sábado, 29 de marzo de 2014

Caso Colosio: los nexos de Aburto con el Cisen

colosio


La relación de Aburto con el agente del Cisen, Jorge Sánchez Ortega, podría dar luz al caso Colosio, difundida en 1994 por familiares del asesino y luego negada por ellos y por la PGR
La familia Aburto primero la afirmó y años después se desdijo, en tanto que las investigaciones concluyeron que no había nexos entre ambos pese a evidencias que dicen lo contrario. Mario sigue siendo el corcho del caso. Hubo dos complots: uno para asesinar al candidato presidencial y otro para ocultar la verdad.


Por Francisco Mendoza / Laeducacion.us

LOS ANGELES, Cal.- Los Aburto estaban perplejos, angustiados. De súbito, habían sido colocados en el centro de una situación extraordinaria. ¿Cómo que Mario era acusado de haber matado a Colosio? Era la pregunta que los acosaba como tormento. No lo creían: si él era tan bueno. Y se reunían en las noches para platicar sobre sus últimos tiempos en Tijuana, desde que despertaba hasta que dormía. Querían encontrar respuestas. De pronto, de ese entramado surgió un nombre: Jorge Sánchez Ortega, agente del Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen). Concluyeron: tenía relación con él. Mario, pues, es el corcho del caso. Un corcho no destapado, aún a 20 años del magnicidio.
El que esto escribe –hoy presidente de la editorial La Educación- estuvo en esas reuniones. Los padres, María Luisa y Rubén , los hijos: Rubén, Rafael, José Luis y Elizabeth querían desentrañar misterios, encontrar verdades y aclarar turbiedades. El asesinato del candidato presidencial conmocionaba a México y para los Aburto el involucramiento de Mario contradecía la inmejorable imagen que tenían de él. Le endosaban el calificativo de hijo y hermano excepcional y lo colmaban de atributos morales. Era estupendo, remachaba su padre, y por eso lo dejaron al frente de la familia en Tijuana, mientras que él y Rafael vinieron a Los Angeles a trabajar en una fábrica de muebles por el rumbo de Carson. Mario, pues, suplía la figura paterna. Lo asumían como protector por responsable y líder por amoroso.
Cuando Rubén vio por television a Mario ensangrantado, arrestado, entre una multitud enardecida y confundida, entró en schock profundo. La familia estaba perpleja, dolida por el trance y enardecida, porque creía –a pies juntillas- en la inocencia de Mario. “Es chivo expiatorio”, gritaba con voz de trueno el padre. Un padre que desde ese momento el trauma le empezó a cobrar factura en su salud: la tribulación le quita sueño hoy parece anciano enfermo, a sus 70 años y los ha perseguido tanto la pobreza que han llegado a recoger botes de aluminio en la basura y han acudido a Iglesias por alimento gratuito, por el área de Long Beach
En esas condicones de sobresalto, a la familia, centro de miradas nacionales e internacionales, llegó Jorge Mancilla, uno de los más importantes líderes mexicanos y latinos de Los Angeles. Era, además, director del instituto de neurobiología molecular de la Universidad de California-Los Angeles (UCLA, siglas en inglés). Dos años antes, había encabezado una huelga de hambre con una docena de estudiantes, que duró 14 días en esa Alma Mater para lograr el establecimiento del Centro de Estudios Chicanos, lo cual lograron. Fue todo un acontecimiento, celebrado por unas 10 mil personas que marcharon un sábado de la iglesia de La Placita, en el centro, a Westwood, unos 15 kilómetros, donde está enclavado ese centro escolar.
Este reportero, radicado en Los Ángeles, colaboraba con el diario Unomásuno, la cadena de radio Acir y la revista La Crisis. Aquella tarde del 23 de marzo, recibió una llamada del jefe de información, Mario Alberto Reyes, quien le comunicó que Colosio había sido agredido con un palo en la cabeza , que lo llevarían al hospital Scrips de San Diego y le pidió que se trasladara a ese sitio cuanto antes. Al llegar, no vio movimiento alguno en el nosocomio, se reportó al diario y le comentaron: “ Colosio ya murió. Ahora véte a Tijuana”. Y allá estuvo dos semanas cubriendo lo relacionado con el asesinato.
Al regresar a los Ángeles, aprovechando la amistad con Mancillas, le pidió que transmitiera a los Aburto la solicitud para estar con ellos tanto tiempo como fuera posible. Accedieron de buen agrado. Sabían perfectamente que era periodista.
En torno a la mesa, en la sala, cada uno exponía sus observaciones sobre el diario vivir de Mario en los úitimos tiempos. Los hermanos, Rafael, el mayor, y Rubén decían que lo habían notado “raro”, huidizo. “Cuando hablaba – en un teléfono público- yo estaba a su lado, escuchaba lo que decía y a Mario no le importaba, pero en sus últimas llamadas, antes de hablar me decía: ‘Házte para allá’. No quería que oyera”, comentaba Rubén.
La madre fue la que empezó a hacer alusión a Sánchez Ortega. Mario le comentó que había conocido a una persona “muy poderosa”, que era agente, de chamarra de cuero negra, que portaba pisola y que iba a México con cierta frecuencia.
Le había impactado la figura de Sánchez Ortega.
Como todos los días, aquel 23 de marzo de 1994, Mario Aburto Martínez salió de su casa, en la colonia Buenos Aires Norte, a las 5:30 de la mañana, para dirigirse a su empleo, en la empresa Gameros Magnéticos, en La Mesa, donde operaba una máquina y gozaba de buena reputación por ser tranquilo y buen trabajador.
Hay evidencias que Mario salió de trabajar a las 2:30 de la tarde y se dirigió a la calle Revolución a comerse una torta en un tienda y luego ahí vio un letrero que anunciaba el mitin de Colosio. Como era temprano para regresar a casa, fue a esa reunión aprovechando que llevaban gratis a las personas , según contó su padre, Rubén Aburto, de 62 años.
Esa tarde, sus progenitores, Rubén y Maria Luisa, se enteraron, al través del extinto periodista tijuanense Jorge Rocha y de la televisión, que su hijo había sido aprendido en Lomas Taurinas, Tijuana, acusado de haber acribillado al candidato presidencial Luis Donaldo Colosio.

