martes, 30 de abril de 2013

Y mientras fingían limpiar la elección, los #Chuchos ya negociaban con peña


La historia del frágil “Pacto de los Cuates”

El Pacto por México, esa iniciativa que ha querido recetársele a los mexicanos como el gran acuerdo nacional que sacará al país de sus gravísimos problemas, se originó en una serie de contactos políticos entre cuates. El método: reuniones subrepticias, con el aval de Enrique Peña Nieto. Fuentes consultadas por Proceso permiten reconstruir la trama y contenido de esos cónclaves secretos. Dos nombres sobresalen en ésta: los del perredista Jesús Ortega y el priista José Murat.

El Pacto por México, que vive una severa crisis por las quejas del uso electoral de los programas sociales –cuya erradicación no existe en la agenda de reformas–, nació de una plática de dos viejos amigos: El perredista Jesús Ortega y el priista José Murat.
La idea la concibió Ortega y Murat se la planteó a Enrique Peña Nieto, a través de Luis Videgaray, en medio de la disputa poselectoral del 2 de julio de 2012, cuando emergían evidencias de la triangulación de dinero presuntamente ilícito usado para comprar votos a favor del priista.
La reunión fue a finales de julio, un mes antes de que el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) declaró válida la elección, el 31 de agosto, y el argumento de Ortega fue que Peña Nieto y el Partido Revolucionario Institucional (PRI) no podrían gobernar solos.
“Como en Sudáfrica, se necesita un acuerdo nacional”, ilustró Ortega al priista, quien defendió el triunfo de Peña Nieto, aunque aceptó que no se cumplió el objetivo de ganar la mayoría del Congreso. “¿Por qué no se lo platicas a Videgaray?”, le propuso el perredista.
Tras una cena a la que se sumó Jesús Zambrano, presidente del Partido de la Revolución Democrática (PRD) y miembro de la corriente Nueva Izquierda –que coordina Ortega a nivel nacional–, Murat reunió a Videgaray con ellos.
El encuentro fue en casa de Murat –político controvertido desde que fue propagandista de Luis Echeverría, tres veces diputado federal, senador y gobernador de Oaxaca–, que desde entonces fue sede del conciliábulo que duró cuatro meses.
Videgaray, coordinador de campaña de Peña Nieto que luego lo sería del equipo de transición y ahora secretario de Hacienda, se entusiasmó, aceptó que habría poco margen de maniobra para gobernar y coincidió con la situación del país que le describieron Los Chuchos: Un Estado sin control de territorios, con instituciones en crisis y los monopolios controlando la economía.
Hablaron de los pactos que ha habido en otros países, como en España, Chile, Sudáfrica y aun México, como los convocados por Ernesto Zedillo, en 1995 –que pronto se frustraron por el caso Tabasco, en ese año, aunque se logró la reforma electoral al año siguiente–, y el de Vicente Fox, en 2000, que tampoco prosperó.
En la reunión con Videgaray, Los Chuchos insistieron en que, dadas las condiciones del país y la correlación de fuerzas, era imperativo un acuerdo político. Ortega puso a Videgaray el ejemplo del que hubo entre Vicente Guerrero y Agustín de Iturbide, en febrero de 1821: “¿Cómo se logró la independencia de México? Fue con el abrazo de Acatempan. ¿No platican los realistas con los insurgentes? Ese fue el primer pacto en México”.
De acuerdo con versiones recogidas por Proceso entre participantes en las negociaciones en diferentes momentos, Videgaray se comprometió a consultarlo de inmediato con Peña Nieto, cuya respuesta llegó en horas: “Le parece muy bien –les dijo–. Instalemos la mesa”.
Ortega ya había platicado con Gustavo Madero, presidente del Partido Acción Nacional (PAN), quien se mostró anuente y se hizo acompañar –desde el principio– por Santiago Creel, secretario de Gobernación con Fox y que no pudo lograr acuerdos.
Creel era amigo de Los Chuchos y le tenía confianza a Murat desde que le ayudó a desactivar el primer conflicto que tuvo como secretario de Gobernación, en 2001, con el gobernador de Yucatán, Víctor Cervera Pacheco. “¿Quieres sentarte con él? Yo me encargo”, le ofreció el exgobernador de Oaxaca y cumplió.
Dos veces aspirante a la candidatura presidencial del PAN, rescatado por Madero como secretario técnico de la Comisión Política Nacional, Creel se sumó a las negociaciones con convicción por haber padecido un gobierno dividido. “El PRI solo no va a poder gobernar. Es un sistema muy perverso, porque no produce mayorías estables”.
A la mesa se sumaron también Pedro Joaquín Coldwell, entonces presidente del PRI y luego secretario de Energía; Miguel Ángel Osorio Chong y Aurelio Nuño, coordinadores Político y de Educación en el equipo de transición y actuales secretario de Gobernación y jefe de la Oficina de la Presidencia.
También se incorporaron otros dos personajes: Carlos Navarrete, miembro de Nueva Izquierda y actual secretario del Trabajo en el gobierno del Distrito Federal, y Juan Molinar Horcasitas, asesor de Madero.
Murat se convirtió en el coordinador ejecutivo del Pacto por México, a pedido del propio Peña Nieto que, según ha confiado el oaxaqueño, le había ofrecido una secretaría de Estado. Su hijo, Alejandro Murat Hinojosa, sí entró en el gabinete: Es director general del Infonavit.
Fue un elenco de 12 políticos al que muy pocos se incorporaron. Uno de ellos fue el panista Javier Corral, quien asesoró al PRD en la reforma en telecomunicaciones y que, como senador, introdujo reformas a pesar del desacuerdo de sus amigos Raúl Trejo Delarbre y Aleyda Calleja, fundadores con él de la Asociación Mexicana de Derecho a la Información (Amedi).

