lunes, 17 de marzo de 2014

La línea 12 del metro: una cuestión política

Enrique Legorreta

Artículo de opinión
Ivonne Acuña Murillo / @ivonneam
(16 de marzo, 2014).- El timing, entendido como el uso del ritmo, la velocidad y las pausas, es crucial lo mismo en el teatro, la literatura, el humor, las artes marciales y la política. La intención última es producir cierto tipo de efectos en la o el espectador. Se podría decir que es el arte de reaccionar de manera controlada a una acción determinada, es la capacidad de adelantarse tomando la iniciativa a partir de la comprensión de los hechos por venir.
En política el timing supone hablar y actuar, gestionar y comunicar, golpear o alabar en el momento preciso. Por muy buena que sea una noticia, un informe, un proyecto, el político debe elegir el momento más apropiado para darlo a conocer de manera que no sólo provoque un efecto positivo, sino que éste se pueda traducir en apoyos, construcción de consensos en torno a algo, reforzamiento o construcción de la legitimidad, debilitamiento del adversario, etcétera. Esto quiere decir, coloquialmente hablando, que los políticos “no dan paso sin huarache”, o, en términos más formales que toda comunicación política tiene una intención, más aún, que todo “golpe” político, debe darse en el lugar y momento adecuado.
Desde esta perspectiva, es oportuno preguntarse ¿qué sentido tiene ahora, justo ahora darle una difusión tan extensa e intensa a las deficiencias encontradas en la línea 12 del metro? ¿Por qué todos esos medios que hoy se dicen tan preocupados por los usuarios y sus tiempos y condiciones de traslado no expresaron esa misma preocupación en el pasado? ¿Quién se beneficia o beneficiará con la politización de las fallas técnicas o problemas de corrupción que aparecen en torno a esta línea?
La respuesta a estas interrogantes aparece al dirigir la mirada hacia el blanco de los ataques, en primer lugar Marcelo Ebrard y en un segundo momento Miguel Ángel Mancera, el anterior y el actual gobernante de la Ciudad de México y sus equipos. A éstos se suman, por supuesto, el director general del Sistema de Transporte Colectivo Metro, Joel Ortega, Enrique Horcasitasdirector del Proyecto Metro del Distrito Federal (PMDF), CAF,empresa responsable de la fabricación de los trenes, Consultoría Integral en Ingeniería (CONIISA), Lumbreras y Túneles (LYTSA), Integración de Procesos de Ingeniería (IPISA) e Ingeniería y Asesoría y Consultoría (IACASA)
Se puede afirmar y con razón que no sólo es un deber sino una obligación pedir cuentas a todos los funcionarios involucrados en la planeación, administración, contratación, ejecución y supervisión de una obra pública de esa magnitud. Que es un deber y un derecho político ciudadano exigir cuentas a quien gobierna y vigilar que haga bien su trabajo, con rectitud y honestidad. Eso no tiene vuelta de hoja.
Pero como en política la ingenuidad es un pecado, pensando en éste último como “una falta contra la razón, la verdad y la conciencia recta” no queda más que sumarse a Descartes y dudar de las verdades producidas por la razón misma y el sentido común. En este caso, ambos inducirían a tomar como verdaderas “las buenas intenciones” de quienes han posicionado en los medios de comunicación las fallas de la llamada “línea dorada del metro” y los legítimos derechos de los usuarios. Sin embargo, es obligación de quien escribe buscar más profundo y como siempre, dirigir una “mirada desencantada” sobre la política alla messicana y los “desinteresados” propósitos de los poderosos medios de comunicación.
Para lograrlo es preciso volver a las preguntas planteadas arriba, a los personajes -en especial Ebrard y Mancera- y al timing.
Primero, se puede sostener que independientemente de las razones técnicas y administrativas relacionadas con la gestión de Ebrard y Mancera y de su grado de responsabilidad en torno a que la línea 12 no opere adecuadamente, hay que tomar en cuenta que ambos personajes son considerados como “pre-candidatos” a ser “candidatos” presidenciales, por el PRD, en los comicios del 2018.
