domingo, 1 de julio de 2012

Por una insurgencia electoral

El Despertar
José Agustín Ortiz Pinchetti
Las posibilidades de triunfo de la democracia en México son reales. Pero depende de que los mexicanos nos manifestemos mediante una insurgencia electoral. Me explico: si los mexicanos hoy salimos a votar masivamente, la democracia ganará. Si dos de tres ciudadanos nos manifestamos en las urnas, por muchos votos que compren no alcanzarán para revertir el triunfo de la democracia. Según los expertos, si la votación rebasa 62 por ciento del padrón electoral, ganará la democracia. Si no alcanza 50 por ciento, perderemos. Ha habido gran rechazo a las encuestas: más de 50 por ciento y crece. El índice de indecisos, lejos de disminuir, en la mayoría de las elecciones aumenta.
Un voto oculto enorme no se ha definido. Su ejercicio podría significar un cambio dramático. Aquí aparece una cuestión de responsabilidad: quienes han trabajado seis años por un cambio genuino y profundo han cumplido con auténtica entrega y devoción. Nada han dejado de hacer. La oposición progresista es la más grande organización cívica en la historia de México. Pero sus esfuerzos no son suficientes, se requiere una insurgencia electoral. Es decir, que el pueblo, masivamente, reafirme su convicción en la democracia electoral como un camino para la renovación de la sociedad. Por insurgencia electoral entiendo que todos debemos asumir la responsabilidad que nos toca en esta circunstancia. No es retórica. La gente debe estar más allá de la manipulación de la televisión y de la guerra sucia. Si no seguirá en el vasallaje. En México la condición de súbditos ha estado arraigada, de ahí el peligro de la restauración autoritaria. De ahí que los grupos de interés determinen quién gobernará y con qué estrategia. Esto sólo se puede romper por un impulso de emancipación. La hazaña del cambio no será de algunos pioneros, sino de una parte sustancial del cuerpo social.
Hoy, al borde del desenlace, me he preguntado por qué estoy en esta causa. Meses, años enteros construyendo una organización política. No busco ni dinero ni influencia ni poder, en ningún caso: soy un hedonista. Podría pensar que lo hago por indignación, como una respuesta a la brutalidad sórdida de la política mexicana. También me indigna la desigualdad no sólo por mi visión cristiana de la vida, sino por el inmenso desperdicio de millones cuyas vidas se van a extinguir sin provecho para una patria que tanto los necesita. Estoy en esto por gusto; cada vez que entro en contacto con el despertar de los grupos y comunidades salgo rejuvenecido y revitalizado. Además, el ejercicio del pionerismo es una práctica maravillosa. Estamos abriendo una brecha que se convertirá en un camino para millones. (Este texto fue hecho a mano, al alimón, con César Cravioto.)

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