lunes, 23 de septiembre de 2013

¡Viva (el Estado de) México!

Con la Plaza de la Constitución convenientemente despejada de profesores incómodos para el régimen, la ceremonia del Grito de Independencia, diseñada para el lucimiento del primer mandatario en turno, transcurrió de acuerdo con un guión riguroso: varios cercos de seguridad policiacos y militares, invitados especiales, miles de acarreados mexiquenses que, pese a todo, no lograron atiborrar el Zócalo, y los nombres de los héroes patrios en un teleprompter.

Para llegar a la Plaza de la Constitución debían pasarse cinco cercos de granaderos, un arco de revisión y dos formaciones de la Policía Federal antes de toparse con el Estado Mayor Presidencial y la Policía Militar. La noche del domingo 15 el Zócalo de la Ciudad de México estaba convertido en un corral de cinco hectáreas.
Ahí Enrique Peña Nieto encabezó –primera vez como presidente– la ceremonia del Grito de Independencia desde el balcón central del Palacio Nacional.
Las condiciones estaban dadas para una aparición triunfal de Peña Nieto: el desalojo de los profesores inconformes con la reforma educativa impulsada por el Ejecutivo, un amplio despliegue policiaco-militar, la instalación de un escenario monumental y un insólito acarreo de priistas mexiquenses para corear el nombre de su paisano, el mandatario.
Septiembre es un mes de rituales. Los presidentes usan la banda el día primero, cuando rinden su informe anual. También la portan el día 13 para recordar la gesta de los Niños Héroes, así como la noche del 15 y la mañana del 16, en las conmemoraciones del inicio de la Independencia.
Dos días previos a la ceremonia del Grito, antes de que el Zócalo fuera ocupado por policías y militares, Peña Nieto dijo: “Para hacer realidad el México que anhelamos sabemos bien que debemos vencer inercias y resistencias, tenemos que superar obstáculos y desafíos. Por la transformación que exige y merece la mayoría de los mexicanos vale la pena cualquier esfuerzo, como el que venimos haciendo y desplegando”.
Hablaba ante los principales mandos castrenses el viernes 13 en el Heroico Colegio Militar, cuyos cadetes se sumaron dos días después a la ceremonia del Grito para cumplir las solemnidades del simbolismo patrio.

