domingo, 14 de julio de 2013

El PRD, nuevo sector del PRI. Jaime Avilés





 
Ahí donde lo ven, tan vulgar, tan ladrón, tan falto de escrúpulos, tan mandilón e iletrado, Vicente Fox logró cambiar profundamente la manera de pensar de los mexicanos respecto a la historia de nuestro ex país. 
  
Hoy, las mejores mentes de mi generación han hecho suya la idea de que la etapa en que México fue gobernado por un partido único corresponde a “los 70 años perdidos del PRI”.

Fox se refiere al período que transcurrió de 1929 a 2000. Veamos...

El primero de diciembre de 1928, por órdenes de Plutarco Elías Calles, nació el Partido Nacional Revolucionario (PNR).
  
El primero de abril de 1938, por órdenes de Lázaro Cárdenas, el PNR se convierte en Partido de la Revolución Mexicana (PRM).

En marzo de 1946, el PNR se transforma en Partido Revolucionario Institucional.

Así, pues, en rigor, el PRI sólo gobernó 56 años (1946-2000). Ahora bien, ¿fueron realmente “perdidas” esas siete décadas?

Calles pacificó a las facciones revolucionarias que se negaban a bajarse del caballo y consolidó las bases de un aparato de Estado vertical, autoritario y laico. En su defensa de este último aspecto, provocó la guerra cristera. 

Cárdenas impulsó la educación socialista, la reforma agraria, la expropiación petrolera, el fortalecimiento de los sindicatos obreros y campesinos y muchas cosas más. ¿Su sexenio cuenta como pérdida? 

Durante la Segunda Guerra Mundial, en el sexenio de Ávila Camacho, hubo un auge de las exportaciones mexicanas de petróleo, metales y caucho a Estados Unidos, un florecimiento jamás igualado de nuestro cine, y un rechazo tajante a las pretensiones de Washington, que quería instalar bases de marines en la península de Baja California.

Entre el sexenio de Alemán y el de López Mateos se dio la construcción de las 
grandes presas hidráulicas, la industrialización intensiva, el desarrollo de la red  carretera, la masificación de la enseñanza y la nacionalización de la industria eléctrica.


Entre Adolfo Ruiz Cortínez (1952-1958) y Gustavo Díaz Ordaz (1964-1970), la economía creció a tasas de 8 por ciento anuales. De 1954 a 1976, el peso conservó una paridad de 12.50 ante el dólar. Y a pesar de la zozobra que trajo consigo la devaluación del primero de septiembre de 1976, México siguió creciendo y al mismo tiempo endeudándose exponencialmente.
   
La debacle empieza a finales de 1980, cuando el brusco desplome del precio internacional del petróleo nos deja a merced del Frente Monetario Internacional y sus recetas para privatizar las riquezas de la nación y desmantelar progresivamente el Estado. Hoy, prácticamente, hemos dejado de ser un país porque nuevamente vivimos en un territorio sometido a la ley del más fuerte. 
    
¿No es asombroso que, habiendo sid oun actor que contribuyó decisivamente a la desarticulación de México (crecimiento económico cero, corrupción absoluta, auge en narcotráfico, feminicidios, saqueo de las arcas públicas y destrucción de los yacimientos petroleros de Campeche, nepotismo, impunidad y retroceso antidemocrático), hoy sea Fox el guía intelectual de quienes repiten como loros su fórmula de las “siete décadas perdidas”.
    
No faltarán, desde luego, quienes repliquen que el ranchero salvaje del Bajío se refirió a esas siete décadas como una pérdida de tiempo en términos de desarrollo de las instituciones democráticas. Eso es cierto. El Estado totalitario, censor, asesino de indígenas, líderes agrarios, ferrocarrileros, profesores, médicos, maestros y estudiantes, actuó con despotismo a la par que entregaba buenos resultados económicos. 
    
En 1978, al pronosticar un crecimiento sostenido gracias al petróleo, López Portillo reformó las reglas del juego político, abrió el Congreso a los partidos de izquierda y relajó la opresión. Fue a partir de entonces cuando el Partido Comunista Mexicano, gracias a Arnoldo Martínez Verdugo, deja de ser una organización clandestina y poco a poco se transforma en un partido de masas, a lo largo de un período que corre de 1979 a 2007.
    
Si en 1978 el PCM tenía dos mil afiliados (Enrique Semo) y tras una agresiva campaña llegó a 100 mil en 1982, para 1996, después de llamarse PSUM y PMS y luego PRD, cuando AMLO gana la dirección nacional, ya sumaba al menos tres millones de militantes. 
    
La cifra se triplica una década más tarde, cuando Andrés Manuel gana las elecciones presidenciales de 2006 pero el autoritarismo restaurado por Fox, impone a Felipe Calderón y aliados a éste, los jefes del ala derecha del PRD, Jesús Ortega y Jesús Zambrano, emprenden la demolición del partido, hasta reducirlo a escombros en términos de militancia, de simpatizantes, de captación de votos y prestigio moral, como acaban de ponerlo de manifiesto las elecciones del domingo pasado en 14 estados del país. 
    
En el curso de su evolución, el PNR y el PRM tuvieron cuatro sectores: obrero, campesino, popular y militar. El sector militar desapareció cuando nació el PRI y los generales fundaron el Partido Auténtico de la Revolución Mexicana (PARM). El sector obrero se desvaneció durante el sexenio de Miguel de la Madrid (canceló el derecho de huelga y cerró las fábricas), el campesino en el de Salinas de Gortari (abolió la reforma agraria y abrió las fronteras a las importaciones de todo), y el sector popular se extinguió con Zedillo (que hundió a la clase media).
    
Transcurrida la docena de trágica de los desgobiernos de Fox y Calderón, los actuales propietarios de la franquicia llamada PRI, han recuperado el gobierno federal mediante una espectacular transacción económica: lavando dinero del narco para comprar los votos de millones de pobres. 
    
Sin embargo, este “nuevo” PRI nada tiene que ver con el de López Portillo, Echeverría o Díaz Ordaz. Su programa político  y sus principios son los del FMI, el Banco Mundial y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). Pero sus tres sectores sí que son distintos: ahora se llaman PAN, PRD y narcotráfico.
    
Tras ocasionar la muerte de 14 candidatos, aterrorizar ciudades enteras, imponer a sus incondicionales y someter a gobernadores y jefes políticos regionales, en las elecciones del pasado 7 de julio el narco jugó el papel que Mitofsky y Gómez Leyva desempeñaron en los comicios de 2012. Ahora, en lugar de las encuestas, hablaron los cuernos de chivo. El gobierno dijo que no hubo violencia sino incidentes aislados. La prensa repitió lo que le ordenaron decir. Y los analistas nos advirtieron del riesgo de una “crisis de legitimidad democrática”, como si ésta no existiera desde 2006. 
    
De cada 10 votantes potenciales, 7 se abstuvieron. La izquierda fue borrada del mapa electoral, gracias a los Chuchos, y ahora tocará el turno de las “autoridades” del IFE impedir el registro de Morena. Por lo pronto, la aplanadora legislativa de la derecha aumentará el IVA de 16 a 19 por ciento. 
    
Después, privatizará Pemex y para 2014, con un hueco de 100 mil millones de dólares en las finanzas del gobierno, sin gasto público, en recesión, con desempleo galopante, carestía y desabasto, quebradas las pensiones del IMSS y del ISSSTE,  y reducidos a polvo los fondos de las Afores, México vivirá momentos muy interesantes.
    
Esta columna se tomará vacaciones los próximos dos sábados, pero yo estaré en Twitter, en @Desfiladero 132, por si ocupan

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