martes, 20 de noviembre de 2012

Pese a que López Obrador pide voto libre, delegados negocian apoyos

El nuevo comienzo también es en lo individual, expresa el ex candidato presidencial
 
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El senador petista Manuel Bartlett Díaz saluda a Andrés Manuel López Obrador durante la sesión de trabajos de Morena. Los observa el diplomático Héctor VasconcelosFoto Carlos Ramos Mamahua
Arturo Cano
 
Periódico La Jornada
Martes 20 de noviembre de 2012, p. 4
Veintitrés años y decenas de elecciones después, Andrés Manuel López Obrador estira la reata de su espíritu de corredor de fondo: estamos recomenzando, una nueva etapa, pero no sólo como organización social y política, sino también en lo individual.
Borrón y cuenta nueva en el anticlímax de la derrota electoral, dirán unos. El paréntesis con cifras dice que más de 86 por ciento de los miembros del Movimiento Regeneración Nacional (Morena) consultados en todo el país se pronunciaron por construir un nuevo partido político.
Vamos a la construcción del partido más importante en la historia de la izquierda mexicana, anuncia Claudia Sheinbaum.
Acusa recibo Jesús Zambrano, presidente de un partido (el de la Revolución Democrática), en el cual aún militan muchos de los asistentes al congreso que tiene lugar en el deportivo Plan Sexenal: ... como presidente nacional del PRD, el partido más importante de la izquierda mexicana, le saludo y expreso mis mejores deseos...
Las cortesías pasarán por las urnas, merced a una reforma que el PRD de Nueva Izquierda avaló con entusiasmo, la cual obliga a los nuevos partidos a medirse en solitario en las casillas electorales.
Dicho de otro modo, Morena y el sol azteca podrán coincidir en elecciones futuras, pero sólo después de disputarse, por decir algo, los cargos del Distrito Federal en 2015.
Mientras llega la hora de las urnas, el discurso de López Obrador (en realidad el único, pues el resto de las intervenciones se dedican a asuntos de logística) se centra en la idea de que Morena debe ser un referente moral en un escenario marcado por el descrédito de los partidos políticos.
Brega el ex candidato presidencial contra la resistencia de militantes de Morena –un número indeterminado que trató de hacer oír su voz en 300 asambleas distritales– para los cuales ningún partido tiene remedio.
Todo un desafío, dice López Obrador, quien carga la responsabilidad de que Morena sea diferente al resto de los partidos en las espaldas de sus propios militantes y dirigentes.
Tenemos la enorme responsabilidad de cuidar a Morena. De hacer el compromiso entre todas y todos para evitar incongruencias y desviaciones.
Alude así a la repetición de vicios perredistas como el agandalle de las corrientes, el acarreo y otros comportamientos facciosos y fraudulentos que los propios perredistas han documentando en extenso, y que no estuvieron ausentes en muchas de las reuniones del naciente partido.
Los raspones alcanzan a las cabezas de las fuerzas que apenas a mediados de este año lo apoyaron en campaña y a quienes, sin nombrarlos, califica de dirigentes sin principios e ideales, oportunistas y corruptos.
Un partido sin ismos
Nada de politiquería. Impedir los vicios en Morena. Cuidar, entre todos, que no haya individualismo, oportunismo, nepotismo, amiguismo, influyentismo, sectarismo, clientelismo; ninguna de esas lacras de la política, dice López Obrador y arranca aplausos.
En consonancia con su rechazo a los ismos, el ex jefe de Gobierno invita a los delegados a ejercer libremente su voto (cada uno puede votar por 10 personas para integrar el Consejo Nacional), a rechazar las listitas y los acuerdos de apoyo mutuo. Nada de grupos, nada de corrientes, nada de sectas, sentencia.