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LAS VISITAS DE SANCHEZ ORTEGA A MARIO
María Luisa recuerda que a menudo Sánchez Ortega iba por Mario en las tardes. A veces se dirigían a un gimnasio “cerca de la línea” , o sea, en zonas próximas a la colindancia con San Diego, California. Practicaban con pesas. Hubo ocasiones en que lo llevaban a prácticas de tiro a terrenos baldíos.
Este testimonio lo repetía ella, porque era la que más se percató de esos movimientos de Mario y cuando llegaba Sánchez Ortega por él. Los otros parientes aludían a este pasaje, pero no con la vehemencia que María Luisa.
Y también agregaron otro nombre: Héctor Javier Hernández Thomassiny,otro agente del Cisen, con quien se reunían Mario y Sánchez Ortega.
Estas declaraciones fueron difundidas en su momento por los medios con los que colaboraba Mendoza, pero con mayor detalle en la revista La Crisis.
EL PARECIDO FÍSICO
La noche del 23 de marzo de 1994, María Luisa fue conducida a las oficinas de la Procuraduría General de la República (PGR) para ver a Mario, aprehendido por haber disparado en contra del candidato presidencial priista, en la colonia Lomas Taurinas.
“Hijo, qué hiciste”, expresó a uno de ellos, quien se encontraba con la vista gacha. Estaba seguro que era su vástago, pero cuando alzó la cabeza se dio cuenta que no era Mario, sino Sánchez Ortega, quien llevaba la ropa manchada con la sangre de Colosio y había resultado positivo a la prueba de la parafina, lo que equivale a que ese día había disparado una arma. El había estado en el mitin.
De ese tamaño era el parecido de Sánchez Ortega, que María Luisa lo confundió con su hijo.
Y no salía del asombro cuando después vio en otra oficina a Ernesto Rubio Mendoza, de mayor parecido a Mario.
“Los dos se parecían a Mario”, refirió María Luisa, en ese entonces de 60 años, quien vivía con él y con otros de sus hijos en la colonia Buenos Aires Norte, en Tijuana.
Horas más tarde, Rubio Mendoza fue encontrado muerto a balazos en un en un taller mecánico de la colonia Azteca. El hecho se difundió en medios de comunicación pero no se vinculó al caso Colosio.
Este es uno de los hechos no contemplados ni en la investigación ni en el juicio a Aburto, de acuerdo a los entrevistados.
Sánchez Ortega fue dejado en libertad, Rubio Mendoza,sepultado en Tijuana y Mario fue sentenciado a 45 años de cárcel, al ser señalado como responsable del homicidio de politico sonorense, “quien iba a ser un buen presidente”, como lo expresó Rubén Aburto, quien sigue alegando la inocencia de su hijo.

