jueves, 15 de junio de 2017

La Peje-sonrisa .- Sergio Aguayo

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En el Estado de México se apostó fuerte. Legalmente triunfaron Enrique Peña Nieto y el PRI; con una perspectiva más amplia sufrieron una grave derrota política.

¿Por qué no se observa un rictus de congoja o enojo en los semblantes de Andrés Manuel López Obrador y Delfina Gómez?, ¿por qué se salieron del guión y no convocaron a marchas y plantones ni mandaron (justificadamente) al diablo a esas instituciones?, ¿por qué presentan impugnaciones ante árbitros controlados por el PRI? La explicación de fondo es que, a diferencia del Presidente, López Obrador nunca perdió de vista la elección presidencial.

En lugar de centrarse en las protestas de Morena, la opinión pública se concentró en el armado de una elección de Estado. Durante meses vimos cómo se acumulaban las irregularidades. No hubo rubor, disimulo o autoridad dispuesta a enfrentar la voluntad presidencial.

Obsesionado con el triunfo a toda costa, Peña Nieto quemó en la hoguera del desprestigio a los árbitros electorales, que mostraron un día tras otro su sometimiento e inutilidad. Salvo excepciones individuales, el INE y la FEPADE quedaron en entredicho y pronto pasará lo mismo con los magistrados del TEPJF. Y mientras se confirmaba el servilismo que los pone bajo sospecha, López Obrador sonreía socarronamente desde la galería.

AMLO también disfrutaba mientras iba contando sus ganancias. Evitó el desgaste de gobernar un Edomex cerca de la terapia intensiva y con enclaves dominados por tribus priistas capaces de asediar a la maestra Delfina. Aún hay más. Si en 1985 el PRI perdió la Ciudad de México, en 2017 perdió la parte mexiquense de la Zona Metropolitana del Valle de México. En los 59 municipios conurbados del Edomex viven 12 millones de personas y pese a que las irregularidades ponen un signo de interrogación sobre la veracidad de los resultados, Morena fue el partido más votado. En relación con 2015, incrementó su votación en casi un millón de sufragios. Si Morena organiza esos avances, se convertirá en el partido dominante de la megalópolis.

Durante un largo periodo la mayor parte de la comunidad internacional le disculpó al PRI masacres, corrupciones y fraudes electorales. Esa época ya terminó y la benevolencia hacia Peña Nieto se evaporó en el otoño de 2014. Esa modificación en actitudes es observable en la manera como informó la prensa internacional sobre la elección en el Estado de México. Por ejemplo, Peter Orsi y María Verza, corresponsales de Associated Press, dieron la palabra a voces críticas del PRI; una frase de José Antonio Crespo resume el tono: "el PRI insiste en jugar sucio".

El costo mayor es que obsesionados con la victoria y cegados por la arrogancia y la desesperación, los priistas mostraron su estrategia para 2018. Ya sabemos que el gabinete en pleno se pondrá al servicio del ungido o ungida, que se multiplicarán los apoyos y donaciones para los votantes pobres y que se intimidará y difamará a opositores, periodistas y defensores de derechos humanos. Será una elección de Estado que reducirá el espacio para la neutralidad. Se confirmará, en suma, el diagnóstico de López Obrador sobre la mafia del poder.

Los independientes verán cómo se añade una boleta simbólica a la elección del próximo año: o se está a favor o en contra del fraude electoral. ¿Se formará una coalición de organismos civiles tipo la Alianza Cívica de 1994? En 1988 se unieron contra el fraude electoral Manuel Clouthier, Cuauhtémoc Cárdenas y Rosario Ibarra de Piedra, ¿veremos una alianza parecida el próximo año?, ¿se internacionalizará la elección y los partidos o sociedad civil pedirán misiones de observación internacionales?, ¿habrá coberturas especiales de los grandes medios de comunicación?

Falta un año para la elección en la cual cambiaremos de Presidente y el gobierno de Peña Nieto y su partido llegan debilitados. Sus tasas de aprobación reflejan su ineficacia en las políticas orientadas a contener la violencia, atender a las víctimas o poner freno a la corrupción. En la manera como ganaron el Edomex estrecharon sus márgenes en el terreno electoral. Si a eso sumamos la desunión panista y la debilidad perredista, Morena tiene motivos para ver con tranquilidad el futuro cercano. Se justifica plenamente la Peje-sonrisa.


Colaboró Zyanya Valeria Hernández Almaguer.

 
@sergioaguayo
 

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