Al gusto de Peña Nieto: AMLO

La necesidad de un pacto nacional Zambrano se la había planteado, antes, al dos veces candidato presidencial de la izquierda, Andrés Manuel López Obrador, con el argumento de no “aislarse” como en el 2006 y consolidarse como segunda fuerza electoral.
En una reunión poco después de la elección, a la que asistió también el entonces jefe de Gobierno del Distrito Federal, Marcelo Ebrard, le dijo que probablemente el TEPJF fallaría en contra de la izquierda y que era necesario evitar otro cogobierno PRI-PAN.
–Ponte por delante –le dijo Zambrano–. Es más, tú has dicho que México necesita un gobierno de reconciliación nacional. Mándale al país, no a Peña Nieto, un mensaje antes de que se califique la elección y avanza en una agenda política. Te vas a convertir en el político más influyente de México.
Según esta versión, Ebrard coincidió con el planteamiento, pero López Obrador lo rechazó porque implicaba convalidar todas las ilegalidades y abusos en la campaña de Peña Nieto y porque sería neutralizarse como oposición.
–No voy a modificar mi posición y no comparto con ustedes ese punto de vista. Eso es lo que quiere Peña Nieto.
Mientras negociaba con personeros de Peña Nieto, en casa de Murat, Zambrano decía que no dejaría solo a López Obrador, como lo dijo el 13 de agosto:
“Estamos del lado de Andrés Manuel López Obrador. Había quienes pensaban que nos íbamos a alejar, que lo íbamos a dejar solo, y Andrés Manuel no está solo, aquí está el PRD y aquí está la izquierda mexicana y seguirá con él a defender la democracia y la dignidad de nuestro país, y lo hacemos porque estamos convencidos de que tenemos razón en nuestro reclamo, porque cuando arrancamos la campaña dijimos que si le iba bien a él nos irá bien a la izquierda mexicana, al PRD, y así ha sucedido”, subrayó.
Tras el rechazo de López Obrador, que terminó por irse del PRD para fundar el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), Ortega y Zambrano se entregaron por completo a la negociación con el PRI, el PAN y el equipo de Peña Nieto, sobre todo después de que el TEPJF convalidó el triunfo de éste.
Bajo el más completo sigilo, y siempre en el domicilio particular de Murat, se sucedieron las reuniones –más de 30–, en ocasiones tres veces por semana, hasta la víspera de la firma del Pacto por México, el 2 de diciembre, al día siguiente de la toma de posesión de Peña Nieto.
Hubo muchos borradores y el documento final sólo quedó completo la víspera del anuncio, cuando se definió llamarlo Pacto por México. “El brindis final se pospuso varias veces”, contó un panista al reportero.
De hecho, el 29 de noviembre, cuando se acordó que cada partido emitiría un comunicado para dar a conocer el acuerdo que permitió a Peña Nieto una toma de posesión tersa, tanto el PAN como el PRD lo llamaron sólo “Acuerdo Político Nacional”.
No me conocen: Peña Nieto

