viernes, 10 de mayo de 2013

Madres con hijos desaparecidos marchan, lanzan globos, cuentan su historia, lloran…

María Herrero Magdaleno, en busca de sus hijos desaparecidos. Foto: Xinhua / Alejandro Ayala


MÉXICO, D.F. (apro).- Al grito de “hijo, hija, escucha, tu madre está en la lucha”, cientos de mujeres vestidas de blanco, con flores blancas en la mano, y la fotografía de uno o varios hijos en brazos provenientes de distintos puntos del país ocuparon el monumento al Ángel de la Independencia, para conmemorar el 10 de mayo.
Desde ese simbólico sitio ubicado en Paseo de la Reforma, la avenida más importante de esta ciudad, las madres-leonas, madres-guerreras, madres-dignidad, gritaron, rabiaron, lloraron por los hijos que no tienen en brazos porque están desaparecidos y reclamaron a las autoridades que, a pesar de sus “bonitas palabras”, siguen sin salir a buscarlos.
“Desde aquí les decimos a nuestros hijos, acá están sus madres y vamos a estar aquí, y seguiremos buscándolos hasta que aparezcan”, gritó a todo pulmón Yolanda Morán, del grupo Fuerzas Unidas por Nuestros Desaparecidos en México, madre Dan Jereemel Fernández, un joven desaparecido en 2009 en el estado de Coahuila.
El obispo Raúl Vera, de la Diócesis de Saltillo, quien acompañó a las mujeres en su recorrido del Monumento a la Madre al Ángel de la Independencia, fue testigo del duro discurso de Morán en el marco de la movilización bautizada como la Segunda Marcha de la Dignidad Nacional “Madres buscando a sus hijos e hijas, y buscando justicia”.
Morán fue la voz de muchas mujeres que han perdido a sus hijos por culpa de la guerra contra el crimen organizado.
Habló de la hipocresía del gobierno al no atacar a los verdaderos delincuentes –lavadores de dinero, empresarios de cuello blanco, gobernantes corrompidos–, y exigió hechos y respuestas a las madres que buscan a los suyos para que no sigan “alimentando mediante la impunidad a los crímenes de la mafia”.
Al pasar la caravana de mujeres frente a la PGR, una comitiva de madres se desvió hacia un campamento instalado a las puertas de esa dependencia, para reencontrarse con 10 madres con la misma problemática y que desde un día antes iniciaron una huelga de hambre, desesperadas, para exigir a las autoridades que den con el paradero de sus hijos.
Ahí se abrazaron, se solidarizaron con su dolor unas y otras y lloraron juntas. En una manta colocada en ese sitio, se leía: “La justicia no tiene madre pero nuestros hijos e hijas sí”.
Unas de las mujeres en huelga, escasas de fuerza, se sumaron a la caminata, como Natividad Guerrero, originaria del estado de Jalisco, quien parecía desfallecer a la altura del Ángel de la Independencia. Se sentía hambrienta por el día y medio de ayuno para “mover” el expediente de su hija Dalia Guadalupe Cruz y de su yerno Luis Ramón Enciso, desaparecidos en Caleras, Zacatecas, y por las noticias que recibió en la PGR.
“Ayer me entere de que todo lo que he hecho por buscar a mi hija y a mi yerno es como si no hubiera hecho nada, no tiene validez, es como empezar de cero. Me dijeron que ni siquiera abrieron averiguación previa”, dijo, apesadumbrada.
Al micrófono, se pasa lista por las y los ausentes. A cada nombre, la gente grita “presente”. Guadalupe Fernández, defeña, señala que ellas representan a miles de madres que no pudieron salir de viaje para acompañarlas y amenaza que no se van a callar, que van a seguir exigiendo.
Ya en el Ángel de la Independencia, las mujeres narraron sus historias personales. Explicaron las circunstancias en que desaparecieron sus hijos, el viacrucis que han pasado para hacerse oír por las autoridades, y hasta recordaron cuando el ausente era un bebito las palabras de amor que le profesaban.
En ausencia, muchas mujeres enviaron sus cartas para que fueran leídas.
“Silvia, si estás por ahí en un lugar sin poder comunicarte con nosotros nunca olvides que te queremos y que siempre vas a contar con nosotros. En cualquier situación que te encuentres no tengas miedo de regresar. Aquí te espera tu familia y tu hijo para recuperar el tiempo perdido. Te extrañamos y todos los días rogamos a dios para que te encuentres bien y puedas regresar” (Carta a Claudia Rizada Rodríguez de su madre Silvia).
Entre los manifestantes, hubo un puñado de hombres. Algunos de ellos son hermanos Sánchez Sánchez, de Teleoloapan, Guerrero, hijos de don Mario Enrique Salgado Miranda, un hombre de 62 años, propietario de una gasolinera, que apenas el pasado 3 de enero fue sacado de su negocio y nunca más volvió a saberse de él. Don Mario es quizás el primer desaparecido durante el gobierno de Enrique Peña Nieto.
Otra carta fue dirigida al niño Brandon Esteban Acosta Herrera, desaparecido en Coahuila a los 8 años, junto con su papá. La misiva fue escrita por su mamá Lulú:
“Quiero decirle a mi chiquito, mi Brandon, que sigue siendo el ‘Principito de Mami’ y que hasta el último latido de mi corazón estaré con él y jamás, jamás, me daré por vencida hasta encontrarlo, que sigo de pie, día a día por él y que estoy orgullosa y agradecida a Dios por haberme elegido para ser su madre (…) Dios te bendiga siempre mi niño hermoso, te amo tanto y tu amor me hace fuerte, mi caballerito.”
Acompañan a esta segunda marcha de madres del infrenable fenómeno de la desaparición de personas (se calcula que al menos 27 mil fueron desaparecidas el sexenio pasado) directivos de organizaciones como la Red Todos los Derechos para Todas y Todos, Fundar, Amnistía Internacional, Cauce Ciudadano, Comité Eureka, HIJOS-México, el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, el Centro Pro de derechos humanos, entre otros.
En el micrófono, Daniel Zapico, director ejecutivo de Amnistía Internacional-México señaló: “Ustedes tienen derecho a la justicia, a la verdad, a saber lo que ha sucedido y a que el Estado no niegué la realidad (…) El gobierno ha dado buenas palabras pero no son suficientes mientras permanezca un solo desaparecido”.
Santiago Corcuera, exmiembro del grupo de trabajo de la ONU para la desaparición forzada, señaló en entrevista que “este gobierno tuvo la honestidad de dar a conocer la lista existente (de personas desaparecidas) y no la cobardía del anterior que negó su existencia. Pero este gobierno necesita hacer más cosas”.
En el micrófono, Diana Iris leyó la carta que escribió a Daniel Cantú, su hijo, desaparecido en 2009, en Coahuila.
“Dany, hace seis años y 20 días que no he podido abrazarte, te extrañamos tus hermano y yo, nos duele tu ausencia, te recordamos siempre (…) Te cuento que ya tienes otra sobrina, tiene el color de tu piel, es tan blanca como tú (…) Cada amanecer doy gracias por tener la oportunidad de buscarte y al final no tengo noticias y pienso que quizás mañana habrá más suerte. Además cada día te nombro y te pido que me envíes buenas vibras, luz para el camino y fortaleza para buscarte”.
A las cuatro de la tarde, al pie del Ángel de la Independencia se despidieron las madres al grito de “vivos se los llevaron, vivos los queremos”, lanzaron globos blancos al aire que llevaban el nombre de sus hijos escritos y se abrazaron y se desearon unas a otras mantenerse firmes en la lucha.

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