domingo, 25 de marzo de 2012

Tierra Santa en México


Fieles reciben a Benedicto XVI en Guanajuato. Foto: Miguel Dimayuga
Fieles reciben a Benedicto XVI en Guanajuato.
Foto: Miguel Dimayuga
MÉXICO, D.F. (Proceso).- La visita presurosa de S.S. Benedicto XVI a la montaña de Cristo Rey suscita recuerdos que desdoblan historias en lo que parece déjà vu. Se asocian leyes, relaciones de Iglesia y gobierno, laicismo y libertad, nombres y fechas.
En una crisis de la Iglesia católica hace mil años, hubo un monje llamado Hildebrando, conocedor de los problemas, quien aceptó el cargo en 1073 y en 12 años de gobierno, como Papa Gregorio VII, luchó primordialmente contra la lascivia de los clérigos y la intervención de los gobernantes laicos en el nombramiento de las dignidades eclesiales. Puso en juego su genio y una voluntad indomable, usando todos los recursos a su alcance, desde el perdón hasta la excomunión, y mereció elogios aun de sus enemigos.
Hildebrando es nombre emblemático en alguna empresa del actual presidente de México o de su familia.
En estos primeros años del pontificado del papa Benedicto XVI se advierte, a la manera del monje Hildebrando, una apertura y enfrentamiento al problema de la incontinencia de algunos clérigos que ha tenido resonancias en los medios de Estados Unidos, México y Europa. Ya sale a la luz lo que antes se manejaba con silencios, creyendo que sería peor el escándalo.
En febrero de 1917 entró en vigor la Constitución Política de México, que contenía varios artículos de imposible cumplimiento: en la instrucción escolar obligaba a un laicismo contrario a un modo de vida consuetudinario en un pueblo entonces 98% católico, impedía a la Iglesia tener bienes y despojaba a los ministros de su nacionalidad (arts. 3, 27 fr. II, y 33.) Faltaban aún los reglamentos de aplicación.
Entre 1920 y 1923 sucedieron alrededor del cerro del Cubilete varias cosas: El obispo de León, monseñor Emeterio Valverde y Téllez, en visita diocesana a Silao, contempla el “Cubilete” y decide celebrar una misa en la cumbre, lo que hace con asistencia de unas 20 mil personas. Exalumno del seminario de León, José Natividad Macías, quien redactó el proyecto de Constitución que Carranza presentó en Querétaro al Constituyente, era propietario del cerro y lo donó a la Iglesia.
Antes de un mes, jornaleros voluntarios levantaron un monumento con cuatro altares en la base, una pirámide octagonal truncada como basamento de un hemisferio en el que posaron una estatua de Cristo Rey. Se proyectó un santuario y el obispo invitó al delegado apostólico, monseñor Philippi, a que colocara la primera piedra. “Como cincuenta mil personas presenciaron el solemne acto” (El Universal, 11 de enero de 1923, desde Silao).
Trescientos dragones del 45 regimiento llegaron desde Celaya para evitar desórdenes. Su presencia fue innecesaria.
Monseñor Philippi celebró misa, predicó, fue fotografiado con un grupo de obispos y al segundo día se le notificó en León la orden de expulsión dictada por el presidente Obregón. Los dos siguientes delegados papales serían expulsados por el presidente Calles, quien al casarse su hija ni quiso entrar al templo y su amigo Obregón fue a entregarla.
Estaba en proceso la llamada Guerra Cristera (1926-1929), durante la que fueron cerrados todos los templos, las escuelas dirigidas por religiosos, expulsadas las monjas extranjeras, cientos de clérigos, algunos obispos, y fusilados o crucificados numerosos sacerdotes que no abandonaron a sus feligreses.
El gobierno no cambió ninguna ley, pero se volvió tolerante.
El monumento a Cristo Rey fue certeramente destruido por bombas que arrojó la aviación militar en ese tiempo.
El Papa Juan Pablo II elevó a unos pocos a los altares. Un ejemplo es el santuario que se construye en Totatiche, Jalisco, el Estado más cristero, en sus límites con Zacatecas, para honrar a los sacerdotes Magallanes y Caloca, fundador el primero, y primer egresado el segundo, del seminario del lugar.
Personas hay en la república que tienen devoción, y prenden veladoras en altarcitos domésticos o en una trastienda, frente a una fotografía del padre Miguel Agustín Pro, jesuita fusilado con público y prensa sin previo juicio, como lo fueron muchos otros. A veces, antes del fusilamiento se les desplantaban los pies y se les obligaba a caminar.
Los cristeros, por interpósitas personas, llegaron a comprar armas y parque del ejército que los combatía.
Celia Carranza, hija de quien promulgó la Constitución, dice en su diario el 12 de junio de 1929: “Hoy he sentido un dolor intenso en mi corazón, a pesar de haber llegado de la casa de una amiga donde ocultamente se celebraban dos misas diarias por haber cerrado las iglesias el Gobierno, que no he podido menos que desahogarme escribiendo”.
Las modificaciones a las leyes no modifican a ningún pueblo.
Cárdenas, en algún momento, dijo: “Ya estoy cansado de cerrar iglesias; voy a abrir escuelas.”
La obra del monumental conjunto actual se tardó ocho décadas. Creo que el presidente Calderón pudo hacer dentro de su primer año las modificaciones que acaba de lograr en el último, dejando, como parece ser, muchas de las obras prometidas en su campaña electoral en el olvido. l
*El autor ha escrito, entre otros libros, Un extraño en la tierra, biografía no autorizada de Juan Rulfo.

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