Peña Nieto no participó en una sola reunión de los negociadores de los partidos políticos, según participantes, y sólo se encontró con ellos el 2 de diciembre, en el Castillo de Chapultepec, en una ceremonia que el nuevo gobierno presentó como un fastuoso acto de unidad nacional.
En esa ceremonia, según dos de los testigos, uno de los negociadores perredistas se acercó a Peña Nieto y le aclaró:
–Vengo no porque esté convencido, sino porque le doy el beneficio de la duda.
–No me conocen –le respondió Peña Nieto.
Desde entonces, Zambrano y Madero se convirtieron en asiduos acompañantes de Peña Nieto –“chambelanes”, les llaman aún hoy– y desoían las advertencias de que en los estados los gobernadores tramaban arrasar en las 14 elecciones de 2013.
Zambrano desdeñó las críticas: “Nuestro deber es por el bien del país, no para atender y quedar atrapados en la lógica de las disputas internas. No desdeño la necesidad del consenso, pero, frente a eso, si hay que escoger, escojo el bienestar del país y la construcción de los grandes acuerdos que México necesita”.
De por sí enfrentado a Felipe Calderón, Madero también fue sometido a una ruda crítica por la facción de éste al firmar el Pacto por México, porque no sólo se exhibe como ineptos a los gobiernos del PAN, sino porque, como lo expresó Luisa María Calderón, dejaba sin banderas de campaña a su partido.
Pero imitó a Zambrano, porque el Pacto por México –dijo– “estará por encima de intereses y visiones particulares de los partidos” y hará que “el nuevo gobierno cuente con un entendimiento y responsabilidad para buscar superar los grandes obstáculos que enfrenta el país”.
En el propio posicionamiento del PAN en el Congreso, en la toma de posesión de Peña Nieto, fue anticipo de lo que vendría. Así lo dijo el senador Francisco Domínguez Servién.
“Más que una oposición, seremos una fuerza política que apostará por la construcción de acuerdos”, anticipó el exalcalde de Querétaro y añadió: “El próximo gobierno tiene bases firmes para impulsar el gobierno de México sin simulaciones y sin los excesos del pasado”.
Las simulaciones y “excesos del pasado” comenzaron a emerger hasta llegar el clímax el miércoles 17, cuando Madero dio a conocer más de 13 horas de grabaciones que acreditan una red de funcionarios de los tres niveles de gobierno para usar programas sociales en beneficio del PRI en Veracruz.
Los panistas enfurecieron más aún luego de que Peña Nieto desdeñó las críticas y defendió a Rosario Robles, secretaria de Desarrollo Social, el viernes 19, dos días después de estallar el escándalo de Veracruz por el que se presentó una denuncia penal ante la Procuraduría General de la República (Proceso 1903).
En el acto de lanzamiento de la Cruzada Nacional contra el Hambre, en el municipio de Zinacantán, Chiapas, y frente al expresidente de Brasil Luiz Inacio Lula da Silva, Peña Nieto avaló a la experredista:
“Rosario, no te preocupes, hay que aguantar porque han empezado las críticas, las descalificaciones de aquellos a quienes ocupa y preocupa la política y las elecciones. Pero a nosotros, a este gobierno, que tenemos un objetivo claro, una tarea con los mexicanos, que es acabar con el hambre. Que sigan aquellos criticando las acciones, a nosotros nos ocupa y nos compromete acabar con el hambre de México.”
Madero se desilusionó, porque el caso Veracruz, dijo, “era la oportunidad dorada del presidente Peña para desmarcarse del viejo PRI, sin embargo no la aprovechó, así como tampoco ninguno de los integrantes de su equipo”, y “pareciera estar siendo anuente a este tipo de comportamiento”.
Y anunció que no asistiría a ningún “evento” del Pacto por México, por lo que se suspendió la presentación de las reformas financieras, y dejó la decisión de regresar en la Comisión Política Nacional, que sesionará el lunes 29 y que encabeza Creel.
Peña Nieto, mientras tanto, placea a Rosario Robles –como lo hizo en la Convención Nacional Bancaria–, quien afirma que no aparece en las grabaciones, lo mismo que alega el gobernador Javier Duarte:
“Una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa. No se debe mezclarse (sic) la gimnasia con la magnesia (…) Yo quiero preguntarles, ¿dónde aparece mi imagen, dónde aparece mi voz, de qué se me acusa?”