Segundo, que existe en los principales medios de comunicación de masas una “vocación” contra-izquierdista, desde la cual todo lo que huela medianamente a “socialismo”, “comunismo”, “izquierda”, les causa no sólo desconfianza sino aversión por ir en contra de sus intereses monopólicos.
Tercero, que en México la izquierda partidista ha sido sistemáticamente obstaculizada en sus intenciones gubernamentales, especialmente a nivel de la presidencia de la República. Más aún, se puede avanzar como hipótesis la idea de que el PRD ha sido dinamitado “desde adentro” por una connotada tribu comandada por dos “gemelos” (quien entendió, entendió), muy ligados al PRI y sus pactos.
Esta dinámica explosiva no se detiene ahí, de manera contundente se ha buscado destruir los fuertes liderazgos surgidos de ese partido. Basta recordar a Andrés Manuel López Obrador y los intentos foxistas y marthanianos por desaforarlo en 2004 y 2005 con el fin de que no llegara a contender por la presidencia de la República en el año 2006.  A esto se suma la “campaña negra” orquestada en su contra durante esas elecciones, misma que aún mostró sus efectos en los comicios del 2012 y que con toda seguridad sería reactivada en el 2018, si es que AMLO piensa postularse por tercera ocasión.
Esta probada estrategia, disfrazada de apertura e imparcialidad a la hora de presentar al político en medios y transformada en campaña de ataques bien planeados -aunque no por ello menos viscerales-, contundentes y continuos, se renueva de tiempo en tiempo. Ahora toca el turno a los dos liderazgos, uno más consolidado que el otro, que pretenden o pueden pretender competir por la presidencia en el año 2018. El mismo Marcelo ya ha hecho pública su intención de ser el candidato del PRD. Mancera, por su parte, podría no  desaprovechar la oportunidad que brinda la Ciudad de México, como un escaparate previo para lanzarse a “la grande”.
Visto así, el timing político requiere de una buena lectura no sólo del futuro sino del pasado y del presente. Esto es, se requiere conocer no sólo lo que el adversario puede hacer, sino lo que hace y lo que ha hecho, ya que su historia personal y de grupo conforma un perfil que permite anticipar sus estrategias de acción y preparar el terreno para enfrentarlo con éxito. Este conocimiento se ve enriquecido por la experiencia de aquellas acciones que en el pasado permitieron “bajar” a otros fuertes candidatos. No a todos, pues algunos liderazgos morales no han requerido de guerras sucias en su contra para plegarse al poder, por lo que por el contrario se les ensalza como personas intachables y, por tanto, “inatacables” (de nuevo quien entendió, entendió).
De esta suerte, los errores cometidos en la línea 12 del metro, brindan una oportunidad nada despreciable para arremeter desde ahora en contra de estos dos posibles candidatos, Marcelo el más fuerte, y sus intenciones políticas, presentes y futuras.
Volviendo al pecado de la ingenuidad, cabe plantearse otra duda: ¿el golpe es para ambos políticos, Ebrard y Mancera, o aparentando ser así, va dirigido “especialmente” a Marcelo? Para abonar en este sentido, puede apuntarse que algunos comunicadores “pro-sistema”, han comenzado a sostener que los problemas de la línea 12 del metro son ¡ya¡ la “tumba política para Marcelo Ebrard”.
Si lo planteado aquí es cierto, no la muerte política de Marcelo sino la estrategia en su contra, la línea 12 ha brindado la nada despreciable oportunidad de reaccionar de manera controlada a una acción determinada y adelantarse a los procesos electorales del 2018, como hecho por venir, para contrarrestar desde ahora la fuerza de un político que podría comenzar a posicionarse a nivel nacional. De esta forma, no se deja al azar “democrático” lo que podría pasar en las próximas elecciones presidenciales ni se espera que la fragmentación de la izquierda haga todo el trabajo.

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