viernes, 19 de abril de 2013

Pelean los cómplices. Epigmenio Ibarra




“…hay que saber a quién
comprarle el voto…”

Pablo Anaya, ex secretario de Salud de Veracruz
Revestido de una dignidad que hace años perdió, sale ahora el PAN a la escena pública, a destiempo y exhibiéndose cándidamente, con una “valiente” denuncia contra el PRI por el uso electoral de los programas sociales en Veracruz.
Lo hace justo después de haber sufrido, por parte del nuevo gobierno —que no sería tal sin el silencio cómplice del PAN—, una serie de golpes que lo han reducido a mera comparsa en el juego político nacional.
Lo hace, pienso, con el propósito de que estos golpes no solo continúen, lo que es previsible, sino que se hagan todavía más potentes y terminen por darle debajo de la línea de flotación.
La excarcelación de Florence Cassez, la captura y encarcelamiento de Elba Esther Gordillo, el reconocimiento explícito de la derrota en la guerra contra el narco de Felipe Calderón y la publicación de la aterradora cifra de muertos y desaparecidos en la misma, la exoneración del general Ángeles exhiben —y son apenas la punta del iceberg— el fracaso rotundo del PAN hecho gobierno.
En cada uno de estos asuntos subyace una amenaza y tarde parecen haberlo entendido los panistas. Con solo dar unos pasos más en las respectivas investigaciones Enrique Peña Nieto puede sentar en el banquillo de los acusados a los más altos funcionarios del gobierno pasado e incluso al propio Calderón.
No digo que esto vaya necesariamente a ocurrir y menos todavía que, en caso de que así sucediera, sea resultado de un nuevo e impensable afán justiciero del PRI. Digo que si le conviene o lo necesita es perfectamente —Elba Esther lo sabe— capaz de dar la puntilla al PAN.
Pelean hoy cómplices que juegan rudo; que saben mucho uno del otro y no lo hacen, por cierto, pensando en México sino en sus propios intereses facciosos.
Sabiéndose con la espada de Damocles rozando su cuello los panistas muestran, otra vez y como ya es su estilo, el músculo de su aparato de inteligencia clandestino y advierten a los priistas, con este botón de muestra, que en su archivo de grabaciones tienen material suficiente para un contragolpe efectivo.
Doce años al frente del gobierno, disponiendo a su antojo de los aparatos de seguridad e inteligencia del Estado, realizando grabaciones ilegales, seguimientos, investigaciones en cuentas bancarias y propiedades, indagaciones en la vida íntima de los personajes más importantes de la vida nacional son, para la dirigencia panista, la garantía de impunidad.
Una garantía cada vez más frágil porque el adversario al que se enfrentan es, precisamente, el maestro en esas malas artes.
Una garantía conseguida, además, por ex funcionarios del aparato de seguridad que no han considerado que, con solo abrir la caja de Pandora de los gastos de la guerra de Calderón, caerán de inmediato en la cárcel.
“Cría cuervos…” habría que decirle a los panistas que, administrando, a su conveniencia, lo que del historial criminal del PRI sabían, pavimentaron el camino de la restauración volviéndose cómplices de la misma.
Porque no solo fue Vicente Fox el que traicionó a los votantes y a la democracia al no demoler, tal como lo había prometido, al régimen autoritario hasta sus cimientos. También el PAN es culpable de la misma.
Culpable dos veces además. Culpable y suicida porque, parafraseando, al tal Pablo Anaya, protagonista de las grabaciones “hay que saber —también— a quién se le abre la puerta de Los Pinos”.
Teniendo al PRI a tiro, con el Pemexgate, no solo no le dieron, como la ley lo exigía, el PAN y Fox, sepultura a ese partido responsable de ese y otros muchos crímenes, sino que le encargaron la hacienda pública y de la mano con él “gobernaron”.
Luego, ante lo que parecía una inevitable derrota, cometieron, en 2006 la segunda traición. Así como sin el concurso del PRI no se hubiera sentado jamás en la silla Felipe Calderón, sin la complicidad de este último, no se hubiera producido la imposición de Peña Nieto.
Por miedo a la verdadera alternancia no hablaron antes los panistas. Eso los hace cómplices de crímenes de lesa democracia del PRI, que no solo conocen a profundidad y tienen extensamente documentados. Por miedo es que hoy salen a denunciar prácticas que antes, siendo gobierno, hicieron suyas.
Lo que los panistas no calcularon, ni Elba Esther, por cierto, es que a los priistas no les tiembla el pulso. Si se trata de ajustar cuentas entre cómplices, de soltar lastre, no hay para ellos Pacto por México que valga.
Un México no es más que un botín para ambas partes. Un México donde los programas sociales, las limosnas del Estado, han sido utilizadas durante décadas tanto por el PRI como por el PAN —y eso queda claro en las grabaciones si se escuchan con atención— para extorsionar, comprar los votos y torcer la voluntad de los más pobres de los pobres.

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