lunes, 21 de marzo de 2011

Se llama P.R.D. Glorfindel.

Pues vamos. El PRD sigue atrapado en su laberinto. ¿Cómo se ha llegado a tal situación de deterioro y de lamentable descomposición del otrora aguerrido partido del sol azteca?

Un fraude electoral es un suceso destructor. Las leyes son enviadas al basurero. La sangre que se derramó en las luchas por la democracia se tira al lavadero de las aguas negras. Se le condena a una nación y a sus ciudadanos a la postración de un régimen político corrupto, insensible, gangrenado y despreocupado en gangrenar a los tejidos sociales.

Cuantas veces sea necesario recordarlo, el PRD nació como una manera de resistir a ese proceso de descomposición producto del megafraude electoral de julio de 1988. Van unas estampas históricas de aquellos tiempos, en el ánimo de intentar comprender lo que fue y lo que ha sido el PRD.

Es otra manera de darse cuenta la irresponsabilidad mayor de quienes echan por la borda aquella historia, y todo en aras de conservar puestecitos partidocráticos así sea al precio de aliarse con el partido de la derecha, o de abrirles lugar a connotados personajes del Parque Jurásico priísta.

Primera estampa.
Agosto de 1988.

Jaime Sabines. Un gran poeta en los tiempos canallas.



Jaime Sabines es de los poetas más finos y sensibles en los últimos cincuenta años que hemos tenido en México. ¿Quién no se ha conmovido con la lectura de “Los Amorosos”, o con ese himno al amor filial que se llama “Algo sobre la muerte del general Sabines”?

Jaime Sabines fue electo diputado en el inolvidable proceso electoral del 6 de julio de 1988. Las siguientes dos semanas a ese seis de julio fueron de una intensidad emocional y de una tensión política tan afilada como los cuchillos de pedernal con los que los sacerdotes mexicas ofrendaban corazones palpitantes.

Frescos estaban los asesinatos de Francisco Xavier Obando y de Ramón Gil, connotados operadores políticos de Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, a quien la fama pública de esos días daba, si no como el verdadero triunfador de las elecciones presidenciales (y por consiguiente el sepulturero del dinosáurico régimen priísta y su candidato, el odioso calvo Carlos Salinas de Gortari), por lo menos lo entendía como la víctima de un monstruoso fraude electoral.

Era tanto el enojo, que podían leerse en el Zócalo (lugar de las impresionantes concentraciones cardenistas) decenas de mantas y cartulinas con textos como éste: “MI FAMILIA Y MI PUEBLO YA DESENTERRAMOS LOS MAUSERES. USTED ORDENE GENERAL CUAOTEMOC”. “POR LAS BUENAS NO ENTIEDEN ESTOS CABRONES. ¡TOMEMOS PALACIO NACIONAL!”Total, una corriente de opinión popular muy clara clamaba por lanzarse a la rebelión armada e impedir que llegara al poder ese personaje impopular llamado Carlos Salinas.

Pero en numerosos corrillos y discusiones políticas de aquellos días, el tema no era tanto (pero sin dejar de restarle importancia) lo que representaba ese tecnócrata mañoso y megalómano; el tema más bien era si la crisis económica de los años ochenta y la crisis política del régimen priísta, iba a tener una salida de, por y a la izquierda. O si esa doble crisis tan aguda, tendría salida a la derecha.

De ahí que el ambiente se sentía filoso, como caminar por una cuerda floja sobre un abismo en cuyo fondo había colmillos de serpientes venenosas.

Me atrevo a decir que la enorme mayoría de quienes entonces militábamos en organizaciones de la “izquierda revolucionaria” (en oposición a la “izquierda reformista” o “electorera”) nos encontrábamos en el azoro y en pasmo totales. Decenas de miles de campesinos, de obreros, de estudiantes, de profesores, de activistas de izquierda, de mujeres de colonias populares, estaban tan encabronados por la suma de la crisis económica y del fraude electoral tan cínico y bajuno, que estaban dispuestos a agarrarse a plomazos o con lo que fuera contra el régimen, sus soldados, sus policías, sus halcones.

Un levantamiento popular se percibía, se sentía presente. La cuestión era si se daba luz a lo que seguramente sería un baño de sangre de proporciones bíblicas, como lo era en el relato de las aguas del Nilo convertidas en corrientes sanguinolentas.

¿Cómo actuar ante una coyuntura de estallido social?

Pero no se crea que la furia popular se manifestaba únicamente a través de demandas para “agarrar las armas e irnos al monte”.

El pueblo mexicano es enormemente bondadoso. Trabajador a carta cabal. Ingenioso y con una sabiduría a veces tan directa y a veces tan alambicada, que deja sorprendidos a quienes conocen poco a esa parte de su existencia histórica: se trata de maneras ingeniosas de defenderse ante tanto pinche mal gobierno, de defenderse ante tanto desgraciado infeliz politicastro que nos ha robado, saqueado, burlado, pisoteado.

Por lo mismo, precisamente por lo mismo, es que son inaceptables las opiniones vertidas por personas de izquierda (quienes se supone que deberían ser las más sensibles para entender y para comprender esas maneras sutilísimas de resistencia popular) que acaban quejándose con el lugar común e injusto de que “es que el mexicano es agachón, dejado e inconciente”, palabras que además de un sectarismo ideológico, encierran una lectura clasista y racista ahora sí que “de clóset”.