Histrionismo patrio

Es la noche del domingo 15 y no hay espacio para la improvisación. Dentro del cerco de seguridad se monta un escenario enorme, con pantallas gigantes que dan la espalda a la Catedral a fin de que el balcón central de Palacio quede despejado.
La logística es precisa: frente a Palacio Nacional está despejada la Plaza de la Constitución para que los invitados especiales salgan a ver al presidente, con la distancia suficiente para quedar fuera del alcance de los asistentes al Zócalo.
Las gradas que servirán para el desfile del día siguiente están vacías, custodiadas por policías militares. Hay juegos de luz y sonido que alimentan el ambiente festivo de quienes ya llegaron a un sitio de por sí decorado en tres colores.
“¡Es Juan Gabriel, es Juan Gabriel!”, se emociona una joven que pasa presurosa al último puesto de revisión. Blusa roja, nacionalismo impreso en un rostro pintado con la banda tricolor. Su autobús salió tarde de Ecatepec, por lo que no vio el espectáculo de Banda Carnaval ni a los Ángeles Azules.
Esta noche la voz del Divo de Juárez –el perseguido fiscal de los gobiernos panistas, priista declarado– se escucha con toda claridad por toda la plaza, aunque si no fuera por las pantallas gigantes no sería posible apreciar sus bailes ni gesticulaciones.
El sonido ambiental es festivo. Atrás quedaron los desvencijados altavoces que difundían arengas contra el mal gobierno… El domingo 15 las voces son entusiastas, motivacionales. Directo del programa Hoy, que transmite Televisa por las mañanas, los maestros de ceremonias son Raúl Araiza y Juan José Ulloa. Los acompaña la actriz Aleida Núñez.
En Palacio Nacional los invitados esperan la aparición del presidente. El patio central está de gala, como los meseros que con sofisticadas variaciones de garnachas recorren el lugar ofreciendo también refinados tequilas y mezcales.
Convite de manos que se estrechan y palmadas entre caballeros, damas arregladas con esmero que saludan con aproximaciones de mejilla sin llegar a ser besos, brindis festivos por el gusto del encuentro. Aunque algunos debieron atravesar aun más revisiones que los hombres y mujeres de afuera, los invitados son hombres y mujeres de notoriedad.
Ahí está el gabinete presidencial en compañía de sus parejas; los líderes empresariales como el de la Canaco, Jorge Dávila Flores; diputados y senadores consentidos del presidente, aunque no se ve por ninguna parte a Manlio Fabio Beltrones, coordinador de la bancada del PRI. Sí está presente Jorge Emilio González, El Niño Verde.
Como histriones de la política, actores de televisión forman parte del elenco del poder. Toño Amaury, el actor de telenovelas presente lo mismo el 1 de diciembre de 2012 que el domingo 1 y hoy, día de la fiesta nacional.
Una leve brisa se empieza a convertir en aguacero poco después de las diez de la noche. Afuera de Palacio Nacional se abre un espacio en la Plaza de la Constitución para que algunos de los invitados salgan y también vitoreen la arenga tradicional.
Cuando finalmente llega la hora, Peña Nieto se asoma al balcón. Lleva en la mano izquierda la bandera; con la derecha tañe la campana. Frente a él un atril contiene el antídoto contra el desliz: los vivas a los héroes patrios, asegurados por artificio de teleprompter.
“¡Peña, Peña Nieto. Peña, Peña Nieto!”, corea un público que conoce la consigna desde hace siete años, cuando el protagonista de esta noche intentaba ser su gobernador y aún no era su esposa Angélica Rivera, quien se asomará al balcón con los hijos de ambos y prodigará besos y sonrisas a la aglomeración de abajo.

Masas mexiquenses

La mañana del sábado 14 Graciela Jiménez recibió una llamada que la sorprendió. Desde hace meses ha solicitado audiencia a fin de resolver algunos problemas de su colonia, San José Jajalpa, uno de los más conflictivos sectores de Ecatepec… pero ya ni siquiera le contestaban el teléfono.
Populoso como ningún otro municipio, el de Ecatepec diseñó hace tiempo una estructura de gestión social fraccionada en cinco unidades administrativas territoriales (UAT), formalmente identificadas con los distritos electorales.
Se trata de los distritos XXI (con dos UAT), XXII, XXIII y XLIII, a partir de los cuales el ayuntamiento opera programas con los consejos de participación ciudadana, cuyos presidentes son electos por los vecinos.
Graciela Jiménez es presidenta de uno de esos consejos y la llamada que recibió fue nada menos que de Pablo Carrasco, titular de la UAT y por lo tanto representante en el distrito XXII del alcalde priista Pablo Bedolla.
La llamada tenía un propósito: instruirle a que llenara un autobús con 40 personas, no niños ni ancianos, que podían disfrutar de desayuno, comida y cena tipo bufete; acudirían a la ceremonia del Grito de Independencia en el Zócalo, donde habría artistas y estarían sentados junto al gabinete presidencial. El objetivo era apoyar al presidente. A cambio se le entregaría una gratificación personal.
No aceptó.
“Lo vi como una burla. ¡Que ofrezcan personas –a cambio de comida– para llenarle el Zócalo al presidente cuando la colonia lleva abandonada 15 años, siempre con la cantaleta de que no hay recursos! ¡No se vale! Eso (el dinero) no es para acarrear a la gente, es para ayudar a la comunidad; pero no hacen nada. Pero eso sí, quieren a la gente para que vaya a aplaudir”.
Otros sí aceptaron. Como María Isidoro quien la noche del domingo 15 llegó en un autobús con toda su familia. Para ir al Zócalo caminó desde la Plaza de Santo Domingo, donde se estacionó su camión. “Estamos muy contentos y muy agradecidos por venir a participar en el Grito con nuestro presidente”, dijo.
A ella no le tocó bufete pero sí 350 pesos; y aunque salieron tarde, celebra que “hubo cenita en el autobús”.
El Zócalo se ve poblado pero no lleno. Hay huecos en distintas partes de la plancha y aun cuando la aglomeración es persistente en los arcos de revisión, en el momento del Grito la aclamación no es total.
Afuera de una tienda en la esquina de Brasil y Donceles un grupo de jóvenes exhibe su orgullo de ser mexicanos: “Nos venimos a tomar una antes de ir a apoyar al presidente”, dice el más desenvuelto.
Sombreros tricolores de plástico, bigotes estilo Zapata y penachos son los objetos con los que exaltan su mexicanidad. Como es noche mexicana, el tequila es una opción que ellos consumen en lata.
El grupo vino en uno de los 30 autobuses que, según ellos, llegaron desde Coacalco.
–¿Son del PRI? –se les pregunta.
–Sí. Somos gente del partido… –responde uno.
–¡No, güey! Somos gente de David Sánchez –tercia otro.
–Sí. Somos gente de David Sánchez, el alcalde de Coacalco, pero somos del PRI –repone el primero.
El reportero insiste:
–¿Pertenecen al Frente Juvenil o a alguna organización?
–No. Somos de la administración municipal. ¿Nos toma una foto?
Los contingentes no temen identificarse. Hasta presumen sus orígenes: Chalco, Tultitlán, Tecámac, Neza…
Aun así el Zócalo no se llena. Y en el momento de actuar el Grito un leve abucheo fondeará la casi perfecta celebración.
La fiesta acaba temprano. Enrique Peña Nieto debe disculparse y convocar a su gabinete para atender la emergencia por las lluvias. Así la cena de gala se queda sin anfitriones y poco a poco el Palacio Nacional es abandonado por la notable concurrencia.
Afuera también los invitados salen a buscar sus autobuses e inician el regreso a sus municipios de origen. Un éxodo empapado.

