lunes, 29 de septiembre de 2008

Asombrosa crónica del milenio de la marcha de ayer :

Crónica:
El honor de seguir con López Obrador

En la marcha y mitin encabezados por el ex candidato presidencial, la fuerza de los pejistas más pejistas estuvo presente: llenaron el Zócalo y Reforma, aunque no como en otras ocasiones. Tampoco fracasaron.
Foto: Héctor Téllez



La marcha y el mitin encabezados este domingo por Andrés Manuel López Obrador, a decir de él, tenían dos objetivos primordiales: dar “una muestra de unidad” y dar “una muestra de fuerza”. Así lo manifestó el sábado pasado en Tabasco, donde agregó: “Quieren dar la apariencia de que estamos débiles, pero eso lo vamos a ver en la marcha de este domingo”.

Objetivo uno: una muestra de la fuerza pejista en estos tiempos en los cuales la atención de los medios y de la población en general está centrada en la inseguridad y no en los debates petroleros. ¿Cuáles serían los parámetros para medir tal demostración de fuerza? ¿El Zócalo capitalino lleno? Eso casi se cumplió: la llamada plancha de la Plaza de la Constitución de la Ciudad de México se atascó. La gente estaba bien compactada. Eran decenas de miles de personas las que aguantaron con estoicismo el severo sol que ahuyentó el frío y la lluvia de los días previos. Sin embargo, de los denominados arroyos vehiculares que rodean el Zócalo —que son cuatro—, tres no fueron ocupados (frente a Palacio Nacional, frente a Catedral, y frente a la sede del gobierno capitalino). Estaban semivacíos. López Obrador ha retacado varias veces esas zonas. Esta vez no fue así. Las calles que confluyen al Zócalo (16 de Septiembre, Francisco I. Madero y 5 de Mayo) tampoco estaban saturadas, como otras veces, cuando empezó a hablar López Obrador a las 13:09 de la tarde.

Un indicador más para medir la fuerza del pejismo fue la ocupación de Reforma durante la marcha. Esto se miden de una forma bastante simple: a partir del Ángel de la Independencia y hasta el Zócalo, pasando por avenida Juárez y Madero, ¿cuánto tiempo permanecen llenas esas calles? Eso depende de si el Zócalo está repleto o no, y por lo tanto si la gente ya no cabe ahí y ocupa las calles aledañas y bloquea las vías hasta Reforma. En este caso, López Obrador sí llenó Reforma, del Ángel al Zócalo, pero la duración de esa caravana no fue muy prolongada como otras tardes: todos los manifestantes cupieron en la Plaza de la Constitución.

En resumen, la fuerza de los pejistas más pejistas ahí estuvo: llenaron el Zócalo y Reforma, aunque no como en otras ocasiones. Claro, tampoco fracasaron.

—Si orita que esto del petróleo no está caliente, y como quiera nos metimos toda esta gente aquí, ¡imagínese si la cosa se pone que arde, cuántos vamos a venir a apoyar a nuestro presidente legítimo!... —reflexionó una de las fieles viejitas de López Obrador.

Objetivo dos: una demostración de unidad. Si esto se entiende como que durante la marcha y el mitin iban a estar todos los miembros del Frente Amplio Progresista (formado por PRD, Convergencia y PT), así como los líderes de todas las corrientes perredistas, y algún gobernador amarillo, pues ahí sí que quedaron a deber los pejistas: en el templete estaban los líderes de Convergencia, Dante Delgado y Alejandro Chanona; el de PT, Alberto Anaya; Porfirio Muñoz Ledo, del FAP; y Rosario Ibarra de Piedra.

Del PRD estaban, entre los más destacados, Alejandro Encinas, ex candidato a la presidencia nacional perredista, Javier González Garza (líder perredista en la Cámara de Diputados), los legisladores Pablo Gómez y Ricardo Monreal, Martí Batres, (funcionario del gobierno capitalino), Alejandra Barrales (líder del PRD en el Distrito Federal), la legisladora Layda Sansores, pero ningún chuchista: ni Carlos Navarrete (líder del PRD en el Senado) ni Guadalupe Acosta Naranjo, dirigente provisional de ese partido, mucho menos Jesús Ortega, ex aspirante a la dirigencia del partido negroamarillo. Tampoco se presentó algún gobernador ni Marcelo Ebrard.


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“¡Es-un-honor, seguir-con-Obrador!”…

Por momentos el clásico lema de lucha de las adelitas y los adelitos del Peje (“¡Es-un-honor, estar-con-Obrador!”, surgido en las batallas poselectorales) fue actualizado así: para ellos, todos estas decenas de miles de personas que atiborraron las céntricas calles chilangas y su Zócalo es un honor… seguir con Obrador. Ellos, contra todos los augurios, no flaquean.

—¡Cómo cree que vamos a dejarlo solo! ¡Digan lo que digan ustedes (“ustedes”: cualquier periodista sin distingos ni matices), Andrés Manuel ya sabe que con él nos morimos bien muertos! —afirma uno de tantos hombres enjundiosos que celebra una y otra vez todo cuanto dice su líder.
Pues eso: aquí, estos miles y miles… siguen con su Obrador…

Juan Pablo Becerra-Acosta M.

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