viernes, 19 de diciembre de 2014

El colmo: pide gobierno de Peña más sacrificios a los trabajadores


Por:  / 18 diciembre, 2014
sacrificios

En el colmo de la insensibilidad, el secretario del Trabajo, Alfonso Navarrete Prida, demandó a los trabajadores mayores esfuerzos el año 2015, porque la situación económica se avizora muy complicada para el país. Les pidió ser más productivos porque a nivel internacional las cosas tampoco habrán de mejorar. Suman ya tres décadas de grandes sacrificios de los asalariados, mientras que una minoría privilegiada no se harta de acumular enormes fortunas, a grado tal que los más conspicuos de ellos están enlistados en la revista “Forbes” entre los hombres más ricos del mundo.

Es no sólo inhumano, sino un absurdo económico seguir exigiendo más sacrificios a la clase trabajadora, porque su poder adquisitivo es casi nulo en este momento, como lo prueba su bajísimo nivel de consumo que se refleja en un mercado interno cada vez más estrangulado. Lo que está pidiendo Navarrete Prida a los trabajadores es que se olviden de mejoras salariales el próximo año. Con ello está abonando el terreno para que los patrones tengan bases para explotarlos con más fiereza, situación que habrá de generar mayor movilización social porque son ya insoportables las condiciones en que sobreviven más de 70 millones de mexicanos.

Llama la atención que el secretario del Trabajo no se refiera para nada a la responsabilidad social que les compete a los grandes empresarios, y también les demande que hagan algo en esta hora de crisis económica, de la que los trabajadores no tienen una mínima culpabilidad. Mientras Navarrete Prida no tome en cuenta este importantísimo aspecto, no tiene autoridad moral para exigir a los trabajadores mayores esfuerzos y más productividad. A no ser que ya sean considerados mano de obra esclava de la que pueden disponer a su antojo los patrones, hasta el borde de la muerte como sucedía en los siglos de la esclavitud como principal fuente de plusvalía.

Entonces no quedará otra salida que una firme organización de las clases trabajadoras, ajena a los fines políticos de los partidos y de las mezquindades de sus dirigentes, con el fin de alcanzar la fuerza necesaria para hacer frente a un Estado canalla al servicio de una minoría cada vez más voraz. Hace falta que las organizaciones desarticuladas unas de otras sumen sus demandas y contingentes para poder enfrentar las embestidas empresariales y del Ejecutivo. No hay otro camino para superar las acciones ultra reaccionarias que ya tiene planeadas el gobierno federal para seguir beneficiando a la minoría insaciable que está depredando al país.

No habría necesidad de un decálogo demagógico e insustancial como el que dio a conocer Enrique Peña Nieto el pasado noviembre, dizque para enfrentar la crisis estructural de la nación, si cumpliera su responsabilidad fundamental de arbitrar imparcialmente las relaciones sociales. Reconoce, como lo dice en una carta que envió a todos los trabajadores de la administración pública federal, que: “Las personas que han salido a las calles de México, y en distintas partes del mundo, coinciden en un punto: México no puede seguir así. Y tienen razón. Después de Iguala, México debe cambiar”. Sólo que “del dicho al hecho hay mucho trecho”, como dicen en los pueblos.
​Según Peña Nieto, “el grito de Todos somos Ayotzinapa es un llamado a seguir transformando a México. Como sociedad debemos tener la capacidad de encauzar nuestro dolor e indignación hacia propósitos constructivos… Como mexicanos demostremos hoy nuestra unidad y carácter”. Según él está ya transformando al país, sólo resta seguirlo haciendo con trabajadores que en realidad son esclavos que perciben salarios indignos. ¿Unidad en torno a los esclavistas y “carácter” para seguir aguantando la explotación inhumana de que son víctimas los trabajadores?

¿A qué “propósitos constructivos” se referirá, cuando la alta burocracia no tiene más propósito que enriquecerse en el menor tiempo posible? ¿No lo están demostrando con hechos claros, inobjetables, que en cualquier otra nación democrática hubieran costado la cárcel a los jerarcas del gobierno? Pero estamos en México y aquí la justicia sólo es aplicable a los que no pueden comprarla. Mientras las élites en el poder no pongan el buen ejemplo del rumbo que conviene seguir para transformar positivamente al país, las palabras salen sobrando. Esto lo vinieron a comprender muy tarde Porfirio Díaz y sus “científicos”, el equivalente de los tecnócratas actuales.

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