¿A qué viene a cuento lo anterior con la crónica de los días canallas posteriores al fraude electoral del 6 de julio de 1988?

Pues porque una de esas muy sutiles, pero poderosas maneras de resistencia popular ante el robo electoral perpetrado por Salinas de Gortari y el gris y mediocre Miguel de la Madrid, fue una verdadera tormenta de denuestos contra este par de tipos, y por extensión, contra los priístas y contra el corrupto régimen del PRI.

En las esquinas, en los mercados, en las escuelas, en las tertulias familiares, en fin, el tema era el rechazo hacia ese régimen del PRI.

Corría el mes de agosto de 1988.

Aquí es donde entra en escena el poeta Jaime Sabines, entonces uno de los 293 diputados del PRI que, instalados como Colegio Electoral, declararon presidente electo de México al odiado pelón, Carlos Salinas de Gortari.

La periodista Martha Anaya, del Excélsior, se encontró uno de esos días al gran poeta Jaime Sabines, y picada por la curiosidad de cómo un poeta de esa talla vivía aquellas jornadas,más aún siendo diputado del PRI, le pidió que le escribiera un breve relato de sus impresiones.

Jaime Sabines, el poeta de “Los Amorosos”, o de “Algo sobre la muerte del general Sabines”, le escribió esta carta:

CARTA DEL POETA JAIME SABINES

Martita:

En quince días de asistir al Colegio Electoral he escuchado las siguientes expresiones acerca de los miembros del PRI: los priístas son sordos, ciegos, mudos, miopes, deshonestos, incapaces, ineptos, inconcientes, insensibles, cínicos, mafiosos, traidores de la patria, falsificadores, magos, alquimistas, burladores del pueblo, ladrones, asesinos, hampones, inmorales, sinvergüenzas, desfachatados, corruptos, culeros, irresponsables, sucios, impostores, criminales, irracionales, infames, acarreados, mecanizados, robots, raquíticos, exiguos, anémicos, endebles, precarios, indecentes, chanchulleros, asquerosos, tortuosos, delincuentes, zapateros, abusivos, pillos, charros, tramposos, falsos, bribones, mentirosos, electrónicos, computarizados, autómatas, cibernéticos, ataráxicos, increíbles, mayor-minoritarios, escorias, hijos de su puta madre, extraterrestres, irreales, surrealistas, humanoides, acabados, en extinción, sindicaturados, torpes, socarrones, paracaidistas, perversos, consultantes, miedosos, indignos, débiles, defraudadores, cachirules, mezquinos, prepotentes, represores, usurpadores, vulgares, cachondeadores, maniobreros, inconfiables, antidemocráticos, fascistas, antihistóricos, contrarrevolucionarios, proimperialistas, vendidos, entreguistas, méndigos, explotadores, sojuzgadores, negativos, sin hormonas, sentenciados por el pueblo; y además, en escalaa zoológica, de manera precisa y simultánea: dinosaurios, coyotes, golondrinas, gaviotas, puercos, perros, mapaches, borregos y ratas.

En quince días de asistir al Colegio Electoral, he visto que contra los priístas se pone el dedo pulgar hacia abajo condenándolos a muerte, se hace la V de la victoria, intimidándolos, se empuja el puño cerrado hacia arriba y adelante, todo esto entre gritos y porras alucinantes, o bien en silencio, burlonamente, se ponen las manos a temblar. Cuando es necesario, se toma por asalto la tribuna , se golpea la mesa, se vocifera y gesticula y se afirma de este modo el derecho electoral.

En quince días de asistir a las clases del Colegio Electoral se me ha enseñado que los miembros de los partidos de oposición son los únicos dueños, los propietarios legítimos: de la bandera, del himno nacional, del pueblo mexicano, de la verdad histórica y del porvenir.

Les doy las gracias porque nunca como ahora –--ante la inminencia de ser expulsado de la Historia ---, nunca como ahora me había sentido tan a gusto en el PRI.

JAIME SABINES
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Pues así de cerca sintieron los priístas la humillación de ser derrotados por el hijo de uno de sus símbolos: Cuauhtémoc Cárdenas, hijo del expresidente y expropiador del petróleo, Lázaro Cárdenas del Río.
Esos mismos priístas que durante años victimizaron a la democracia, poblaron las cárceles y los panteones con los cuerpos de sus opositores, en ese 1988 se sentían las nobles ovejitas inocentes a punto de ser destazadas por las “hordas” cardenistas.
Y tomemos en cuenta que fueron precisamente aquellas “hordas” y sus dirigentes, quienes no se fueron por el camino del baño de sangre y de la rebelión armada. Pues como alternativa para el desfogue de aquella intensísima carga emocional y encabronamiento, se propuso la unificación nacional de las izquierdas en un nuevo partido, que a la postre sería el “Partido de la Revolución Democrática”.

¡Entonces se hablaba de abrir caminos de organización política y popular para oponerse al PRI y al espurio gobierno de Salinas de Gortari!

¡Ahora se habla de cuotas partidocráticas para esta o aquella tribu y de la tozudez de los claudicadores y oportunistas para seguir en sus trece de aliarse con la derecha!

Ya platicaremos de algunos sucesos muy reveladores y acaecidos en ese 1988 que están conectados con el tema de las alianzas derecha – chuchos.

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