Libre tráfico de la pobreza

Sin embargo, a pesar de que el propio Madero aseguró tras la elección que el PRI y Peña Nieto ganaron “a billetazos”, en ninguno de los 95 compromisos del Pacto por México, ni siquiera en la agenda política, se incluyen reformas para evitar el mercadeo electoral de los programas sociales.
De hecho, la reforma política está prevista para el segundo semestre del año, cuando se presenten las iniciativas de Ley General de Partidos Políticos (punto 89) y una reforma electoral (punto 90), comprendidas en los “Acuerdos para la gobernabilidad democrática”.
También el segundo semestre del año se agenda “analizar reelección de legisladores” y “en su caso se presenta legislación” (punto 94), y junto con esta eventual reforma se presenta como último punto del Pacto por México una de las ofertas de campaña de Peña Nieto.
Se trata de la “instancia ciudadana y autónoma que supervise contratación de publicidad de todos los niveles de gobierno en medios de comunicación”, cuya legislación se tiene previsto presentar en el segundo semestre del año y cuya “implementación” comience al inicio de 2014.
No hay entonces ninguna reforma enunciada sobre el uso de programas sociales, como sí lo hay de otros “Acuerdos para la gobernabilidad democrática”, como los gobiernos de coalición” (punto 87), la toma de protesta del presidente el 15 de septiembre (punto 88), la Reforma Política del Distrito Federal (punto 91) y las reyes reglamentarias de ésta (punto 93).
La única referencia expresa a los programas sociales en la agenda del Pacto por México es el punto 6 sobre El Sistema Nacional de Combate a la Pobreza, cuyas iniciativas se presentarán en el segundo semestre de este año para que su implementación sea en el primer semestre de 2014.
Por lo demás, el calendario del Pacto por México ni siquiera se ha cumplido y, además, casi toda la “implementación completa” de las reformas previstas para este año –en el primero y en el segundo semestres– están “sujetas a la aprobación de la reforma hacendaria”, y su “culminación de implementación” es hasta 2018, cuando concluye el gobierno de Peña.
Es el caso de las escuelas de tiempo completo (punto10); la cobertura de educación media superior y superior (punto 14); el Programa Nacional de Becas (incluyendo programas piloto de beca-salario en tres estados de la República) (punto 15); la “educación, salud, infraestructura y crédito para los habitantes de las comunidades indígenas” (punto 16).
También sólo si hay reforma hacendaria se culminará en 2018 la “implementación completa” del “acceso equitativo a la justicia y a la educación de los habitantes de las comunidades indígenas”, se hará realidad la “Red troncal de telecomunicaciones”.
En la agenda del Pacto por México está previsto que sea antes de julio cuando se presente una “reforma energética que sea motor de inversión y desarrollo”, pero este martes 30 se clausura el periodo de sesiones del Congreso y sólo podrá presentarse si se convoca a un periodo extraordinario de sesiones.
La ambiciosa agenda del Pacto por México ha sido de escasos logros: Sólo se ha aprobado la reforma constitucional en materia de educación, aunque están pendientes las leyes reglamentarias, y la reforma en telecomunicaciones no había culminado, debido al rudo conflicto interno en el PAN

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