viernes, 3 de julio de 2015

A 100 años de su muerte, exaltan figura del tirano Porfirio Díaz con misa e Himno Nacional

La misa conmemorativa por los 100 años de la muerte de Díaz, en el templo de Nuestra Señora del Socorro. Foto: Benjamin Flores
MÉXICO, D.F. (apro).- Entre oraciones y cánticos, en los que se incluyó al Himno Nacional, hoy se celebró la misa conmemorativa por los 100 años de la muerte del general Porfirio Díaz, en el templo de Nuestra Señora del Socorro, ubicado en las Lomas de Chapultepec.
El fraile agustino José Mendoza, quien ofició la ceremonia, dijo desde el altar:
“Atiende Señor nuestras súplicas por tu hijo el general Porfirio Díaz, quien hace cien años terminó su peregrinar por este mundo”.
Lo escuchaban poco más de un centenar de descendientes del general –sobre todo bisnietos y tataranietos–, y amigos cercanos a la familia.
Fue un acto netamente religioso, enmarcado en otros eventos conmemorativos a la figura del dictador, la cual algunos políticos ahora intentan reivindicar.
En la misa se destacaron las virtudes cívicas –pero siempre guiadas por la “voluntad de Dios”– del general oaxaqueño que gobernó al país de 1876 a 1911 y cuyos restos descansan en el cementerio parisino de Montparnasse.
Fray José Mendoza dijo que Porfirio Díaz –“siempre escuchando la voz de Dios”– “sirvió a su país” y se preocupó siempre por el “bienestar de la sociedad”.
El religioso recalcó que dejó “una huella de servicio” y tuvo el “valor para enfrentar situaciones difíciles” siempre para bien de México.
Y si tuvo algunos pecados –aseguró– fueron “por fragilidad y no por maldad”. Bajo estos criterios pidió que fueran juzgados “sus actos y sus acciones”.
Atentos a la homilía, ahí estaban Carmen Díaz de Haro, bisnieta del general; Antonio Díaz Jáuregui, tataranieto; José Ignacio Díaz, tataranieto; Sebastián Díaz Pizarro, tataranieto; María Amparo Díaz, tataranieta, entre otros descendientes del general que acudieron a la misa acompañados de sus hijos e hijas.
Llegó un momento en que el coro de la iglesia, acompañado por el órgano, dejó de entonar los cánticos religiosos para cantar el Himno Nacional. Todos los asistentes se pusieron de pie, y algunos también cantaron poniéndose la mano en el pecho y en posición de firmes.
Después, fray José encomió la acendrada religiosidad del dictador: fue “llevado a la pila bautismal”, aprendió “la catequesis en su niñez”, fue “buen esposo y buen padre”, “nunca negó al Padre creador” y ahora –como buen cristiano— está en la “casa del Señor”.
Finalmente pidió por su “eterno descanso”.
Al término de la ceremonia, los descendientes de Díaz hablaron sobre la posibilidad de traer sus restos a México, como ya lo están pidiendo algunos diputados del PRI.
Sebastián Díaz Pizarro dijo:
“Mi tatarabuelo siempre quiso que sus restos estuvieran en su natal Oaxaca. Ojalá y pronto se le cumpla este deseo”.
José Ignacio Díaz dijo por su parte:
“A esta misa asistimos alrededor de 70 familiares, de los cuales ya no queda ningún nieto, el último nieto murió hace dos años. Todos estamos conscientes de que la figura de mi tatarabuelo sigue provocando controversias. El tema de la repatriación de sus restos es muy delicado. Tal vez necesitemos esperar un poco más para traerlos a Oaxaca”.

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