viernes, 10 de julio de 2009

La columna de Julio Hernández


Astillero
Gatopardismo azteca

F.C.: del fraude al fracaso

¿Democracia? ¡Quique mapachón!

Que cambien a Chucho para que no cambie nada. Individualizar los problemas con una guillotina sin filo ideológico ni estructural para que continúe el gran negocio tribal de las candidaturas y los cargos. Falsos actos de contrición poselectoral con la vista puesta en la continuidad del negocio de aparentar ser de izquierda (¿de qué ha servido a las causas populares la llegada de candidatos postulados por el PRD a las gubernaturas y presidencias municipales? En términos generales, con algunas excepciones, destacadamente la de López Obrador, para confirmar que no hay consistencia ni proyecto ideológico, que en el ejercicio del poder esos “izquierdistas” son tan corruptos, insensibles y frívolos como sus colegas de otros partidos y que la ilusión de la llegada al poder ha sido una soberana tomadura de pelo. ¿Cuál ejemplo actual se quiere tomar? ¿El panismo sin clóset del represor Zeferino, en Guerrero; la monarquía familiar de Amalia en Zacatecas; la corrupción beneficiaria de familiares en Baja California Sur de Agúndez y Cota; la disipación y el chanchullo en el Chiapas del césar sureño apellidado Sabines? ¿El colaboracionismo mal pagado y el espectáculo de agachonería del michoacano Godoy y la Familia poderosa? Y no se hable del espectáculo persistente en muchos estados del país donde camarillas de vividores, apoderados del entramado partidista y manipuladores expertos de reglamentos y convenciones, venden a los gobernadores las candidaturas viables (por la vía plurinominal) para que acaben como aplaudidores de alquiler y obstructores o difamadores por encargo de opciones civiles de auténtica oposición. ¿Ése es el PRD que se quiere o “se debe” salvar? ¿La continuidad de los espectáculos de los fraudes internos y las conductas vergonzosas de los “cuadros” distinguidos, para más delante llamarse a engaños y traiciones, y enseguida retomar el hilo de ese círculo pernicioso del engaño sabido y consentido?

Pero lo importante es simular que algo se hace en términos onomásticos, como si el cambio de personas significara por sí mismo transformaciones de proyectos y estructuras. Con un agregado ominoso para las expectativas de quienes creen posible articular en una vía fresca, distinta, sin lastres conocidos, el amorfo movimiento de resistencia al calderonismo (y, ahora, al priísmo peñanietista y beltrónico, es decir, salinizado), pues con la misma zanahoria añeja del pragmatismo que con frialdad exige negociar, ceder un poco (¡pero nunca en los principios, oh, sí!) y aceptar la realidad tal cual maloliente es, podría ser pospuesto el deslindarse de las alcantarillas sabidas y el convocar a nuevas formas de organización: un fantasma ronda el futuro de la izquierda modernamente decidida a reunificarse, el de engañar con la caída de una cabeza chucha y abrir el paso a arreglos con los negociantes de siempre que en esta ocasión actúan con otras caretas, como la del cuauhtemismo adecuadamente caracterizado como tercera vía, supuestamente ajena al entreguismo de los chuchos y a las posturas “extremas” del lopezobradorismo. ¡Salve, Chucho, los que a nombre de tu testa devaluada van a reordenar el negocio del PRD te saludan!
Ni siquiera formas de simulación han quedado en el banco sin fondos del felipismo que el domingo anterior terminó su sueño de haber gobernado. El ex presidente Calderón (fue presidente del comité nacional panista) enfrenta el desmoronamiento del grupo de aficiones compartidas que se hace pasar por gabinete y parece impotente y desplazado ante una rebelión clara de panistas que quieren una renovación general de cuadros directivos en todo el país (¿los demás dirigentes, nacionales y estatales, deberían corear “Germán somos todos”?). La reducción acelerada del calderonismo a su nivel político real (un poco más que la nada) es una consecuencia natural de su impreparación e inviabilidad originales: el licenciado F.C. nunca tuvo condiciones reales para encargarse de la Presidencia de la República y, posesionado de ese sitio mediante fraude electoral que las consecuencias demuestran inequívocamente, sólo se dedicó a cumplir fantasías y obsesiones grupales, a repartir el pastel del presupuesto y los negocios entre sus favoritos, a desarrollar una estrategia desesperada de militarización para tratar de hacerse de hilos que le permitieran tener algún tipo de control, a tomar decisiones desquiciadas o mal intencionadas como sucedió con la gripe porcinizada, a hundir económicamente al país más allá de lo que la crisis globalizada hubiera hecho y a jugar tragicómicamente con autoexaltaciones como la de salvador del mundo que no pudo con el PRI.

El peñanietismo mapacheril está en el fondo de la simulación democrática del pasado domingo. El candidato de Televisa a la sucesión presidencial repartió dinero en efectivo y envió brigadas de “operación electoral” a cuanto lugar pudo en los pasados comicios. Querétaro y San Luis Potosí son dos ejemplos de redituabilidad de esos portafolios de inversión electoral que ofrecieron las arcas del estado de México y ciertas fuentes indetectables, respaldadas por otros gobernadores que están en la “polla” para 2012. El “milagro” tricolor está sustentado en la manipulación de la pobreza nacional, la compra directa de votos, el financiamiento sin recibo de las estructuras de acción electoral y el envío de expertos en esa “ingeniería” que asesoraron y coordinaron los trabajos en todos los sitios donde hubo acuerdos futuristas. El saldo de la proeza dominical mapachona hizo subir los bonos rumbo a 2012 del empresario del voto y su copete patrocinador.

Y, mientras Vicente Santa Anna cree llegado el momento de regresar de su hacienda de Manga de San Cristóbal para que La nación (es decir, la revista oficial del PAN) le aclame y le ruegue que regrese a tomar el mando del negocio en riesgo, ¡feliz fin de semana, con el Washington Post enterándose de las atrocidades militares en México y el bebé Bours dormidito en su guardería llamada Impunidad!

Fax: 5605-2099 • juliohdz@jornada.com.mx

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