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LA FOTO DELATORA
La cercanía con los Aburto permitió al reportero que Rubén, el padre, accediera a ser entrevistado ampliamente en la cadena de radio ACIR. Previamente ofrecía conferencias de prensa en los muelles del puerto de Long Beach, pero sin mayor tiempo ni cuestionamientos de diversa índole. Aquella tarde de la charla radial, el nivel de audiencia fue tan alto, que el mismo titular de Acir habló con este reportero en términos elogiosos.
Y así corrió el tiempo. Mancilla recogiendo evidencias del caso, recibiendo videos y documentos hasta de Argentina.
En Acir eran frecuentes las entrevistas, de hasta 15 o 20 minutos, con Rubén Aburto y Jorge Mancillas, en los que fijaban su posición y actualizaban la información. Esto ocurría en los segmentos matutinos o vespertinos. En una ocasión, el conductor Pepe Cárdenas, quien esa tarde estaba de gira con el presidente mexicano, dejó a Mendoza , Mancillas y Aburto al aire, porque debía ir al aeropuerto para continuar su cobertura periodística. Y así estuvieron los tres libremente durante unos 15 minutos.
Los Aburto asumían a Mario como chivo expiatorio y, asimismo, se manejó la idea de varios “Aburtos” en la escena del crimen, hasta que un día Mancilla recibió una secuencia de fotos – enviadas anónimamente- de una persona que asistió al mitin y en las que se ve claramente el momento en que Mario pone su mano izquierda sobre el hombro de Colosio y le dispara a quemarropa. Esta gráfica fue publica en La Crisis.
Mancillas, quien había sido la persona que más visitó a Mario en el penal de Almoloya, por parte de los Aburto – hasta en seis ocasiones-, le comentó la foto a Mario. A su regreso a Los Angeles, los Aburto le hicieron saber que dejaba de ser su representante.
Mancillas tenía amplia información del caso. Luego sufrió dos atentados y fue a radicar a Europa.
El director de Unomasuno, Luis Gutiérrez, llamó a Mendoza y le dijo que debido a la inflación, al alza en el precio del papel, había menguado su reserva de 5 millones de dolares y que ya no tenían recursos para pagar sus servicios.
De la gerencia administrativa de radio Acir le hablaron a Mendoza para decirle que hacían ingeniería administrativa y que no era posible tenerlo como su corresponsal.
Los Aburto empezaron a negar que hayan expresado relación alguna de Mario con Sánchez Ortega.
En las pesquizas del caso, no se ha tocado a fondo la relación Aburto-Sánchez Ortega. En el Informe de la investigación del homicidio del licenciado Luis Donaldo Colosio Murrieta, en el capítulo Posibles cómplices y encubridores, se lee:
“Esta Subprocuraduría acredita que la versión de alguna participación de Jorge Antonio Sánchez Ortega no tiene sustento, ya que no existe prueba testimonial o gráfica de que el agente del Cisen se encontrara junto al licenciado Colosio al momento del atentado, ni de que haya tenido alguna relación con Mario Aburto Martínez o con el homicidio que se investiga”.
Mancillas decía que Aburto es el corcho del caso Colosio. Al destaparlo fluirán verdades y luz.
Y remataba: hubo dos complots: uno para matar a Colosio y otro para esconder la verdad.
Rubén permitió a este reportero escuchar las grabaciones que hacía cuando Mario le llamaba –por cobrar- del penal. En una de ellas, le comenta que había visto varias fotos del momento en que se produce el asesinato.
Y Mario le pregunta:
“¿Se ve quién le dispara?”
Rubén y María Luisa Aburto, con la foto de su hijo Mario.
Rubén Aburto muestra documentación escolar de Mario. Atrás, su esposa, María Luisa Martínez.
Elizabeth, Rubén y María Luisa Aburto.

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