesario recibir los servicios profesionales vitalicios propuestos de manera gratuita, sino que lo haría con gusto en obsequio al suscrito como esposo de su hija.”

Sin embargo, pasó el tiempo y no se materializó la gestión de su suegro ante su pariente que sería nombrado procurador general de la República por Salinas. “Y fue así que por omisión deliberada del padre de Mónica no se confirmó el apoyo solicitado, a pesar de que el resultado conseguido por las asesorías del suscrito le significó al padre de la actora/reconventa, repito, un beneficio de ahorros fiscales multimillonarios”.

Coufal Díaz Garza, quien todavía acompañó a su suegro a la toma de posesión de George W. Bush como presidente de Estados Unidos, en enero de 2001, describe en el documento cómo casi dos años antes, en junio de 1999, “mediante argucias y engaños”, su esposa se llevó a sus cuatro hijos a San Antonio, Texas.

El argumento de su esposa fue que los cuatro jóvenes asistieran a cursos de verano, pero “su objetivo era permanecer alejada de sus compromisos matrimoniales, y gradualmente logró controlar y secuestrar la sicología de nuestros hijos menores, que resultaron en la simulada pero eficaz erosión de mi patria protestad, con el apoyo de sus progenitores y sus demás cómplices, lo cual se conoce en términos técnicos como Síndrome de Alienación Parental”.

El secuestro de familiares por decisión de los Leaño no era nuevo, asegura Coufal Díaz Garza en las “Notas aclaratorias y complementarias” que acompañan a la fijación del dubio:

“Tal conducta cuenta en el matrimonio de Irene Padilla y Héctor Leaño (primo hermano de Mónica) con un antecedente claro de los hechos delictivos que practica a todas luces la parentela Leaño, como crímenes de lesa familia, ya que el propio padre de Mónica fue autor intelectual y cómplice en el secuestro de los hijos de tal matrimonio (que a la postre fue canónicamente anulado), para apoyar ilegítimamente a su sobrino mediante argucias e interferencias dañosas tan sólo dignas de una mafia, según fuese reportado incluso en el programa televisivo de Silvia Pinal: Casos de la vida real, lo cual resultó en la profunda afección sicológica de la madre y de sus hijos, cuya relación ha quedado delictivamente destruida, conforme a los síntomas del Síndrome de Alienación Parental.”

Y con base en el decreto expedido por el Arzobispado de Guadalajara, el 1 de diciembre de 1998, mediante el cual se declara la excomunión a los secuestradores y sus cómplices, Coufal pide que se excomulgue al clan Leaño.

“(…) De manera formal, respetuosamente solicito se pronuncie este H. Tribunal sobre la excomunión a que deben quedar sujetos Mónica y sus cómplices, en virtud de que no debe permitirse por la Santa Madre Iglesia la ominosa impunidad ante los hechos cometidos, cuando se encuentran jurídica y religiosamente sancionados, y porque resulta intolerable que Mónica y sus cómplices se ostenten públicamente como cristianos y católicos ejemplares, haciendo gala de supuesta honestidad moral, cuando la verdad muestra su virulenta calaña.”

En el caso del matrimonio Leaño-Padilla, Coufal expone que, si bien no podría aplicarse retroactivamente el decreto de excomunión aludido, la “conducta refractaria a principios atemporales, éticos y morales por Mónica y sus familiares, como es el caso del secuestro de mis propios hijos, le arroga necesaria e ipso jure, en definitiva, la misma consecuencia: La excomunión automática.”

Pero a los Leaño podría no importarles ser excomulgados por la Iglesia católica, apostólica y romana a la que repudiaron desde el papa Paulo VI, a quien calificaron de judío, masón y comunista, al mismo tiempo que abrazaban a las dictaduras latinoamericanas.

Justo en su 50 aniversario, en 1985, la UAG otorgó el doctorado honoris causa al dictador paraguayo Alfredo Stroessner, y antes lo había otorgado al tirano nicaraguense Anastasio Somoza.

El 11 de septiembre de 1976, con motivo del tercer aniversario del golpe de Estado en Chile, la Federación Mexicana Anticomunista (Femaco) y la Confederación Anticomunista Latinoamericana (CAL) felicitaron el “movimiento de liberación conducido por el Excmo. Sr. General Augusto Pinochet Ugarte”.

Y añadía: “Muy pocas naciones ostentan los lauros de ser vencedores del comunismo, como lo es Chile. La actitud patriótica de sus Fuerzas Armadas y el apoyo creciente de las mayorías populares no solamente barrió con los lacayos de la antipatria, sino que conduce al país por una nueva senda de progreso en la que también ha recobrado su prestigio internacional como nación independiente y soberana”.

Los Leaño buscan que eso quede en el olvido y proclaman que la UAG es la única universidad genuinamente autónoma, como se describe en la revista conmemorativa del 75 aniversario, redactada por Rafael Rodríguez López, justamente secretario general de la CAL que firmó el desplegado que enalteció a Pinochet:

“Hoy día muchas universidades de México se denominan autónomas, a partir de la Universidad Nacional Autónoma de México, que obtuvo tal categoría desde 1929 por iniciativa del maestro de América, José Vasconcelos, que cuando fue rector le impuso el lema ‘Por mi raza hablará el espíritu’ que debería aplicarse, en su esencia, a todas las instituciones de educación superior del país.

“La UNAM, sin embargo, ha debido ceder su ‘autonomía’ intrínseca a los embates de la política nacional en algunas épocas y en otras a la invasión de ‘cerebros’ que por algún motivo fueron alejados de su alma mater en sus respectivos países. Igualmente muchas universidades de óptima trayectoria ven limitada su autonomía por intereses de índole no académica que les marcan el paso o les obstruyen la marcha.”

Más adelante, Rodríguez López afirma, arrogante, sobre la UAG: “La autonomía ganada el 3 de marzo de 1935 pertenece a otra dimensión, a una galaxia de gente que ya no existe.” l

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