No hay modo. Apenas termina el acto inaugural, se ve a muchos delegados yendo de un lado a otro, en el intercambio de apoyos. Algunos lo hacen en paquete, como el grupo de Martí Batres o el del oaxaqueño Salomón Jara, porque en paquete abandonaron el PRD. Otros, delegados en solitario, buscan a sus conocidos de otras lides e intercambian con ellos sus números (cada delegado tiene un número de identificación, al cual irán los votos).
El ejercicio recuerda los primeros años del PRD, cuando prevalecían las planchas (alianzas entre estados y/o jóvenes corrientes), pero todavía era posible que figuras reconocidas llegaran a los cargos sin el aval, ahora indispensable, de una corriente nacional.
Polvo de otros lodos es también el coro de muchos delegados cuando López Obrador menciona la presencia de representantes diplomáticos de Estados Unidos y Cuba: ¡Cuba sí, yanquis no! El ex candidato presidencial calla la consigna cuando vuelve a mencionar la presencia de un enviado de la embajada del Paseo de la Reforma. El hombre rubio se pone de pie y agradece agitando el brazo.
De cargos y encargos
Una, entre muchas, de las diferencias que Morena tendrá respecto de otros partidos de la izquierda es enunciada así por López Obrador: no hay, en sentido estricto, cargos, sino encargos.
Armando Bartra, intelectual del ala campesina de Morena, ve en la fórmula una aproximación al mandar obedeciendo de los zapatistas. Otros delegados, con cierta malicia, hablan de un encargado de la presidencia, aunque todos sepan que el jefe será Andrés Manuel.
El ex candidato presidencial se ha reunido con los dirigentes estatales de Morena. A muchos ha dicho que no quiere ser el presidente del partido. Ha expresado su interés en encabezar el Consejo Nacional, quizá para mantenerse como el líder del obradorismo, que seguirá siendo más que Morena, afirma un delegado. Nos mete en un gran problema; él tendría que ser, porque igual si es otro todos lo van a enfrentar, completa un ex líder del Movimiento Urbano Popular.
La postura de López Obrador ha propiciado que los nombres de posibles candidatos recorran las gradas del deportivo sede.
Y que algunos reparen en que, después de López Obrador, Martí Batres es quizá el personaje más solicitado para la foto (además de la radio, donde al micrófono define como aliado al partido que abandonó horas antes). Batres ha tenido reflectores y por eso su nombre aparece en la corta lista de aspirantes a la presidencia del nuevo partido, pese a que, para llegar al encargo, tendría que renunciar a su curul. Mi responsabilidad ahora está en el Legislativo, asevera el diputado. Es un rumor sin sustento.
Otros nombres brincan en los pasillos. El de Octavio Romero Oropeza, tabasqueño fiel entre los fieles, es el que suena con mayor insistencia. Y el de Bertha Luján, ex contralora del gobierno capitalino, a quien mencionan como candidata de la disidencia y el contrapeso.
La primera noticia que tengo es la que usted me da, afirma Luján, tan afable como formal en su trato de usted, que le viene de su natal Chihuahua.
Los delegados eligen a 204 consejeros nacionales que formarán parte de un órgano de gobierno integrado por 300 personas (los restantes son los presidentes, secretarios generales y secretarios de organización de las 32 entidades del país). Fuera de esa decisión queda un tercio de los delegados, que fueron electos y no acudieron al congreso. ¿Por qué? El caso que explica un delegado de Aguascalientes se repite en otros lugares: Nos eligieron a 25, pero sólo venimos 16, porque el resto no tuvo para el pasaje. Dos días antes del congreso, Alejandro Encinas, ausente como muchas otras figuras cercanas a López Obrador, contaba que varios delegados le habían pedido ayuda, pese a que él no había sido invitado al evento.
Los 300 serán la cabeza de un nuevo partido que, pese a todo, hace ruido y cuya principal figura logra una transmutación formidable. Ayer era un cobarde linchador. Hoy, alguien que por crear un partido merece estar aquí. Como si Morena y los millones de votos de López Obrador tuvieran que pedir permiso para existir

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