jueves, 4 de marzo de 2010

Agandalle de Calderón en el Zócalo... De todos modos todo mundo quiere que se largue

Ciudad Perdida


Lección de confiabilidad en el pueblo caritativo
Miguel Ángel Velázquez

En la guerra declarada de Felipe Calderón contra los habitantes de la ciudad de México, los episodios del combate cuentan una y otra vez la derrota en la batalla.

Ahora, con ese cinismo tan particular de los azules, Calderón se agandalló la inauguración del museo que se montó en el meritito Zócalo, como si nadie supiese que toda esa obra se realizó auspiciada por el gobierno de Marcelo Ebrard.

Se trata, desde luego, de un acto de venganza contra el mandatario capitalino, pero también, y eso debe quedar claro, contra los ciudadanos que habitamos la capital de México porque, entre otras cosas, supone que la gente del DF es tan ignorante que se va a dejar engañar por un acto que la ofende.

Y bien lo sabe, sabe que tiene que desplegar a los soldados y a la policía federal y local para que los gritos, las muestras de repudio en su contra no se escuchen, y que ningún acto de charlatanería podrá borrar las ofensas recibidas.

Como en Ciudad Juárez, para una buena cantidad de defeños, para la mayoría si queremos ser veraces –así lo demuestran las votaciones–, Felipe Calderón no es bienvenido y este tipo de engañifas no parecen abonar en su favor, sobre todo si se tienen en cuenta ciertos hechos que reflejan su odio contra la ciudad de México.

Basta recordar que no hace mucho, cuando Marcelo Ebrard logró un acuerdo para que la cumbre del medio ambiente se celebrara en el Distrito Federal, hecho que traería una serie de beneficios a la capital, empezando por los visitantes, que dejarían buenas divisas a la capital, Calderón usó el poder que le dio haberse encaramado en Los Pinos para evitar que la reunión se realizara como estaba previsto y la mandó a Cancún.

Ese acto por el que Ebrard había luchado en las arenas diplomáticas se esfumó por el capricho y el resentimiento, por decir lo menos, del azul. No hubo forma de cambiar el rumbo que se negoció desde Los Pinos, y en cosas diplomáticas hay emblemas que matan acuerdos, y así fue.

Pero volviendo a lo del Zócalo, habrá quien piense que un buen pretexto para tratar de disculpar el agandalle es decir que lo que ayer se inauguró en la plaza pública más importante de México debe ser mostrado en todo el país, aunque eso no cuente la verdad de este asunto.

Y es que a cambio del paseo, de llevar cultura al pueblo de México, en Los Pinos se exigió que fuera el mismo Calderón quien inaugurara en el Distrito Federal, y, como no hubo empacho por parte de los organizadores, pues se le dio portazo a Ebrard y sanseacabó.

La historia, de cualquier forma, tiene aristas de mayor interés. Por ejemplo, el que a Marcelo Ebrard le cantaran las sirenas de Las Lomas, cuya primera voz la lleva la señora Raquel Besudo, quien convenció al jefe de Gobierno de que auspiciara el museo inaugurado.

Además, el pueblo caritativo de Las Lomas propuso, de entrada, que quien se hiciera cargo del acto fuera ni más ni menos que el creador del sesudo concepto comercial que habla de “una estrella más del canal de las estrellas”, y que ahora representa la ambición de políticos y no políticos. El nombre del artífice de esa línea de pensamiento es, según nos cuentan un señor llamado Willy Souza, que también se encargó de hechos históricos tan señalados como los videoclips de Luis Miguel y de Thalía, entre otros, es decir, el show está ga-ran-ti-za-do.

En fin, para el jefe de Gobierno este suceso tendrá que enseñarle que el pueblo caritativo es muy poco confiable, y que primero está el negocio y luego, pero mucho después, los acuerdos que con ellos se hagan. ¡Lástima!

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