lunes, 19 de abril de 2010

Astillero


Los menos
Minimalismo ético
Catálogo íntimo
Lágrimas de Papa
Julio Hernández López


Deseoso de ganar el beneplácito de directivos y líderes de opinión del turismo mundial que en la ciudad de México realizaban el pasado viernes un simposio, Felipe Calderón llegó al extremo de menospreciar las muertes de civiles inocentes que se han producido entre el presunto fuego cruzado de la llamada guerra contra el narcotráfico. Los caídos sin implicación delictiva en esa dudosa cruzada serían los menos, dijo con sereno ánimo estadístico, pronunciando las ya acostumbradas fórmulas retóricas de pena por esos decesos pero inscribiéndolos inequívocamente en la inevitable lista de las bajas obligadas, de los daños colaterales, de las muertes necesarias, de los detalles fúnebres que naturalmente deben decorar la obra mayor, la importante, la de la instauración del reino felipista en rojo.

Minimalismo ético y político: Calderón ha ensangrentado al país y con el mayor de los desparpajos clasifica como producto de enfrentamiento entre bandos de narcotraficantes a cuando menos 90 por ciento de las casi 23 mil muertes que lleva durante su macabra administración. No se conoce ninguna compilación de resoluciones del poder judicial que haya establecido tal suposición felipesca como causa oficial de los decesos y, por el contrario, algunos casos relevantes, como el de los estudiantes del Tec de Monterrey originalmente acusados de ser sicarios, dan pie a la especulación de que muchas muertes de civiles son adjudicadas a lo que ya antes se había mencionado aquí como una especie de fosa común de la legalidad a la que diariamente son arrojados cadáveres de personas a las que una simple declaración de autoridad despoja del derecho a saber con precisión jurídica la causa real de su fallecimiento: cualquiera puede ser narco sujeto a ejecución, mientras no demuestre haber sido estudiante del Tec.

Políticamente dotado de alta insensibilidad, Calderón ni siquiera moderó sus destempladas cifras en razón del enojo social que van causando las confirmaciones de muertos civiles, adultos y menores de edad, entre supuestos o reales fuegos cruzados, como habría sucedido recientemente en Acapulco, o a causa de retenes irracionalmente explosivos, como habría sucedido en Nuevo Laredo. En realidad, su histórico par de palabras (los menos) ni siquiera era necesario en el contexto en que se produjo, a no ser por una urgencia íntima de autoexculpación numérica: ese viernes, luego de pronunciar su discurso ante los líderes del turismo mundial reunidos por la firma Virtuoso, Calderón respondió algunas preguntas de los asistentes (Todo lo que usted siempre quiso saber sobre México, pero temía preguntar, exhortó en broma a sus oyentes), entre ellas la hecha por Jorge Collazo, del hotel Four Seasons de Beverly Hills, de Los Ángeles, quien le pidió enviar un mensaje a familias turísticas que quieren traer a sus hijos a la ciudad de México para una experiencia que sea más bien cultural, y algo para que los niños puedan aprender. ¿Cuál sería su recomendación?

Calderón enumeró, entrando en detalles: el Centro Histórico, el Templo Mayor, Palacio Nacional, los festejos del bicentenario y el centenario (entre otras cosas, anunció: aquí, sobre Paseo de la Reforma, vamos a poner canchas deportivas, albercas, incluso fosas de clavados, canchas de tenis a todo lo largo de Paseo de la Reforma durante, hacia el verano, más o menos), exposiciones, museos como el Frida Kahlo, y... y... y a partir de allí se soltó con una larga explicación sobre sus planes para combatir la inseguridad pública y en particular el narcotráfico.

El folleto de turismo se convirtió en folletín de nota roja; el presunto presidente promotor de visitas a México en comandante en jefe de los operativos sangrientos, el licenciado Calderón en el general Felipe, el precario ocupante de Los Pinos en jefe del Poder Judicial que a sus puras pistolas indica: “más de 90 por ciento de esos homicidios y ejecuciones, según lo hemos venido catalogando, obedecen precisamente a la lucha de unos cárteles contra otros; es decir, no son ni siquiera acciones, ha habido muchos soldados y muchos policías caídos en cumplimiento de su deber, pero éste es un porcentaje que no llega, por ejemplo, al cinco por ciento de esas muertes”. ¿Según lo hemos venido catalogando? ¿La muerte de unas 20 mil personas simplemente se cataloga como asesinato entre bandos contrarios de comerciantes de droga y sanseacabó?

La palabrería discriminatoria de Calderón subrayó la condición minoritaria de civiles inocentes, alguna vez atrapados, digamos, en el fuego cruzado entre los delincuentes o de policías con delincuentes, pero son realmente los menos (...) Pero el mensaje en parte al respecto es éste. La gran mayoría, más de 90 por ciento, se refieren a acciones de criminales contra otros; ni siquiera es la gran mayoría contra las autoridades mismas y mucho menos contra civiles y mucho, mucho menos contra turistas. Aritmética felipista del menosprecio que simplemente confirma el peligroso marco deficitario de racionalidad en que se toman decisiones policiacas y militares en este México Rojo.

Astillas

Con lágrimas en los ojos, Benedicto XVI se ha reunido en Malta con víctimas de abuso sexual, en un proceso de reconocimiento de culpas que en México, por ejemplo, ha dotado de retórica justiciera incluso a los solapadores, cuando no practicantes, de los agravios ventilados públicamente en la nueva administración vaticana que así ha ido desgastando la imagen del antecesor, Juan Pablo II, que hasta ahora había opacado al actual papa que apenas explora las posibilidades de viajes al extranjero en que el polaco era especialista. Lágrimas, declaraciones y nuevas poses de nada servirán si no hay procesos judiciales concretos (en México, Norberto Rivera ha eludido su responsabilidad en el caso del cura Nicolás Aguilar) y si persiste la imposición del tal celibato... Y, mientras el verdadero poder sostenía ayer el toque de queda en Cuernavaca, ¡hasta mañana, con el SNTE asegurando que no es un gremio insaciable!

Fax: 5605-2099 • juliohdz@jornada.com.mx

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