viernes, 20 de marzo de 2015

Las (dichosas) ocurrencias de Fox

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Será el sereno, como diría él mismo, pero cada vez que Vicente Fox Quesada abre la boca, hay nota. Tiene ese don. Quienes lo conocemos de tiempo atrás (en mi caso, desde su primera campaña por la gubernatura de Guanajuato, en 1991) sabemos que es parte de su manera de ser. Dice lo que piensa, sin más. Quienes piensen que el expresidente calcula sus dichos y los suelta con alguna intención premeditada, se equivocan. Fox es como es desde siempre. No cambia. Pienso que por fortuna. Y que a veces tiene un tino brutal.
Durante la campaña presidencial del año 2000, que me tocó cubrir íntegramente, era frecuente entre los reporteros la queja al candidato de que en el transcurso de una misma jornada, en las giras, diera una nota por la mañana y él mismo la matara con otra ocurrencia mejor por la tarde, y aun una tercera hacia la noche. Él nomás se reía. No obedecía a ninguna estrategia de comunicación preconcebida y menos a cartabones gastados durante las muchas décadas del priismo demagógico y mentiroso. Era y sigue siendo su estilo, que por supuesto incluye tropiezos y resbalones. Es el mismito que con su atuendo ranchero, sus ademanes y el tono grave de su voz concordaba su gusto por usar dichos y términos campiranos, muy coloquiales, en una campaña proselitista en la que sumó millones de seguidores en todo el país. Así, decía que los funcionarios federales “se sienten la mamá de Tarzán” cuando llegan a los estados, que los campesinos siembran sus campos llenos de ilusiones pero a la hora de comercializar sus productos “el gozo se va al pozo”, que los mexicanos “ya no sentimos lo duro sino lo tupido” y que “nadamos arrastrando la cobija”, que los empresarios “se despachan con la cuchara grande”, que con el gobierno del cambio “otro gallo les va a cantar” a quienes “les ha tocado bailar con la más fea”, que “los chiponcludos nos train a maltraer, como decimos en el rancho” y que “ahí se los aiga a los priistas cuando llegue el nuevo gobierno”.
Por supuesto que se puede o no estar de acuerdo con sus aseveraciones, a menudo jaladas de los pelos. Desbarra con frecuencia aunque yo dudo que mienta. Cuando dice que el presidente Enrique Peña Nieto ha sido puesto en jaque, pues evidentemente es cierto. Y cuando agrega que “ojalá no lo pongan en jaque mate”, lo hace también con sinceridad. Siempre ha defendido el controvertido principio de que si le va bien al gobernante le va bien al país. Lo defendió con denuedo cuando le tocó a él portar en el pecho la banda tricolor que con respecto a sus sucesores, el panista Felipe Calderón Hinojosa y el propio priista Peña Nieto.
Hace unos días, las referencias del expresidente durante una entrevista con Univisiónvolvieron a levantar ámpula. Primero pidió a los padres de los 43  de Ayotzinapa que acepten la realidad y sigan adelante. La desaparición de los normalistas fue una tragedia, pero sus padres tienen que aceptar la realidad y no vivir con ese problema en su cabeza, afirmó muy en serio el exmandatario y expanista. “Fue una verdadera tragedia, que hasta donde yo puedo entender se ha hecho lo posible por aclararla. No se ha aclarado, se tiene que seguir trabajando en aclararla; pero también a los padres de familia, (envío) un mensaje de un padre de familia: No pueden vivir eternamente con ese problema en su cabeza, la vida sigue adelante, qué bueno que quieren tanto a sus hijos, qué bueno que los extrañen y los lloren tanto, pero ya tienen que aceptar la realidad, y el país tiene que seguir caminando y ellos también”, expresó Fox.
Luego se refirió, a pregunta expresa de su entrevistador, al despido de la  conductora Carmen Aristegui por parte de la empresa MVS y, lejos de condenarlo, dijo con igual frescura que no está de acuerdo con ella porque “siempre anda buscando el prietito en el arroz para obtener audiencia”. En ambos temas, Fox Qusada se expuso sin darse cuenta, otra vez, a una andanada de críticas y denuestos. Consideró también que “hoy en día nos ha dado a la oposición en México buscar cualquier pretexto para movilizar en las calles (sic), para entorpecer la marcha del país” y agregó que “es muy triste que terminemos en luchas estériles, en conflictos entre perros y gatos”, después de la alternancia que consiguió hace ya quince años. Además, criticó a diputados y senadores, quienes ganan “sueldazos”, así como a los partidos políticos “que se llevan billones y billones de pesos” para “poner piedras en el camino” al gobierno.
He aquí la paradoja de quienes al clamar respeto a la libertad de expresión censuran y condenan las afirmaciones de un ciudadano que luego de acometer la hazaña de sacar al PRI de Los Pinos en el año 2000 no se ha conformado con el ostracismo al que tradicionalmente eran sometidos los ex mandatarios emanados del Partido Revolucionario Institucional, para los que era ley inviolable el guardar silencio permanente luego de dejar el más elevado cargo público de este país. Fox Quesada es en este sentido un rebelde involuntario que simple y sencillamente opina de lo que le viene el gana sin respetar viejos paradigmas. Y, perdón, a mi lejos de irritarme me divierte.
Ciertamente, como su muletilla favorita, cae con frecuencia en aberraciones que a muchos parecen inauditas y denotan una ignorancia sapina del ranchero grandulón que se metió a patadas  con todo y botas a la historia, nos guste o no. Podrían simplemente ignorarlo, pero por alguna razón sus intervenciones públicas vuelven a provocar reacciones que a mí me parecen igual de aberrantes que sus más cuestionados dichos. Es un hecho que para millones de personas resulta intolerable que se atreva a decirle a los parientes de los muchachos desaparecidos en Iguala que deben asumir la realidad, que están muertos, sobre lo que hay pro cierto las más abundantes evidencias.  Tocar a Carmen Aristegui –que efectivamente y para bien de este país siempre está buscando los prietitos en el arroz— es para sus seguidores más fanatizados, que abundan, simplemente una blasfemia que merecería la horca en la plaza pública.

Sin embargo, Fox Quesada  sigue tan campante, a los 72 años de edad, en su vida campirana que en ocasiones interrumpe para dictar conferencias ante auditorios nacionales o extranjeros, universitarios o empresariales, para atender entrevistas de prensa o para recibir a personalidades mundiales en su Centro Fox de San Cristóbal, allá en San Francisco del Rincón, Guanajuato.  Y de vez en cuando se da el gusto de aprovechar alguna coyuntura para soltar una de las suyas y provocar que sus detractores eternos se rasguen las vestiduras, aunque a veces se les voltee el chirrión por el palito. Válgame.

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