Plaza tomada

Un desfile multitudinario recorre el centro capitalino desde temprano este lunes 16. Entusiasmo patriótico que se cultiva con dádivas y se transporta en autobuses. Una cortesía para el presidente, se justificará el PRI mexiquense.
La “charola” temporal que abre vallas y cercos policaco-militares es un rectángulo de papel blanco con el logotipo de la Presidencia sobre el Escudo Nacional sobre el cual se unen dos bandas tricolores. Abajo se lee su vigencia: “203 Aniversario del Inicio de la Independencia”.
Peña Nieto transitará la mañana del lunes 16 frente al Palacio Nacional a bordo de un vehículo militar, con la banda presidencial terciada.
Durante los siguientes días la custodia policiaca y militar seguirá en el Centro Histórico. Los mismos bloqueos de granaderos se mantuvieron y en las calles se asimilan a la fisonomía urbana los soldados y policías federales, algunos con armas largas.
La estación del Metro Zócalo permanece cerrada y, desde la celebración del Grito el ambulantaje se despliega por las vías destinadas al tránsito vehicular.
El oficial Juan Mendiola se queja: “El jefe de la delegación Cuauhtémoc le dio permiso a una organización de ambulantes y no los podemos quitar, pero ya se empezaron a extender con tapetes en el suelo. Les dijimos que no lo hicieran pero tampoco podemos abandonar la vigilancia”.
Así, el sector no da espacio ni para el retiro de ambulantes que, por otra parte, no ofertan las populares máscaras de Carlos Salinas de Gortari ni copetes de Peña Nieto ni mucho menos pasamontañas de Marcos. Lo más próximo a la rebeldía son los bigotes zapatistas.
“Pensé que ya se habían ido los maestros, pero ahí siguen”, dice la tarde del miércoles 18 María Elia García, una anciana convencida de que el Zócalo sigue ocupado por la CNTE y no por policías y militares.
El jueves 19 Peña Nieto encabeza la conmemoración del terremoto de 1985 con el izamiento de la bandera monumental en el asta del Zócalo.

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