viernes, 9 de abril de 2010

Las bases

Luis Javier Garrido
El momento que vive el país es de extrema gravedad tras el llamado hecho a finales de marzo por Felipe Calderón a una intervención armada de Estados Unidos en la zona fronteriza para, según dijo, ayudarle a luchar contra el narcotráfico con el argumento de que él no puede solo” y de que es “un problema internacional”.

1. El escenario de violencia militar creado en México por el gobierno panista al generar por móviles políticos un desquiciamiento del país con la intervención irracional de las fuerzas armadas investidas anticonstitucionalmente como policías para supuestamente “luchar contra el narco”, está culminando conforme al papel desempeñado por la derecha (y sus aliados) tras el llamado que hizo el propio Calderón al Pentágono para que envíe fuerzas militares estadunidenses a nuestro país, lo que a todas luces conllevaría la creación de una base militar de Estados Unidos en México.

2. Las desquiciadas declaraciones hechas este miércoles por el general Guillermo Galván Galván (titular de la Sedena) en el sentido de que el Ejército seguirá en las calles de cinco a 10 años más, según reportó ayer La Jornada, asumiendo que proseguirán las actuales políticas de manera transexenal no significan más que el guión previsto se quiere seguir aplicando. Galván pasa por alto que si Calderón ha sido el gobernante más débil de la historia mexicana reciente y ha cedido en todo ante los poderes fácticos ha sido por su condición de ilegitimidad, de la que éstos se han aprovechado.

3. Las declaraciones de Galván olvidan que las modificaciones a leyes secundarias que Calderón pretende que apruebe el Legislativo, para una “ley de seguridad nacional”, que acote derechos individuales y avale la intervención policial del Ejército, serían siempre contrarias a la Constitución y a la teoría constitucional.

4. Las políticas de Washington no se esconden, y el nuevo orden mundial diseñado por las elites financieras, militares y burocráticas de Estados Unidos, supone aquello que no imaginaron James Monroe en el siglo XIX ni Teddy Roosevelt en el XX y ni siquiera Ronald Reagan ni George Bush padre. El nuevo esquema del poder estadunidense, impulsado por el gobierno de Obama en el escenario de la globalización y asumiendo que su país es más que nunca el policía del mundo, supone multiplicar al máximo el número de bases estadunidenses en todo el planeta, con base en dos argumentos que nadie cree: que Estados Unidos debe luchar a) contra “el terrorismo internacional” que amenaza a “las democracias”, conforme a la doctrina esgrimida por Bush después del 11 de septiembre de 2001, pero también b) contra “el narcotráfico”, al que la prensa llama también “el crimen organizado”, que es, según se insiste, un peligro para Estados Unidos

5. La realidad de las cosas no se esconde, y John Lindsay-Poland, uno de los teóricos estadunidenses en la materia, escribía hace unos años que la red de bases militares de Estados Unidos en Latinoamérica tenía como función respaldar las políticas de Washington para tener acceso seguro a los mercados, controlar el flujo de las drogas y obtener los recursos naturales estratégicos que requiere, en particular el petróleo (Foreign Policy in Focus, agosto de 2004).

6. Los responsables de las políticas de Estados Unidos y de los organismos internacionales sometidos al dictado de Washington se multiplican por ello. Antonio María Correa, director de la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC), conocido como el “zar antidroga” de la ONU –organización internacional que aparece hoy como apéndice de las políticas de Washington–, decía recientemente (El País Semanal, No. 1748) que la escalada militar que conduce en países de África occidental, ricos en recursos estratégicos, obedece a que no quiere que esta región se convierta en “el México de Europa” y por ello se enfrenta a las “mafias del crimen organizado”, por lo que muchos se preguntan si no es en nombre de las verdaderas “mafias del crimen organizado” que dominan varios países que se organiza este escenario.
7. El caso de Brasil es muy significativo, pues el 1º de abril, día en que Dilma Rousseff, la candidata de Lula, iniciaba su campaña presidencial para el periodo 2011-2015 y se filtraba la información de que de ser electa Lula podría asumir la dirección de una nueva empresa paraestatal petrolera encargada de los vastísimos yacimientos descubiertos en la costa brasileña, los que estarían 100 por ciento en manos del Estado, se confirmó en Brasilia que el general Douglas Fraser, responsable del SouthCom o Comando Sur, discutió con militares brasileños la creación de una base militar “multinacional y multifuncional” en Río de Janeiro, que sería un puesto “de vigilancia” del Atlántico sur, entre otras cosas, para el “control del narcotráfico”, lo que se especificaría durante el viaje anunciado, para mediados de abril, del secretario de Defensa de Estados Unidos: o sea que la elección presidencial brasileña pasa por la nueva base estadunidense.

8. El esquema anunciado para Brasil, en caso de que Estados Unidos logre doblegar a Lula, como parece va a acontecer, es muy tramposo, a pesar de lo obvio, pues se pretende en el discurso oficial de la Casa Blanca –repetido por los gobiernos sometidos– que dichos enclaves militares, que son un peligro enorme para los pueblos cuyos gobiernos cómplices de Washington los aceptan –y quedan subordinados al poderío castrense estadunidense–, que dichas bases son “binacionales” y que si su edificación ha sido un gran negocio para algunas empresas se pueden convertir en “el enclave para múltiples negocios”, como se quiere hacer en la Base de Panamá Pacífico.

9. El gobierno panista de México, que durante tres años ha cumplido con el guión impuesto desde Estados Unidos para hundir al país en un escenario de violencia sin precedentes con la simulación de que está luchando contra “el narco” y “el crimen organizado”, reaccionó con inusitada violencia por conducto de “las plumas oficiales” contra Julio Scherer García, por quedar una vez más desenmascarado en sus políticas de “baño de sangre” tras el encuentro del legendario periodista con El Mayo Zambada, cuya crónica, aparecida en Proceso (No. 1744), sin proponérselo confirma lo que ya se sabe: que la supuesta lucha del gobierno calderonista “contra el narcotráfico” está perdida y que las fuerzas armadas mexicanas lo único que han logrado en un escenario de terror es la violación masiva de derechos humanos y hundirse en la corrupción, pero hacer florecer el negocio.

10. La violencia indiscriminada de Calderón contra el pueblo de México tiende a propiciar lo inadmisible: la presencia de fuerzas armadas estadunidenses en territorio mexicano que garanticen la apropiación de las trasnacionales extranjeras de los recursos no renovables de nuestro país y la permanencia en el poder de una mafia, que ella sí representa al “crimen organizado”, pues está entregada a negocios ilícitos en violación a la ley y en perjuicio de los derechos de los mexicanos y de la nación.

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