domingo, 18 de mayo de 2014

Pago de marcha. León García Soler


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Si los cronistas parlamentarios no fueran especie en extinción, se enriquecería el lenguaje político. En la imagen, sesión en el Senado, hace unos díasFoto Francisco Olvera
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i los cronistas parlamentarios no fueran una especie en extinción, de fugaz memoria disponible en hemerotecas o en las máquinas electrónicas del tiempo, las sesiones ordinarias y extraordinarias del Congreso en que se aprobaron las reformas constitucionales de la expectante recuperación de la rectoría del Estado enriquecerían el lenguaje político, lengua muerta y enterrada al lado de la incredulidad que hoy confunden concredibilidad en la política y los políticos.
Pero no hay ya quien llene líneas de un diario con frases precisas y descriptivas de las tendencias oligárquicas de los partidos y la escala de valores de nuestro sistema presidencial:Para presidentes de altura, ministros de cabotaje, por ejemplo. No se usa el adverbio y hasta la democracia ha sido despojada de adjetivos. Babel era una torre chiquita al lado de la montaña que cotidianamente pare ratones en el México del sufragio efectivo y la incomunicación absoluta, el rescate de los cuadros de castas teñidos de hipocresía y de espaldas a las tres sangres dominantes que corren por las venas mexicanas. Cómo olvidar el traspié con que Ernesto Zedillo festejó la toma de posesión de René Juárez Cisneros:primer gobernador negro de Guerrero, dijo en 1999 el hoy consejero de Citibank.
De Veracruz a las costas de Oaxaca y de Guerrero, la marginación, el olvido y la negación de lo que somos. Y de dónde venimos. Yucatán es la entidad menos agraviada por el crimen y la impunidad que lo acompaña. En Quintana Roo festejan el turismo de la globalidad nómada, el de los ricos, porque los miserables padecen discriminación, asaltos, secuestros que los convierten en víctimas de la trata de personas, esclavitud o entierro en tumbas colectivas como la descubierta el sexenio pasado en San Fernando, Tamaulipas. Roberto Borge es anfitrión de las empresas turísticas, es viajero constante, compañero de viaje del nacionalismo revolucionario que llegó tarde a la justa y feroz Guerra de Castas que estalló en Quintana Roo y llegó hasta Mérida, cuna de la casta divina. Contraste peninsular en estilos y tonalidades: Rolando Zapata es gobernador de Yucatán, Ivonne Ortega, viste de mestiza y es secretaria general del PRI.
Pero divago, como los senadores que aprobaron las leyes presionados por el reloj y la disputa de los panistas por el botín, el dinero público que reciben los partidos de la pluralidad. Votaron de prisa, dieron tribuna al puñado de opositores urgidos de un muro de las lamentaciones; aprobaron y enviaron las leyes secundarias a la Cámara de Diputados. En el camino capturaron las redes electrónicas y uno que otro escribidor a la antigüita, una frase delatora: recibirán pensiones vitalicias los magistrados del Tribunal Federal Electoral. Multimillonarias pensiones y para toda la vida. No olvidar que en la segunda alternancia, los instrumentos indicadores por encargo de los ricos y de la clerigalla inquieta por la educación pública, gratuita y laica, handescubierto multitud de maestros sindicalizados que “ganan más que el presidente de la República.
Y que la distracción o falta de oficio parlamentario de los conductores del Senado dejó circular o de plano filtró directamente que el enviado de Los Pinos estuvo ahí para asegurarse de que se modificara el artículo 209 de la Ley Orgánica del Poder Judicial de la Federación; que se otorgaran pensiones vitalicias a los magistrados por servicios prestados. O como cohecho adelantado por los que habrían de prestar en las elecciones por venir. Javier Corral pudo hacer gala de la personalidad bipolar de la derecha; Catón vistió toga de rojo socialista, y Alejandro Encinas denunció el engaño, para dar paso a la sentencia inapelable de Andrés Manuel López Obrador: Peña Nieto ordenó que se den pensiones vitalicias a los ministros, dijo, y detalló en Aranda, en La Barca y en Tonalá, Jalisco, lo que ganan magistrados, senadores y diputados. Vallarta se estremeció en su tumba.
El valido de Palacio llegó al Congreso entre las sombras de la noche: Humberto Castillejos, consejero jurídico de la Presidencia. ¿Qué necesidad había? A fin de cuentas, no al final del día, los magistrados saltaron a la palestra y afirmaron que no hay tales pensiones vitalicias, sino un haber de retiroprevisto en el artículo 94 de la norma constitucional. Pago de marcha, decían en las filas del Ejército antes de que la Revolución degenerara en gobierno. Pago de marcha, simbólico, llamaban los del PRI hegemónico al premio de consolación, empleo, notaría o concesión dada a los aspirantes derrotados, diputados exhibidos, gobernadores cuyos desmanes o ausencias obligaban a que el Congreso de la Unión decretara que en la entidad habían desaparecido los poderes.
Cuando Jesús Reyes Heroles logró incluir en la reforma política que no podría hacer dicha declaración, la Comisión Permanente aseguraba que así ya no podrían los presidentes imponer su voluntad y tirar gobernadores, porque tendrían que convocar expresamente al Congreso. Y efectivamente no se han vuelto a declarar desaparecidos los poderes en ningún estado. Bastó que el que mandaba en Los Pinos ordenara o enviara a decir a un gobernador que pidiera licencia. Y se iban. Y tenían la desvergüenza de volver al año a solicitar nuevamente licencia al cargo irrenunciable. Tras el giro a la derecha, los gobernadores se encontraron de pronto dueños de poder real, representantes de la soberanía de entidades federales: son virreyes, dicen los que exhibían la sumisión de antaño; son caciques, jefes políticos que manipulan leyes y autoridades electorales, gritan las Casandras tardías.
Y por eso las reformas electorales a las reformas electorales. Lejos del poderío feudal o de la soberanía que otorga el mandato para gobernar una entidad federal. Pero los hay que ceden ante un comisionado del centro. O aceptan el estado de excepción en Tamaulipas. A pesar de su absoluta dependencia de las participaciones del presupuesto de la Federación, más de 90 por ciento del gasto público de estados como Morelos, por ejemplo, viene del ingreso fiscal que se distribuye al ritmo y modo que deciden los elegantes funcionarios de Hacienda. Antes de la caída, antes de la fuga del doctorcito Zedillo con rumbo a los consejos de administración del imperio financiero de la globalidad, los gobernadores acudían ante el Luis Videgaray en turno, con el sombrero en la mano; hoy cuentan con el espíritu de cuerpo de la Conago. Pero la sonrisa y el modo de andar son todavía signo de suplicantes, de validos y no de valedores.
Todo ha cambiado, pero Lampedusa es todavía isla en el Mediterráneo donde se ahogan migrantes en busca de empleo y dignidad en la vieja Europa. Y todo sigue igual, no cambian las manchas del jaguar en las rutas de nuestros nómadas, víctimas de la violencia imperante en la ruta al norte, al otro lado. Y la desigualdad aumenta exponencialmente. Cada vez son más los pobres. Y Rosario Robles esgrime los reglamentos para limitar la prole de quienes tienen derecho a los magros alimentos de la cruzada nacional contra el hambre. Y diputados del PRD y PT denuncian que Héctor Pablo Ramírez promueve su madrugadora campaña a gobernador de Oaxaca con recursos de Liconsa; leche que se va por el caño de la impunidad.
Los de la política de la alternancia y la inmovilidad simultáneas podrían acudir al diálogo de otra generación perdida: Los ricos son diferentes, dijo F. Scott Fitzgerald, autor de El gran Gatsby. Sí, tienen más dinero que nosotros, le respondió Ernest Hemingway.

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